Confusión

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Me encontraba corriendo por un pasillo muy largo, no podía ver a nadie ni nada, pero sabía que algo me estaba persiguiendo, corría a la máxima velocidad que me lo permitían mis piernas, a los lados del pasillo habían muchas puertas, me recordaba al pasillo de un hotel. Al mirar hacia adelante no podía divisar el final del pasillo. De pronto comencé a escuchar algo lejano que corría detrás de mí, fue tal el susto que desperté dando un pequeño grito. No estaba en mí cama ni mucho menos en mi casa, traté de incorporarme. Era una habitación amplia, con grandes ventanales que daban a un bosque de abetos, entre ellos se dejaban ver rayos del sol, al parecer estaba amaneciendo. Estaba sentada en la cama y se abre la puerta de la habitación, era Bernardita. En sus manos tenía una bandeja con varias cosas en ella, un vaso con agua, un plato con tostadas y mantequilla, una manzana roja, tan roja que parecía falsa y por último en un costado, pastillas. Se acercó a la cama, dejó la bandeja en la mesa de noche y se sentó junto a mi.
-¿Como te encuentras?- me preguntó con un rostro de preocupación.
-Bien, eso creo, ¿Como estás tú? ¿Té hizo daño?- Aún podía recordar lo que había ocurrido, ese joven, la pelea que habían tenido y lo impactante que fue todo, la rapidez de ese chico y la fuerza de Bernardita que hizo volar por los aires a su contrincante.
-¿A que te refieres con eso? ¿Quien me haría daño?- preguntó con un todo de risa.
-Es una broma ¿no? el chico con el que peleaste, lo vi todo, ¡yo estaba ahí!
-Monserrat, lo único qué pasó fue que bebiste unas copas de más y jugueteando te caíste por las escaleras, afortunadamente estabas en los últimos peldaños y la distancia de caída no fue mucha- Dijo mientras me tomaba del hombro. No podía creer lo que decía Bernardita ¿acaso cree que estoy loca?
-¡Yo sé lo que vi!- le dije en un tono fuerte.
-Lo único que viste fue el suelo acercándose a tu rostro y ya está, no hay nada más que discutir- al parecer se había molestado, se levantó de la cama, tomó el vaso de agua y las pastillas, las puso en frente mío queriendo que me las tomara, acepté y con un par de tragos las pastillas pasaron por mi garganta.
Me levanté de la cama y me percaté de que tenía puesto un pijama.
-¿Este pijama es tuyo?-
-No- contestó cortante.
Miré a mi alrededor buscando mi ropa, la encontré, estaban todas mis prendas en una silla.
-Será mejor que me vaya- dije acercándome a la silla y tomando mi ropa.
-Está bien, esperaré abajo, te dejo para que te cambies- dijo Bernardita mientras cruzaba la puerta de la habitación.

Comencé a desvestirme, me quité el pijama y luego me puse mis prendas de ropa. Miré la mesa de noche en donde se encontraba la bandeja con la comida, le di una mordida a una tostada y metí la manzana en mi bolsillo, no quería desperdiciar la comida que me había traído Bernardita. Salí de la habitación, el pasillo era amplio, tenía muchos cuadros con fotografías, me detuve a mirar uno de ellos que me llamó la atención. Era Bernardita, Joaquín y una joven chica de pelo rubio y piel pálida que se encontraba junto a Bernardita, parecían felices. La imagen al parecer tenía un filtro sepia o algo por el estilo ya que parecía muy antigua y de hecho la vestimenta de estas personas era ambientada en otra época. A mi parecer, los años cuarenta.
-Linda temática para una fiesta de disfraces- dije volteando mi mirada para fijarme en la imagen contigua. Esta vez era Bernardita, la chica rubia y... ¿podría ser? El joven con el que peleó Bernardita la noche anterior. Entonces ¿eran amigos? Ahora que recuerdo este chico nombró a Paula, quizás la chica rubia sea ella, me pareció muy hermosa. No podía diferenciar bien sus rostros por culpa del filtro que usan, pero de igual manera se veían muy bien. Al parecer les gusta mucho ese filtro ya que en la mayoría de fotos lo tienen puesto.
Dejé de mirar las fotos y baje las escaleras, Bernardita se encontraba junto a la puerta principal.
-Perdón por beber demás y causarte problemas- dije mientras observaba el rostro inexpresivo de Bernardita.
-No tienes por qué preocuparte, son cosas que pasan- contestó con voz neutral.
Salí de la casa, el viento estaba en calma pero estaban cayendo finas gotas de lluvia que mojaban todo mi rostro dando un suave rose en mi piel.

Al llegar a mi casa me esperaba Fernanda, estaba sentada junto a la chimenea viendo su celular, al verme se levantó y caminó hacía mi.
-¿Dónde estabas? Te estuve llamando pero tú teléfono está apagado- es verdad, no me di cuenta de que ya no tenía batería.
-Lo siento, estuve en casa de Bernardita, anoche bebimos y estaba muy ebria como para venir- mentí.
No me gustaba mentirle a Fernanda pero ¿como le explico que presencié una pelea sobrenatural entre la esposa del alcalde y un adolescente que tenía los ojos rojos? Subí a mi cuarto, me tendí en mi cama y comencé a llorar.

Luces rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora