Regarde la

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POV MARKO:
Nunca me he llevado bien con mi padre. Cada vez que discutimos salgo a correr e irme a cualquier lado que no sea mi "casa".

Habíamos peleado fuerte porque aparte de mis estudios, quiero trabajar. No quiero estar en el negocio de él. Es patético.
Me ofrecieron trabajo en una biblioteca, que obviamente acepté.

Llamo a Victor, pero no contesta.
Tengo bastantes amigos en el pueblo, pero él es el único en el que puedo confiar, y la verdad que me decepcionó un poco que no haya contestado. Lo conocía desde antes de mudarme aquí porque tiene familiares en Francia, y un año vivió en mi anterior ciudad.

Intento de nuevo, pero nada. Así que decido llamar a Lucas y Jack, dos personas que me cayeron bastante bien, por si querían pasar el rato.

Quedé en cenar dentro de 2 horas con ellos en el bar del pueblo, así que volví al infierno donde vivía para alistarme.

***

Ya estaba listo, y antes de irme eché un vistazo al balcón de Hann por si la veía. No estaba.

Me estoy volviendo un imbécil.

Salí en dirección al bar, quedaba cerca de mi cuadra, así que llegué rápido.

Al entrar, los ví al instante.

Les dediqué una sonrisa sin despegar los labios al notar como me saludaban. Sinceramente no los conocía mucho, pero me acompañaron siempre en las salidas con unos chicos más.

-¡Mira qué galán llegó!. -Lucas me abrazó bastante fuerte para mi gusto. -Te quiero presentar a unas bellezas. -Dijo bajando y subiendo las cejas.

-Hola, Marko. Ella es Madeleine. -Jack me presentó a una pelinegra que estaba bastante buena.

-Un gusto, Marko. -Se acercó a mí y me plantó un beso en la mandíbula. -Ella es mi amiga Ludmila.

Para ser sinceros, estaban fuertísimas las dos. Pero, para empezar, las rubias no eran mi tipo. Y la única pelinegra que me puede es Hannah.

-Hola bombón. -Me saludó la rubia.

-Un gusto conocerlas a las dos. -Les dediqué una sonrisa no tan inocente. -¿Ya pidieron?

-Oh no, te estuvimos esperando. Aunque hablamos y se nos antoja sushi a todos. -Contestó Jack.

-Por mi está bien. Y unas cervezas. -Soltó Ludmila.

-¡Perfecto! Voy a buscar al mozo.

Cuando Lucas volvió, se sentó a mi lado. Frente mío estaba Madeleine y su amiga, y en la punta se encontraba Jack entreteniéndolas.

-Están que se parten las dos, ¿no?. -Me susurró al oído. -Podríamos hacer una orgía.

Me reí a carcajadas.

-No soy de los que comparten.

-Oh, vamos amigo.

-Tal vez Jack quiera.

-Se lo pediré a él.

Llegó la comida, hablamos y pasamos un buen rato. Cuando me tuve que ir, me despedí de todos, pero Madeleine me siguió hasta la puerta del bar pensando que no me daría cuenta.

Cuando estuve afuera, me giré para verla. Fue gracioso como soltó un gemido de sorpresa.

-¿Necesitas algo? -Pregunté con una sonrisa pícara.

La noté nerviosa. Eso me gustó.

-No... Es decir... Tu número, si no es mucha molestia. -Sus dedos jugaban entre sí y se le dificultaba mantenerme la mirada.

Me acerqué lentamente a ella, hasta que la acorralé en la pared. Acerqué mi boca a su oído y susurré:
-Un gusto conocerte, Madeleine.

Antes de irme planteé un beso en su mandíbula, como ella antes hizo en la mía.

***

Era bastante tarde, no podía dormir. El idiota de Lucas le pasó mi número a las dos chicas que conocí hoy, y no paraban de mensajearme.
Me distraje un rato hablando con ellas, pero nada del otro mundo.

Noté la luz de Hann prendida desde el balcón, así que supongo que está despierta.

Le mandé un mensaje.

Marko: ¿No es muy tarde para andar despierta, tomatito?

Pasaban los minutos y no me contestaba.

Me senté en el balcón y encendí un cigarro mientras veía sus cortinas.

Se me aceleró el corazón cuando corrió las cortinas y pude verla. Ver su habitación desordenada, su estantería llena de libros y papeles. A ella, que la noté triste, cabizbaja.

Observé como prendía su parlante. Escuché música, esa canción de Radiohead que me gusta tanto. Canté la melodía de "Creep", mientras Hannah se movía, balanceándose al ritmo de la música, semidesnuda y mojada, sólo con su ropa interior.

Me encanta verla. Me la imaginaba bailando conmigo, apretados, a punto de besarla.

Vi sus brazos manchados, pero no pude distinguir de qué. Vi como lloraba, como caía al suelo desconsolada.

¿Qué le había pasado?

Agarré el teléfono y la llamé, pero ni se movió.

Suspiré al decidir que iba a treparme a su balcón.

Salí de mi casa, con cuidado, para que Anna no me interrogue.

Llegué a la reja que estaba pegada a la casa de Hannah, y trepé. Me subí al árbol que terminaba en su balcón, y escuché la música más fuerte.

Golpeé la ventana.

-¡Hann, soy Marko, ábreme!. -Todavía seguía tirada en el piso, sin moverse, sólo llorando. -¡Joder Hannah, abre de una puta vez, no me asustes!

Y nada. Así que entré a la fuerza.

Rompí la cerradura de la ventana, y rápidamente me dirigí hacia ella. La toqué y la sentí fría.

-Ey, bonita, ¿Qué pasa?. -Susurré abrazándola.

Se atrevió a mirarme. Sus ojos estaban rojos e hinchados, llenos de lágrimas que se mezclaban con el agua que salió cuando terminó de ducharse.

Le acaricié la mejilla, y al sentir mi tacto cerró sus ojos. Me acarició la mano, y entendí todo.

Entendí porque lloraba, porque había roto todos sus almohadones. Entendí porque puso esa música tan fuerte, también porque no contestó el teléfono, entendí el desorden, esa mirada perdida. La entendí a ella.

Su muñeca, llena de sangre, manchó mi mano.

Quedé en shock, no sabía que hacer. Nunca me hubiese imaginado a ella sufriendo de esa manera.

Vi sus cortes, por suerte no eran profundos. Lo supe porque había pasado por lo mismo.

La llevé en mis brazos hacia la cama y me acosté junto a ella.

Me saqué la sudadera y la enredé en su muñeca mientras me miraba. Aproveché para hablarle.

-¿Quieres contarme? Estoy aquí para escucharte.

Se quedó pensativa, le empecé a acariciar el cabello para tranquilizarla.

-Mamá me dijo que se iría lejos. -Dijo despacio, apenas pude escucharla. -La van a encerrar.

-¿Encerrar?

-En un psiquiátrico. Tiene esquizofrenia.

Me quedé callado, sorprendido. La abracé y escondió su cara en mi cuello.

-Me quedé sola. -Susurró.

-No, no estás sola. Voy a estar aquí siempre.

Levantó su cabeza y me miró. -¿Puedes quedarte esta noche conmigo?

Asentí y la abracé de nuevo. Nos quedamos juntos en silencio hasta que nos dormimos.

Ábralin [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora