Calurosa bienvenida

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Capítulo 4: calurosa bienvenida.

P l a n e t a m a d r e

N.O:

Sonaron los trotes desde la lejanía del castillo, los guardias prestaron grande atención a la manada de animales gigantes que se acercaban con semblante peligroso a lo lejos, gruñendo y mostrando siempre sus afilados dientes.

Entre ellos, se destacaba un animal más grande que los demás, pelaje plateado, ojos furiosos y dos grandes colmillos, de por lo menos 30 centímetros de largo, resaltaban a cada lado del gran hocico del animal. Sus galopes parecían ser los que más resonaban en el lugar y el sol se reflejaba en el pelaje que lo rodeaba.

Un animal simplemente majestuoso.

Al igual que su jinete.

La figura imponente de un hombre de armadura brillante resaltaba sentado en el lomo del animal, sus cabellos igual o más plateados y relucientes que los del felino se movían en distintas direcciones por culpa del viento, su armadura de un azul oscuro titilante sobresaltaba su trabajado cuerpo, una máscara del mismo metal extraño con el que estaba hecha la armadura del hombre cubría la mayor parte de su rostro, dientes afilados adornaban la mandíbula de la misma, haciéndole ver intimidante. Aquel hombre era incluso catalogado como un caballero de brillante armadura, solo que este caballero no iba en un majestuosa corcel blanco, era más bien un gigantesco dientes de sablee el animal en el que iba montando, imponente y majestuoso.

Detrás del bello hombre, un escuadrón entero de hombres le seguían el paso montados a su vez en grandes y misteriosas criaturas, algunos iban hablando entre si y otros simplemente miraban al frente. Encima de todos ellos, un enorme y bello dragón blanco se alsaba imponente, sus escamas brillantes reflejaban la luz del sol, su jinete era un hombre de largos cabellos rubios, quién en esos momentos se divertía presionando de vez en cuando el botón de un pequeño control en su muñeca. La sonrisa del rubio se expandió cuando volvió a presionar el botón y un montón de pequeños gritos se escucharon por debajo de su dragón. Un pequeño grupo de personas se encontraban debajo del reptil, amarrados y sucios, siendo electrocutados de vez en cuando por la red eléctrica que los mantenía amarrados.

Hatake alzó la vista al escuchar nuevamente gritos, vio a Deidara de lo más contento electrocutando a los capturados. Suspiró antes de tomar una gran bocanada de aire y gritar.

— ¡YA DEJA DE TORTURARLOS, JODER!

El hombre rubio le miró con un puchero por cortarle la diversión, pero no tuvo de otro que hacer caso y no reprochar al ver al Hatake volver la vista al frente. A lo lejos, un imponente y hermoso castillo se alzaba ante ellos, rodeado de naturaleza y resplandeciente. A medida que se acercaban el grupo de intrusos pudo distinguir aún más las diferentes estructuras del castillo. La estructura resplandecía en un brillante dorado, Sakura supuso que partes de este estaban vañadas en oro. Diferentes enredaderas con flores moradas adornaban las columnas del castillo, manteniéndolo fresco, y una cantidad de árboles frutales rodeaban el castillo dándole un toque hermoso. No falta hablar del gigantesco jardín que rodeaban asimismo el palacio, flores de diferentes colores les daban la bienvenida al igual que diferentes tipos de aves nunca antes vistas por los intrusos. El castillo entero estaba rodeado por miles y miles de metros de una enorme muralla de un metal dorado y al igual que el castillo, este estaba repleto de hermosas enredaderas de flores moradas.

Habían también varios hombres y mujeres encargados del jardín arreglando algunas flores o regando algunas otras, se podía distinguir el dulce aroma de Omega que los mismos desprendían, todo el grupo se creó una nota mental de no dejar a Jiraiya solo, seguramente esto era el paraíso para el viejo pervertido. Cuando se hubieron acercado lo suficiente como para ser vistos por los demás guardias que vigilaban la entrada, el enorme dragón que los llevaban se detuvo, entonces miraron para abajo dándose cuenta de que aquellos que iban en tierra también se habían detenido. Obito vio como el Omega de cabellera plateada sacaba lo que parecía ser un cuerno y se quitaba la máscara que traía puesta junto con una de tela que tenía debajo. Obito ensanchó sus ojos y sus pupilas se dilataron, pues desde hace un rato mostraba bastante interés en el Omega, pues no es como que todos los días encuentres un Omega tan dominante como este, que te cierra la boca con un suspiro. Maldijo en un susurró al darse cuenta que desde ahí no podría ver el rostro del hombre, pues este estaba al frente de todos, así que lo único que podría apreciar sería su espalda armada.

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