Quiero que me llames

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Capítulo once

Ulises tenía un plan para ayudar a Dionisio a modo de agradecimiento por la confianza que este había depositado sobre él. Pero que también lo ayudaría a volver a la empresa de su familia. El CEO se había dado cuenta de que se equivocó al renunciar en primer momento. Él debía estar en la cabeza de la familia si quería poder proteger a Nadia y a Penélope.

Aunque quisiera volver con Nadia, primero tenía que encargarse de calmar las cosas en su familia. Por lo que tomó su teléfono y llamó a Ángel.

—Tú y yo tenemos que hablar —dijo Ulises cuando este respondió.

Por otro lado, Nadia había llegado temprano a trabajar. Estaba feliz de haber podido hablar con Ulises la noche anterior. Se notaba que él había cambiado y que nada de lo que había ocurrido era por su culpa. Por lo que esperaba que la llamara pronto.

—Ana —dijo Nadia ansiosa—. Estoy esperando un llamado de Ulises. Así que apenas me marque avísame sin importar donde esté.

—Como usted diga —dijo Analía notando la alegría de su jefa.

A medio día Nadia estaba más ansiosa que nunca ¿Habría sido muy dura con él? Pasó prácticamente toda la mañana revisando su móvil. Hasta que no lo soportó más y tuvo que llamar a su asistente.

—Ana, ¿aún no me llama? —preguntó Nadia decepcionada.

—Lo siento, aún no lo hizo. ¿Quiere que lo llame? —preguntó Analía al ver la cara de su jefa.

—No, está bien. No quiero molestarlo —Nadia no comprendía por qué le tomaba tanto tiempo a Ulises darle una respuesta. ¿A caso ella no era importante para él? ¿Había sido muy dura?

Nadia empezaba a pensar en la posibilidad de perder a Ulises y le dieron ganas de llorar. Cuando por la puerta de su oficina entró alguien dejándole a Analía una nota.

—Señora, llegó el almuerzo —dijo está sorprendiendo a Nadia—. La envía el señor Ulises, para que todos los empleados hagan una degustación del menú que nos va a ofrecer.

—¿Cómo lo hizo tan rápido? Hablamos de esto anoche —Nadia estaba asombrada.

—Al parecer no es un hombre que pierde el tiempo —dijo su asistente sonriendo al ver cómo Nadia cambiaba la cara.

—Es increíble —dijo Nadia y se sonrojó. Le gustó mucho que Ulises hubiera tomado la iniciativa con eso. Además, podía usar esa excusa para llamarlo y darle las gracias.

—Nad —dijo la voz de Ulises a través del aparatito.

—Hola, gracias por la degustación para el almuerzo de los empleados. Cuando terminen te enviaremos el pedido para mañana —dijo ella hablando más rápido de lo que quería. Ulises hacía que se pudiera nerviosa.

—Me alegro mucho que les gustara —dijo Ulises mientras buscaba las palabras para continuar. Un silencio que a Nadia le pareció eterno—. Necesito hablar contigo esta noche. Ya tomé una decisión.

—Está bien. ¿Dónde nos vemos? —Ella estaba preocupada. Por la manera en la que él se había referido, tan distante.

—¿Te parece que nos veamos en tu departamento cuando termine de trabajar? —preguntó Ulises y aunque a ella le pareció extraño que quisiera verla ahí, no lo cuestionó.

—Te estaré esperando —dijo ella sintiendo como si algo oprimiera su pecho.

...

Por la tarde Ángel fue al encuentro de Ulises. Este lo había llamado con urgencia. Desde lo ocurrido con Nadia se había mantenido al margen, pero era hora de que eligiera un bando.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó Ángel.

—Quiero toda la verdad. Sabes la razón por la que mi abuela está tan obsesionada con el dinero y necesito que me lo digas —explicó Ulises.

—No puedo meterme Ulises. Deberías hablarlo con ella en persona —Ángel no quería tener problemas, pero estaba atado de pies y manos.

—No quería hacer esto, pero no me dejas opción —Ulises tenía demasiada determinación. Iría contra quien sea que molestara a su mujer—. Sigues hablando con Nadia. ¿Sabe ella que fuiste tú el que envió las cartas documentos?

—No sé de qué hablas —Ángel negaba su participación en la trampa de su abuela.

—Eras mi mano derecha, sabías todo sobre mí. ¿Crees que no sé qué le informabas a mi abuela lo que yo hacía? Recuerdo que fuiste tú quien nos drogó para que dejara a Nadia embarazada —dijo Ulises arrinconando a Ángel—. ¡Dime la verdad!

—¡No puedo! —dijo Ángel como si le doliera faltar al cariño que le tenía a Ulises—. Se lo juré a la señora, por el alma de mi madre.

—Entonces dame algo —Ulises retrocedió un poco. Comprendía lo que para Ángel significaba su difunta madre.

—Te queda poco tiempo —dijo Ángel apartándose de Ulises.

—¿Para qué? —preguntó este preocupado por la actitud de Ángel.

—Eso es lo que tienes que averiguar —después de decir eso se marchó dejando más dudas que respuestas.

¿Qué era lo que estaba pasando en su familia? 

Una niñera para el CEO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora