Un poco de celos

897 49 1
                                    

Capítulo dos

Hermes regresó a la oficina de Nadia. Buscaba todas las excusas posibles para pasar tiempo con ella.

—Te ves hermosa Nad —dijo él haciéndole un cumplido.

—Solo lo dices porque soy tu nueva jefa —dijo ella para quitarle peso a sus palabras.

—Sabes que tengo que hacerlo o me darías con el látigo —dijo él y los dos rieron—. Tengo un par de dudas. Espero no molestarte.

—Claro, dime —ella lo invitó a sentarse.

—Sobre la propuesta que hiciste para las donaciones a hospitales y hogares de huérfanos. Creo que ahorraríamos mucho dinero si compráramos los pañales a un mayorista —explicó mostrándole un cuadro.

—Eso lo sé —dijo ella mientras firmaba otros documentos.

—Perdón que lo diga así. Pero entonces, ¿por qué quieres comprar a diez distribuidores distintos? —preguntó Hermes confundido.

—Porque los diez que escogí son minoristas y necesitan más el dinero que una empresa multinacional —dijo Nadia sonriendo—. No quiero solo ayudar para que nos libremos de impuestos. Si en el proceso le damos una mano a los pequeños productores locales sería mucho mejor. ¿No crees?

—Me impresionas —dijo Hermes al ver el compromiso que Nadia ponía en esto.

—No es para tanto. ¿Ahora dime ¿Tienes hambre? Porque yo invito el almuerzo —dijo ella mientras trataba de ponerse de pie. Su cuerpo era más lento ahora que llevaba una vida dentro.

Hermes le avisó a Dionisio que irían. Pero este se demoró en responderle. Cuando lo hizo le dijo que no podían ir, pero ellos ya estaban en la puerta. Ulises había recibido un mensaje, a la mañana temprano, de su hermano, ya que no tenía personal. Y estaba encargado en la caja. Por lo que al entrar Nadia logro verla de la mano de su hermano menor. Después de sentir una enorme alegría recordó lo que Dionisio le había pedido, por lo que se fue a la cocina a esconderse. Estaba agradecido con su hermano y no quería causarle problemas con Nadia por su culpa. Aunque quisiera mucho que ella lo viera también.

Uno de los empleados con los que Ulises no se llevaba bien le preguntó que se suponía que hacía en la cocina. Ya que tenía que estar en la caja.

—No hay otro para lavar los platos, por lo que haré las dos cosas —respondió rápidamente Ulises.

Este empleado miró fuera de la cocina buscando a Dionisio para avisarle lo que Ulises pretendía hacer y logró ver a Nadia. E hizo un comentario desagradable sobre lo que le haría pese a estar embarazada. Luego intentó que Ulises e Hipólito lo segundaran con sus declaraciones obscenas.

—Parece que buscas que te despidan —Hipólito trató de ponerlo sobre raya.

—Me pregunto si sus pechos ya darán leche —dijo el empleado haciendo caso omiso de su advertencia.

—Eres un tonto. Hazme el favor y cállate —dijo Hipólito mientras miraba a Ulises. Se notaba que este estaba tratando de contener su furia.

—Vamos, no seas así. Con ese cuerpo quien no desearía montársela —dijo una vez más el empleado haciendo señas vulgares con las manos—. Pensé que salía con el jefe, pero al parecer me equivoqué. Si me toca atenderla le daré mi número.

—Aléjate de ella —dijo Ulises enojado. Estaba dispuesto a romperle el rostro con golpes por hablar así de una mujer, y sobre todo de Nadia.

—¿Cuál es tu maldito problema? —preguntó el empleado a Ulises—. No me digas que supones que esa chica saldría con alguien como tú. ¿Cuántos años tienes? Aún vienes en bicicleta al trabajo, eres patético.

—Solo aléjate de ella si no quieres que te rompa la cara —dijo Ulises tratando de contenerse.

—Basta los dos —dijo Hipólito sabiendo que Ulises no tenía la culpa. Él hubiera reaccionado igual si alguien hablara así de la madre de sus hijos.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó Dionisio al verlos tensos.

—Nada, señor —dijo el empleado descarado, con tranquilidad.

—Ve a la caja a cobrar —dijo Dionisio y este se sorprendió.

—Pero ese es el trabajo del lavacopas —aclaró este.

—Y ahora es el tuyo. Así que ve que te necesitan —Dionisio parecía molesto por lo que no lo contradijo y salió de la cocina—. ¿Todo bien por aquí?

—Si señor —contestó Hipólito mientras Ulises se calmaba.

—Ulises. Sabes lo que debes hacer ¿Verdad? —preguntó Dionisio serio.

—Sí, no saldré de la cocina —dijo él tratando de ser amable con su hermano.

—Bien, voy a mi oficina. Si necesitan algo me llaman —dijo Dionisio y se marchó.

—No sé cómo pudiste soportar todo eso —dijo Hipólito a Ulises.

—Creo que si Dionisio no hubiera entrado tal vez no lo habría hecho —dijo Ulises mientras lavaba los platos.

—Tranquilo, no te sientas mal. Haría lo mismo si fuera mi esposa —dijo Hipólito tratando de darle ánimo.

—Lástima que sea mi exesposa. Pienso que eso es lo que me hace más patético —expresó Ulises triste.

—¿Y no hay posibilidades de reconciliación? —preguntó Hipólito sin conocer porque se habían separado.

—Es lo que más deseo. Mientras tanto estoy luchando por convertirme en el hombre que ella buscaba que fuera desde el principio —dijo Ulises tratando de darse ánimo a sí mismo.

Cuando Nadia se marchó, Ulises volvió a la caja. Al darse cuenta de que faltaba dinero fue a hablar con su hermano. Le dijo lo que ocurría y este se sorprendió por verlo ahí aún.

—Supuse que ya no habría nadie. Viniste muy temprano hoy —Dionisio estaba muy atareado y se olvidó de decirle a Ulises la hora en la que se tenía que marchar.

—Eso no importa. ¿Escuchaste lo que te dije? —preguntó Ulises.

—Sé que ese empleado es un desvergonzado. Aun así, no creo que ... —dijo y notó la impaciencia de Ulises—. Tal vez fue una confusión.

—No me equivoqué. No me gusta molestarte, lo conté tres veces —indicó Ulises molesto—. Solo te estoy diciendo lo que vi.

—Tratas a mis empleados de ladrones. Eso es grave —dijo Dionisio sosteniéndose la cabeza. Hacía días que no se le iba el dolor—. ¿No existe la posibilidad que quieras vengarte de él por lo que dijo de Nadia?

—No soy un niño Dionisio —dijo Ulises ofendido.

—Está bien, me haré cargo —dijo este para calmar a Ulises.

—Claro, como te hiciste cargo de lo otro que te mencioné. Buenas noches —dijo Ulises y se marchó. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora