Me gustas, Misa

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Capítulo Cuarenta

—Hola, Misa —dijo Hipólito a la muchacha que venía vestida con ropa deportiva—. Te ves muy bella.

—Gracias. Pero, ¿por qué me pediste que me vistiera así? —preguntó ella mientras miraba la enorme motocicleta que tenía.

—Vamos a ir a pasear y no quiero que tu ropa de diseñador se arruine —dijo él mientras le pasaba el casco para que se pusiera.

Artemisa estaba sorprendida, ya que los hombres con los que solía salir le exigían que se vistiera con ropa costosa y nueva para no hacerlos quedar mal si les tomaban fotos juntos.

—No te preocupes que la pasaremos genial —dijo él mientras ella decidía que hacer primero. Finalmente, se puso el casco —. Abrázame.

Ella se sorprendió cuando le dijo eso después de subir a la moto.

—Si no puedes caerte —dijo él y ella lo hizo con fuerza. Al parecer nunca había subido a una motocicleta—. Tranquila. Tampoco es para que me partas el cuerpo al medio.

—Lo siento —dijo ella avergonzada. Una extraña sensación para alguien como ella.

Hipólito la llevó a un gran parque que había cerca de la ciudad. Estaba lleno de flores y árboles. Artemisa no estaba acostumbrada a ir a esos lugares. Aunque para llegar tuvieron que subir caminando un área empinada.

—Tendré que despedir a mi entrenador —dijo ella al darse cuenta de que no le alcanzaba el aire para hacerlo.

—No lo hagas. Este recorrido no es para principiantes. Pero tiene una vista muy bella y quería mostrártela —dijo Hipólito sonriendo por el comentario de Artemisa—. Mira

Ella observó y parecía que la ciudad era diminuta desde ahí. Se veía hermoso.

—Ahora a almorzar —dijo él y comenzó a sacar las cosas que había preparado.

Ella miraba lo que hacía Hipólito, todo el esfuerzo que había puesto. Los hombres que solían salir con ella no eran así. Siempre se mostraban superiores y la hacían sentir que no era suficientemente buena. Siempre la estaban criticando por todo lo que, hacía mal, al igual que su padre. En cambio, él la trataba bien y la hacía sentirse cómoda.

—¿Qué te parece la comida que preparé? —preguntó Hipólito al verla comer.

—Todo es delicioso. Parece que las hubieras comprado en las mejores tiendas de bocadillos —dijo ella sin poder evitarlo.

Hipólito sonrió ya que se había ensuciado la cara. Le gustaba cuando no se comportaba especial y era una chica más. Se había empezado a fijar en ella cuando empezó a trabajar con ellos. Había algo detrás de su carita de niña rica que se notaba que quería salir. Esperaba poder ayudarla a encontrar su verdadero brillo.

—Pues claro, si lo hice yo —dijo él riendo.

—Eres un gran chef —dijo ella mientras él le pasaba una servilleta por el rostro para ayudarla a limpiarse.

—De hecho, me ofrecieron un puesto en un restorán en París como el chef principal —dijo él, feliz de poder compartir eso con ella.

—¡¿Qué?! ¿Te irás? —preguntó ella sorprendida y casi decepcionada.

—Lo estoy pensando —dijo él sonriendo, era muy gracioso su rostro—. Aún no me he decidido.

—Pero, si tú te vas ¿Quién será bueno conmigo en el restorán? Nadie me quiere ayudar, nunca —dijo ella haciendo que él no pudiera parar de reír. Era muy tierna a veces.

—Escucha Misa —dijo él tratando de calmarse primero —. No quiero arruinar el almuerzo. Pero quería decirte, tú me gustas.

—Obvio que te gusto. Esa no es una novedad para mí —dijo la muchacha arrogante y él no pudo evitar volver a sonreír.

—Ulises es un gran amigo para mí y no quería que se molestara, ya que sé que ustedes tienen una relación especial. Por lo que le comenté lo que siento por ti —dijo Hipólito con un poco más de seriedad—. Espero no te moleste.

—¿Qué te dijo él? —preguntó ella sorprendida.

—Me dijo que no era su problema, podíamos salir si ambos quisiéramos —dijo Hipólito con cierta ansiedad—. Me pareció extraño. Pensé que me iba a regañar por fijarme en su única hermana.

—Es culpa de Nadia. Sigue acaparándolo y se ha vuelto un tonto —dijo ella tratando de ocultar la verdad. Ella ya sabía que ese no era Ulises.

—Ya hemos hablado de eso —dijo Hipólito y se dio cuenta de que estaba por volver a desviarse—. No importan ellos ahora. Quiero saber qué opinas de mí.

—¿De ti? —preguntó ella y lo miró de arriba abajo—. Lo siento hipo. Pero debo casarme con un hombre de mayor jerarquía, con más poder y dinero.

—¿Por qué debes hacer eso? —preguntó él dándose cuenta de que, aunque se mostraba grande, no era más que una niña.

—Para no tener que seguir trabajando en el restorán de mi hermano —dijo ella como si eso fuera obvio.

—¿Qué hay de malo con trabajar ahí? —preguntó él para que ella evaluara la situación.

—La verdad es que no me alcanzaría el día para nombrarte todas las cosas malas que tiene ese trabajo —dijo ella como si fuera más que obvio.

—No digo ser mesera para siempre. Pero si estudiaras, podrías volverte la encargada y manejar la cadena de restaurantes de tu hermano. Así como lo hace Ulises ahora —dijo Hipólito y Artemisa abrió los ojos como plato—. Incluso podrías venir a Francia conmigo y abrir un local en París.

—¿Tú crees que yo podría ser capaz de hacerme cargo? ¿Eso no es mucho trabajo? —preguntó ella y su corazón empezó a latir con más fuerza. Nunca nadie había esperado algo de ella. Ni consideraba que podía ser más que un rostro bonito.

–Siempre es mucho trabajo al principio. Aun así, estoy seguro de que podrías ser capaz de manejarlo –dijo Hipólito y ella se sintió extrañamente orgullosa de sí misma.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora