El secreto de la abuela parte II

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Capítulo cuarenta y seis

—No puedo creerlo. La abuela nos estaba pidiendo que la ayudáramos a conseguir el dinero de Nadia solo para que papá no nos lastimara —dijo Apolo como si se molestara por no poder haberse dado cuenta antes.

—No puede ser. Debemos hablar con la abuela, tiene que explicarnos esto —dijo Hermes con la misma frustración.

—La señora De la Renta, es decir, la abuela ya no está con nosotros —dijo Ángel a sus hermanos.

Ulises miró a Ángel sin poder creer lo que decía. ¿Cómo era posible que su abuela muriera?

—Me pidió que la ayudara a entregarles esto, ella estaba muy enferma. Y el señor De la renta la hizo pasar malos momentos cuando Ulises estuvo secuestrado, su corazón no lo toleró —explicó Ángel avergonzado.

—¿Por qué no nos dijiste antes? —preguntó Hermes enojado con Hades. Su hermano era la mano derecha de la anciana y, aun así, había preferido callar.

—Eso no es posible —dijo Ulises y golpeó la mesa, deseaba llorar. Su abuela nunca había tenido la intención de lastimarlos, pero él no se había dado cuenta de ello. Aunque se sentía terrible por eso, no sabía que todo podía empeorar.

—Esto no termina ahí —dijo Ares mostrándole a Ulises la foto de dos bebés. Ulises podía reconocer a uno de ellos. Era su pequeña y amada Penélope.

—¿Qué es esto? —preguntó Ulises preocupado.

—No tuvimos un bebé, tuvimos dos —dijo Nadia y se puso a llorar. No pudo evitar soltar lo devastada que estaba con la noticia.

—No, yo estuve ahí. Yo vi que solo fue uno —dijo Hermes y tomó la foto con desconfianza.

—Su padre nos ha estado engañando desde hace mucho tiempo. No fuimos capaces de darnos cuenta —dijo Nadia sintiendo un fuerte dolor—. Ahora él tiene a nuestro hijo, Ulises. Él le dijo a Ares que si nos atrevíamos a acusarlo por herir a Artemisa, asesinaría a nuestro hijo.

—Ese maldito demonio. ¿Cómo pudo hacerme esto? —Ulises estaba horrorizado. Su padre era un demente.

—Le prometí a Nadia ayudarla a encontrar a su hijo. Después de todo, la amo y es mi esposa —dijo Ares sin tapujos.

—¡Maldito! —Ulises no lo soportó, las palabras de Ares hacían que deseara golpearlo, pero fue detenido por Dionisio.

Fue en ese momento que Nadia miró a Ulises esperando que él la entendiera. Ella no quería renunciar a él, pero Ares le había ofrecido algo que no podía rechazar. Recuperar a su hijo y llevarlo de vuelta a sus brazos sano y salvo. Ya que él tenía la dirección del lugar donde se encontraba el pequeño. Por el hecho de que el demente de su padre lo había llevado a casa de Ares tiempo atrás sin que este supiera de quién se trataba el pequeño niño. Para peor, la única condición de Ares para ir con ella al sitio donde se encontraba el niño era que Nadia no volviera a estar con Ulises. Algo que ella estaba dispuesta a aceptar con tal de que su hijo estuviera a salvo y a su lado.

—Esto tiene que ser una mentira —dijo Dionisio preocupado.

—¿Cómo podemos ser de ayuda? —preguntó Hermes a Nadia sintiéndose culpable por todo lo que estaba pasando.

—Nadia y yo iremos por el pequeño mientras ustedes distraen a nuestro padre impidiéndole que siga manejando la empresa. La abuela dijo que si estamos todos los herederos juntos superaremos al maldito en porcentaje con nuestras acciones. Al parecer, ella nos las quitó para que nuestro padre no tratara de lastimarnos. Aun así, no le salió bien, ya que él buscó otras maneras de hacerlo. Sin embargo, ahora que ella no está, las acciones vuelven automáticamente a nosotros —dijo Ares a sus hermanos mientras les mostraba un documento—. Ahí está mi firma. Dejo mis acciones en manos de Ulises. Él sabe cómo obligar a nuestro padre a renunciar ¿No es así?

—Nuestra abuela acaba de morir. Nadia y Ulises tienen un hijo que fue secuestrado por nuestro padre y Artemisa está internada en este hospital —Dionisio no podía creer lo frio que era Ares si es que todo eso era verdad—. Deberíamos pensar bien las cosas antes de actuar. ¿No estás de acuerdo Ulises?

—Lo que decida Nadia, para mí está bien. Tendremos tiempo de hacer el duelo por la muerte de la abuela —dijo Ulises, aunque por dentro se sentía muerto. Su abuela había sido como su madre, y que ella ya no estuviera lo hacía sentirse devastado. Sin embargo, saber que tenía un hijo con Nadia y que estaba en las manos de su padre lo aterraba. No podía pensar lo fuerte que Nadia se mostraba frente a tal situación—. Ahora solo quiero que mi hijo vuelva a mí y que Artemisa despierte.

Ulises estaba atado de manos y pies. Quería romperle la cara a Ares, pero si él iba a ayudarlos a recuperar a su hijo perdido no podía decir nada. Incluso si Nadia lo odiaba por no haber sido un buen padre y esposo. Él había jurado protegerla y, sin embargo, no lo había cumplido. Sentía que se merecía todo lo malo que le estaba ocurriendo. Perder el amor de Nadia era más que doloroso.

—Nadia, debemos darnos prisa —dijo Ares y ella tomó su mano—. Ustedes encárguense de congelar las cuentas de nuestro padre una vez que Artemisa despierte. Con ese documento todo será más fácil. En este dice que soy uno de los herederos legítimos, todos deben firmar para que el testamento de nuestra abuela se haga efectivo. Y así tendremos el 60 % de la empresa. El desquiciado ese no podrá tener la dirección y ya no podrá hacer más daño a nuestra familia.

—Espera Ares —dijo Ulises y firmó el documento—. Iré con ustedes. También es mi hijo.

—Por mí no hay problema. ¿Qué piensas Nadia? —dijo Ares sabiendo lo que había conversado con ella antes de ir ahí.

—Ulises, es mejor que te quedes a proteger a Penélope y te responsabilices por la empresa como te lo pidió Ares. Él y yo nos haremos cargo de encontrar a nuestro otro hijo —dijo ella con dolor, pero no podía faltar a su palabra si quería ver a su familia reunida una vez más.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora