Capítulo 12 Carolina

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Jason y yo nos dirigíamos a la tienda. Mientras íbamos andando, mis ojos se fijaron en cómo la calle se estrechaba a lo largo, hasta llegar al horizonte. Los edificios de la ciudad nos engullían; y, para mí, esa era una sensación fantástica. Me sentía como si entre esos edificios nadie me pudiera descubrir ni saber nada de mí. Sentía libertad.

Los edificios de esa calle estaban un poco descuidados, pero continuaban teniendo un aire de lo más artístico: por ejemplo, muchos de los portales del barrio tenían el rostro de Che Guevara pintado en la pared. Los balcones de los pisos estaban decorados con maceteros llenos de rosas, petunias y geranios, juntamente con diferentes banderas de diferentes regiones del mundo, como México, Venezuela, Argentina, Colombia o EE. UU. Se mezclaban millones de etnias, religiones y costumbres en una sola ciudad: todas se adaptaban al barrio del Raval de Barcelona. Daba igual de donde fueras o lo que eras; siempre podías decir que eras del Raval.

Noté los dedos de Jason recorriendo la palma de mi mano. Una intensa emoción me estremeció.

—Pequeña, ¿puedo pedirte algo?

—Claro.

—Me gustaría que me ayudaras a pensar algo para regalarle a Abu. Dentro de dos sem...

—Es su cumpleaños –afirmé.

Jason abrió los ojos, sorprendido.

—¿Cómo los sabes? –dijo mientras bajaba las manos hacia mi cintura.

—Matt me lo ha contado. También me ha dicho que él y Alex le dedicarán una canción escrita por ellos.

—Ya... Es que ellos siempre le hacen el mejor regalo –expresó con decepción.

Aunque Jason siempre intentaba que la gente creyera que a él no le importaban esas cosas, era evidente que le importaba que el regalo de Abu fuera bonito y especial. En realidad, le importaba mucho.

—No soy muy bueno haciendo detalles, ni tampoco comprando regalos. No sé si tú...

Estaba incómodo. Se pasó la mano por la nuca, sin apartar los ojos de mí. Parecía que estudiara mi reacción:

—Me encantaría.

Esbocé una sonrisa socarrona. Sabía que disfrutaría mucho haciéndole una sorpresa a Abu.

—Eres la mejor, pequeña.

Me rodeó la espalda con su brazo y me atrajo hacia su cuerpo. Mi cuerpo se tensó. Levanté la mirada hacia él: me sacaba unos quince centímetros más de altura. A su lado, yo parecía muy bajita. Mientras estaba entre sus brazos, algo se estaba despertando en mi interior. Jason no solo me encantaba físicamente, sino que también me estaba empezando a gustar todo lo que iba descubriendo de él. Estaba descubriendo partes que no me esperaba, para nada, de él.

De repente, noté que Jason se ponía tenso. Fijé mis ojos en la puerta de la tienda: la chica del otro día estaba en la entrada. Era Cristina.

—¿Puedes abrir la tienda mientras yo hablo con ella? –dijo acercando su boca a mi oído–. Solo será un momento, ¿vale?

Asentí. Una punzada de celos me invadió por dentro. No podía negarme a que hablaran, pero la verdad es que deseé que no lo hicieran...

—¡Hola, tesoro! –saludó Cristina con una sonrisa maliciosa mientras se acercaba a Jason.

Mis ojos evaluaron la situación, y evidentemente no me gustaba. Cristina me miró con cara de asesina, lo cual me hizo enfadar. Me miraba con superioridad, como si yo no fuera nadie. Pero... ¿De qué coño iba esa arpía? Pasó por mi lado sin decir nada, como si mi existencia no importara.

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