7- Carolina

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Me reí y él me miró sorprendido. Luego, sus labios dibujaron una sonrisa traviesa, de esas que desaparecen en medio del espacio-tiempo. Le divertía. Le ponía que lo retara. Tal y como me dijo Matt, "si quieres ganarte la admiración de Jasón, no dejes que te gane, ni mucho menos que te domine. Enséñale tu corazón, pero no tu alma hasta que no sea merecedor de ella". Las palabras de Matt retumbaban en mi cabeza, hacían explotar cada una de mis neuronas.

Jasón se acercó a mí con picardía y seguridad. Hizo temblar todos mis músculos: los paralizó e hizo que no reaccionaran a mis órdenes, sino a las suyas. El aire entre nosotros era escaso. Cogió mis brazos y pegó mi espalda contra la pared con suavidad. Su boca estaba tan cerca de mí que mis fosas nasales solo respiraban su aliento. Su agarre no era fuerte, no hacía daño; pero me inmovilizaba y me acorralaba entre sus brazos. Me quería morir. Ojalá hubiera podido desaparecer en ese mismo instante. Mi cuerpo se hubiese trasladado a Marte, a Saturno o a la Luna... Daba igual dónde: todo sitio era más seguro que estar entre sus brazos.

—No juegues conmigo, pequeña... –susurró.

Se le oscureció la mirada hasta solo verse una pequeña circunferencia azul en sus ojos. Su mandíbula se tensó. Dios... ¿Se puede ser fan de una mandíbula? Porque en esos momentos yo lo era de la suya.

¡Las hormonas Carolina... Controla tus hormonas! POR-EL-AMOR-DE-DIOS.

Me quedé mirando su mano, estaba muy cerca de mi cicatriz. Sus manos no tenían un tacto suave, más bien era un tanto áspero... Se movía de arriba a abajo por mis brazos. Mis nervios me subieron a la garganta. Intenté retirarle la mano y escaparme de su agarre, pero él me lo impidió acercando más sus dedos a mi cicatriz. Intenté levantar un poco el jersey con el que yo disimulaba mis penurias.

—Por favor... Para –supliqué.

Noté sus dedos en mi piel abultada, y mis ojos se cerraron. Jasón se inclinó hacia mí y me apretó suavemente la cicatriz con los dedos, como si la quisiera abrazar. Mi piel estropeada, sus dedos ásperos, bestia contra bestia... Todo mi cuerpo se tensó mientras una inesperada descarga eléctrica subía por mi brazo y mis ojos perseguían los suyos en busca de piedad.

—No deberías esconder las heridas que te hicieron ser más tú –dijo con sinceridad.

Sentí un calor en mi corazón. Nos quedamos mirando unos segundos más a los ojos: los suyos no reflejaban piedad, solo admiración; y en los míos no había miedo, solo sorpresa. Mi inocencia contra su oscuridad. La Luna y el Sol. El Ying y el Yang. Dos mundos que no debían mezclarse nunca, y que aun así se estaban mezclando a una rapidez asombrosa.

Retiró su mano y se apartó, dejando entrar aire fresco en mi cuerpo. Un aire que no necesitaba. Solo quería que volviera el aire espeso, ese que crecía cuando él estaba cerca...

—Cierro la caja, reviso unos tiquetes, y nos vamos.

—Vale –logré decir.

Mi cabeza se maldecía a sí misma en silencio. ¿Cómo no pude parar su mano antes de que llegara a mi cicatriz? ¿Cómo mis músculos no fueron capaces de responder a mis órdenes? Maldecía a Abu por hacerme trabajar y dormir con él.

Quise venir aquí para borrar un pasado, había venido con un objetivo... Y él podía romper con todo, incluso conmigo misma si no tenía cuidado. Era consciente de que con Jasón solo había un viaje de ida y que nunca volvería a ser la misma si cruzaba los límites con él. Y eso era, en el fondo, increíblemente tentador...

—¿Lista?

—Sí...

Cerramos la puerta de la tienda y fuimos andando una media hora por las calles de Barcelona, sin hablar; solo nos sumergimos en medio de la ciudad. Nuestros propios pensamientos flotaban en el aire denso que se respiraba por el humo de los coches. Andamos uno al lado del otro. Sin palabras, sin miradas. Solo dos cuerpos que andaban juntos uno al lado del otro. No podía quitarme de la cabeza la situación que había vivido con él hacía apenas unos minutos... Era la primera vez que había dejado que alguien tocara mi herida. Debo reconocer que no me hizo sentir mal o avergonzada, solo sorprendida. Sorprendida de que él hubiera sentido admiración al sentirla, y que a mí no me hubiera incomodado sentir sus dedos encima de ella.

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