Capítulo 20 Carolina

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Por fin decidimos salir de la habitación como los seres humanos que somos; humanos que interactúan con palabras, y no con gemidos. Tocaba pasar un rato con los demás y alejarnos de esa cama que tantos recuerdos buenos había dejado marcados en mi mente.

Jason me mostró el universo a través de sus besos y caricias durante casi todo el fin de semana. Compartí parte de mi dolor con él y aprendí que la piel se puede marcar con amor. Llenamos nuestros corazones con música suave, sensual y erótica; pero també llené algo que nunca pensé que llenaría: llené mi alma de paz y tranquilidad. Por primera vez en mucho tiempo, escuché paz dentro de mí. Fue un silencio cómodo que hacía que mis respiraciones fueran pausadas y tranquilas... En definitiva, estaba en un espacio seguro del que me costaría mucho marcharme.

Jason hizo un suspiro, entre cansado y feliz. Era como si expresara que no quería irse de casa, aunque en el fondo sabía que se lo iba a pasar bien:

—No hace falta que hagamos turismo ni pasemos rato con ellos, ¡los vemos cada día! –se quejó–. Prefiero hacer turismo por tu cuerpo –dijo mientras acariciaba mi espalda desnuda con las yemas de sus dedos.

—Jason... Venimos a celebrar el cumpleaños de Abu –le recordé.

Jason suspiró. Yo me levanté para ir a darme una ducha rápida y prepararme para salir a comer con Abu, Alex y Matt. Mientras encendía el agua de la ducha, Jason se puso detrás de mí y me hizo girar hasta que quedé delante de él. Lo siguiente fue... Fue... Digamos que fue como siempre: maravilloso. Me subió encima de él mientras yo enredaba mis piernas en su cintura. Acarició mis pechos y besó fuertemente mis labios. La mirada nos ardía con pura intensidad... Jason tomó posesión de mi cuerpo y me robó infinidad de besos. Nuestras respiraciones se convirtieron en jadeos y... Bueno... Ya os lo imagináis, ¿no? Sentí el agua correr entre nuestros cuerpos. Sus manos y las mías se buscaban, nuestros cuerpos se frotaban... No lo podía disfrutar más. Disfruté cada momento, cada segundo, y cada milisegundo que pasaba con él en esa habitación.

Por fin estábamos los cinco dando vueltas por el pueblo y haciendo turismo rural. Nos reímos y discutimos de temas que nunca solucionaríamos: el mundo, la política; en fin, de todo y de nada a la vez. Por su lado, Matt había insistido mucho en que fuéramos a un bar en concreto a tomar algo. Pedimos cada uno alguna tapa para comer y charlamos durante horas. Observé a Matt: parecía que buscaba algo, o a alguien. Desde la mañana se había paseado con un libro de color rosa dorado entre sus manos:

—¿Qué buscas? –pregunté girándome hacia él, mientras los demás seguían discutiendo sobre política.

—Perdona, ¿qué? –preguntó mientras sus ojos seguían fijados entre la gente de ese bar.

Ladeé la cabeza un poco enfada. ¿Me estaba ignorando? Suspiré cuando sus ojos se posaron en los míos.

—¿Qué buscas con tanto empeño? –pregunté.

—A una chica –contestó mientras seguía observando.

Puse los ojos en blanco. Sí: muy típico de Matt.

—No hagas eso –dijo un poco molesto.

—¿El qué?

Volví a poner los ojos en blanco.

—Exactamente eso –dijo mientras señalaba mis ojos–. No es lo que piensas: a esta chica no la quiero para lo que tú crees.

—¿Ah no? ¿Y qué tiene ella de especial? –pregunté mientras alzaba una ceja.

Matt me ignoró. Me giré hacia él, molesta, y vi que Matt sonreía. Estaba mirando a una chica de pelo largo castaño, que iba acompañada de un chico rubio de ojos azules extremadamente guapo. Eran físicamente muy similares: algún parentesco familiar les debía unir. Fijé mi mirada en Matt y lo vi sonreír de nuevo. Después, levantó el pequeño libro que llevaba en la mano, lo maneó un poco en el aire y luego le hizo un guiño a la chica. La verdad, yo no estaba entendiendo nada de nada... ¿Qué tenían Matt y esa chica? ¿Quién era? Me di cuenta de que la chica apretó los puños con fuerza y juro que leí en sus labios la palabra "capullo". Sorprendida, abrí los ojos de par en par y volví a mirar a Matt.

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