Capítulo 13 Carolina

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—Espero que tengáis un buen motivo por haber dejado la tienda sola. No solo eso: la tienda sola y con Carmecilla dentro, esperando que uno de los dos apareciera para poder cobrarle la cuenta –dijo Abu enfadada, mientras andaba de un lado a otro del comedor.

—Lo siento mucho, Abu... –respondí mirando a mis pies.

—Más os vale sentirlo mucho. Carmecilla es una clienta fiel desde hace muchos años y me ha llamado muy enfadada porque hacía rato que os estaba esperando. ¿¡Cómo se os pasa por la cabeza dejar la tienda sola con una clienta dentro!?

—No volverá a pasar nunca más. Lo juro –respondió Jason seriamente.

—Eso espero –suspiró Abu.

Abu nos miraba a Jason y a mí con una mirada irada. Apretó los labios para contener sus palabras; hay que reconocer que nos las merecíamos. Se sentó en la silla de la mesa del comedor y cruzó una pierna sobre la otra. Después, puso las manos sobre la rodilla y nos miró fijamente: estaba claro que nos esperaba una charla larga y extensa.

—Jason, vete a la habitación a descansar... Tienes cara de no haber dormido en una semana y quiero hablar a solas con Carolina –ordenó.

Tragué saliva de golpe.

—Pero ella no tiene la culpa de nada, Abu. Yo...

—Ella tiene tanta culpa como tú. Los dos sois adultos y tenéis una responsabilidad. No podéis hacer lo que os dé la gana y menos faltar a las obligaciones de vuestro trabajo y jugar con el pan de la familia.

—No pienso irme; y aun menos si quieres hablarle de algo que hicimos los dos. No pienso irme, Abu –finalizó Jason.

Las manos me temblaban. No me gustaba que discutieran y, en el fondo de mi corazón, me sentía muy culpable por haber defraudado a Abu y haber dejado la tienda sola. Me sentía avergonzada por todo lo que había hecho.

—No quiero hablar con ella de este tema concretamente. No me hagas enfadar más y vete al cuarto, Jason.

Jason se pasó una mano por la cara y suspiró, rindiéndose sin apenas aliento en el cuerpo... Se giró hacía mí, alargó su mano y me retiró un mechón de pelo de la cara. Acercó su boca a mi oreja:

—Te espero en nuestra cama. Yo también tengo que hablar contigo... –susurró.

Le miré y abrí los ojos a la vez que me ruborizaba.

—Jason, ¡vete! –dijo Abu, impaciente.

—Tranquila, en el fondo es como un Yorkshire: ladra mucho y muerde poco.

—¡Jason! Te estoy escuchando. Lárgate antes de que te suelte una colleja.

Finalmente, Jason empezó a caminar y se alejó de nosotras. Solo pasaron unos segundos hasta que entró en la habitación, pero me dio tiempo a pensar en casi todo. Me aterraba lo que podría decirme Abu...

Cuando nos quedamos solas, ella me miró sonriendo. Eso sí que no me lo esperaba. Parecía haber pasado de estar enfadada a estar sonriendo... ¿Me había perdido algo en esos segundos, mientras mis ojos miraban cómo Jason se alejaba? Os voy a decir algo: no hay mejor actriz en el mundo que una mujer que lleva toda la vida sobreviviendo. Y aún lo eres más si eres un poco mayor, porque sin duda los años te enseñan el arte del engaño.

—Dime que es verdad que le tiraste las llaves de la tienda a la cara cuando estaba con esa mujerzuela –me preguntó mientras se le escapaba una pequeña sonrisa–. Ven, siéntate y cuéntale a esta anciana cómo fue todo, porque casi no me lo creí cuando Carmecilla me lo contó por teléfono.

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