Capítulo 18 Matt

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Jason y Carolina no aparecieron a las nueve, así que entendimos que estaban ocupados. El resto, fuimos a cenar a un restaurante llamado "Les set fonts", situado al lado de las siete fuentes del deseo. Abu se pasó toda la cena sonriendo con nostalgia: era justamente en ese lugar donde estaban todos los recuerdos de aquella niña que un día fue.

Fue una cena tranquila. Cuando llegamos al postre, Alex y yo le dedicamos la canción que le habíamos compuesto: Alex tocaba la guitarra, y yo cantaba mis letras. Aplaudió y nos besó como si fuéramos el mejor grupo de música del mundo, sin importarle que la gente nos mirase. Después, nos pidió que la dejáramos sola en ese rincón del mundo que tantos recuerdos le ofrecía. Le dimos un casto beso en la mejilla y nos fuimos al hostal para regalarle esa privacidad que tanto merecía.

Llegamos a la habitación y me tiré en la cama contemplando el techo blanco con una mirada perdida. Mis pensamientos fluían por mi mente mientras escuchaba de fondo la música de Alex. Rock. No me sorprendía, le encantaba; y a mí, con los años, algunas de sus canciones ya me habían llegado a gustar.

Moví la cabeza y sonreí.

-¿De qué te ríes? -preguntó Alex.

Alex estaba sentado en su cama con un cuaderno y un bolígrafo en la mano, para apuntar cada nuevo acorde que le viniera a la cabeza. La música era su vía de escape para ordenar sus emociones y controlarlas al mismo tiempo.

-De nuestro hermano Jason -sonreí.

-¿Y qué te hace tanta gracia? -preguntó alzando la ceja.

-Se ha vuelto el perro faldero de Carol -me burlé-. El impenetrable y fuerte Jason, dominado por una chica de metro sesenta.

Nos miramos y nos reímos a carcajadas. Me hacía feliz cuando Alex y yo compartíamos esos ratos de hermanos. La gente nos preguntaba a menudo quién de los dos era el mayor; la respuesta siempre era la misma: No lo sabíamos. Y era totalmente cierto. Aunque Alex piensa que el mayor era yo. Y en el fondo de mi corazón también lo sentía así. Con él me he comportado como lo haría un auténtico hermano mayor, lo protegía del mundo, mientras que él ha a sido más irresponsable y a la vez más infantil. Llegando a la conclusión que el mayor era yo y el pequeño por unos segundos o minutos era él.

-Alex, ¿para quién son los acordes que tocas? -Pregunte curioso.

Sentí que de alguna manera esos acordes mantenían un secreto bajo llave. Él resguardaba sus sentimientos detrás de todo lo que tocaba.

-¿Por qué me preguntas esos?

-Porque me intriga, y porque últimamente tus acordes solo son tristes- puntualice.

Dejó la guitarra y el cuaderno encima la mesa, y se tumbó en la cama con las manos en la nuca. Me miró unos segundos y suspiró.

-A alguien a quien no le gusto lo suficiente. Le gusto, de eso no tengo duda pero está enamorada de otro y me hierve la sangre - apretó los labios con fuerza contenido la irá.

-Supongo que tendrás que olvidarla...- dije con cautela de no herir sus sentimientos.

- Créeme eso intento, pero mi cabeza no deja de recordarmela a cada instante.

-Lo siento hermano, a veces el amor es una mierda.

-Ya te dijo...- sonrió

Me tumbé a su lado y nos quedamos callados, mirando a la nada. Con él, los silencios nunca eran incómodos: Alex acompañaba el silencio sin interrumpirlo ni incomodarlo. No sé cuánto tiempo pasó, pero al cabo de un buen rato me di cuenta de que necesitaba despejar un poco la mente e irme a dar una vuelta. Solo, únicamente conmigo mismo.

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