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Eric se encontraba en su sitio habitual favorito para pasar el rato: un restaurante de buena calidad que pocas veces se daba el lujo de pagar. Había gastado casi todos sus ahorros en enviarle dinero a su madre y en surtir su pequeño apartamento en Denver.

Se había tomado la molestia de darse un pequeño día libre, aunque realmente no tenía un trabajo, ni siquiera estudiaba. Solo era una tonta excusa para poder tener un día en paz sin ningún imbécil molestándolo a tan temprana hora.

Eran las 8:32pm.

-¿Algo más, corazón?- Preguntó la amable mesera al ver que el chico, o bueno, chica en ese preciso momento, ya había finalizado su plato.

Éste solo se negó a asentir con la cabeza y agradecer por lo bajo con una pequeña sonrisa a la mesera, que posteriormente luego de la acción de Eric, solo se llevó sus platos y se marchó de su mesa, dejándolo solo en donde se encontraba sentado. El restaurante estaba casi completamente vacío, junto con él quizás habían tan solo unas 8 personas más que estaban a muchas mesas de distancia de él. La música era relajante y suave, tanto que le causaba una sensación de calma incluso entre escasos pero altos ruidos de platos y conversaciones ajenas.

Después de mirar un rato hacia la nada dejándose llevar por la tranquilidad del lugar, tomó la decisión de revisar su celular que tenía en silencio, ya que antes de eso no quería saber un carajo de nadie.

Revisó sus notificaciones y sus chats sin leer, y entre esos se encontraba un mensaje reciente de Wendy, que amablemente le decía que si podría acercarse al local en dónde solía pasar sus ratos más entretenidos y a la vez, completamente desagradables

"Eric, cariño, vienes hoy? Llegó un hombre hace un rato, está preguntando por ti"

Realmente Cartman no le sorprendía que algún hombre lo buscara para mirarle el trasero gordo que cargaba encima. Lo raro era que, no solo Wendy le había escrito diciéndole eso, sino que también Bebe, una de las dueñas del sitio y también buena amiga de él, le escribió avisándole el mismo hecho sucedido.

"Dile que se joda, hoy no pienso ir" Escribió en el chat, y una vez pulsada la tecla de enviar, apagó su teléfono nuevamente. Con Bebe ni siquiera se tomó la molestia de responderle.

-Qué mierda, no dejan de joder esos imbéciles. -habló para si mismo, pensativo y a la vez algo enojado por lo que le dijeron. No hubiera encendido ese estúpido teléfono.

Algo curioso, empezó a pensar en la razón por la cuál ambas chicas le habían escrito de que alguien lo buscaba, al parecer podía ser alguien importante; decir que, normalmente si alguien preguntaba por Eric, o más bien, por Irene, solo se molestaban a decir que no asistiría ese día. Inclusive con tanta insistencia, no llegaban al punto de enviarle mensajes ambas chicas.

Después de pensarlo por un rato y de luchar contra sus demonios internos que le decían que no, mientras que otros le decían que sí, finalmente tomó la decisión de ir a ver qué ocurría y quien carajo lo buscaba.

Con una mueca de disgusto y flojera, procedió a levantarse de la mesa, tomar un suéter que iba a juego con como estaba vestido en ese momento, salió del local hacia su, podría decirse que a su trabajo.

Ni siquiera se tomó la molestia de pagar por un taxi para acelerar el paso, quiso caminar ya que no quedaba lejos, y tampoco iba a darle el lujo al hijo de puta que lo hizo ir hacia allá en primer lugar.

- ¡Eric! Que bueno que llegas. -exclamó Wendy, quién sonrió al verlo llegar de lejos.

-Sí sí, como sea. -habló sin ánimos y sin el mismo entusiasmo de Wendy. Ella comprendió su rechazo y su frialdad.

-Ya sé que estás enojada, pero no es mi culpa nena. Ese idiota te ha estado buscando como un maldito desesperado porque necesita hablar de forma urgente contigo.

Cartman no hizo más que escuchar las palabras de su amiga pelinegra para posteriormente buscar con la mirada a aquel dicho hombre que tanto lo buscaba. Si decía algo al respecto sobre acostarse con él, no dudaría en darle una patada en las bolas por hacerle perder tanto el tiempo.

Sí, estando en su personaje, Irene realmente no aceptaba acostarse con ningún sarnoso de la calle así por la cara. Mucho menos si le hacían enojar o la hacían ir de mala gana y casi obligada al sitio, tal cómo ahora.

Realmente, Eric nunca puso una cantidad exacta para que él diera su preciado culo, porque literalmente por más dinero que le ofrecieran, no iba a hacerlo, nunca lo haría.

Obviamente mentía, por supuesto que se había acostado con gente, pero no tantas como cualquiera que lo haya visto lo creería. Quizás 9 personas en su vida fue lo máximo: Heidi podría ser un buen ejemplo.

Aunque Eric se consideraba abiertamente pansexual, con Heidi se sintió disgustado y en pocas palabras, no le gustó y le dio asco. No era porque Heidi le daba asco, no en parte: era porque dar no era lo suyo.

Sí, ahí estaba la respuesta, se dio cuenta de eso fue cuando se acostó con una segunda persona: un hombre realmente atractivo y pelinegro que llamó su atención tan solo la primera semana que fue a visitar ese bar al que ahora solía ir seguido. Se dio cuenta de que era alguien del gobierno porque recuerda que este estaba pasado de tragos y le contó su vida entera. A Eric le hartó ese imbécil, pero disfrutó su compañía.

Su segunda víctima, o más bien, de quién fue víctima en segundo lugar, fue uno de sus mejores amigos, Kenny McCormick; un momento de calentura y tragos de más fue suficiente para que ambos llegaran al punto de follar. Ninguno lo tomó como algo personal, cada quien siguió con su vida después. Su amistad se fortaleció inclusive un poco más. Igualmente de pequeños se habían visto sus penes cientos de veces, eso fue como un momento de chill entre dos amigos con una confianza plena.

Poco a poco, vinieron más hombres, todos ellos políticos importantes y de mucho poder que le ofrecieron demasiado por acostarse con aquel chico fan de vestirse como una muy sexy mujer. Tanto fue ésto que lo llevaron a sitios privados, fiestas y a mansiones muy lujosas, llegando así a ver cosas increíblemente desagradables inclusive para él en esos sitios cuando iba muchísima gente de poder, celebridades, diputados y hasta narcos a esas reuniones privadas.

Y ese era el motivo por el cuál ahora lo buscaban. Pero él lo desconocía por completo.

GOVERNMENT HOOKERS - Kyman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora