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Pasaron al rededor de tres días después de aquel acontecimiento ocurrido. La información que había obtenido sobre a donde iría, qué es lo que haría y como, ya estaba dada su persona y ya sabía cuál era su trabajo. Nada más le quedaba partir hacia Virginia.

Salió de la ciudad donde él se mudó cuando cumplió los 22, dejó a sus dos gatos con su madre que esta gustosa y feliz los aceptó en su casita. Se despidió de sus pocos amigos que tenía, le había contado a Wendy sobre su trabajo nuevo y felizmente le aplaudió y lo felicitó.

—Felicidades, Eric. Eres oficialmente una perra profesional. —Esto lo hizo ahogarse con saliva por la inesperada respuesta, pero a la vez se enorgulleció porque en parte era cierto.

Pero jamás le debía comentar a quien tenía que sacarle información y delatar brevemente a los investigadores para quien ahora trabajaba, a nadie. Nunca se sabía quien podría estar escuchando. O algo así le dijo Scott.

Lo recordó perfectamente pero aún así le dijo a Wendy, sabía que ella era buena guardando secretos. Se dio cuenta de esto las primeras semanas que le contó su gusto por el travestismo. Pasaron 4 años y nunca nadie lo supo, no hasta que Eric, decidido, haya revelado ese pequeño gusto que ocultó tanto tiempo. Ahora era dos personas geniales y se sentía libre, valiéndole mierda la discriminación que sería capaz de recibir por éste gusto.

A la mierda, después de todo solo la criticarían señores que en sus épocas se condebana con pena de muerte a todo aquello que vieran como incorrecto o como pecado.

También se lo contó a su mejor amigo, Kenny, quién este lo que hizo fue felicitarlo con algo parecido a lo que dijo Wendy, pero más morboso y extraño como el completo hijo de puta enfermo que seguía siendo.

—¡Joder, estás enfermo, Kenny! —Le gritó con indignación y completo asco, incluso a pesar de que lo que dijo podía ser cierto.

—Vamos, sabes que tengo razón...—Soltó una risita —Como sea amigo, que te vaya genial en Virginia.

Eric vio como mejor idea no decirle nada a Kenny sobre Kyle, ya que esto podría ser incómodo después de enterarse de cosas que habían pasado hace años, pero que eran heridas aún abiertas que dolían como el infierno cuando intentabas tocarlas.

Llegó finalmente el día de su partida hacia el nuevo estado, tenía sus maletas hecha. Esa mañana hacía frío, lo que hizo que se pusiera cómoda. Total, llegaría directo al hotel a comer y a dormir quien sabe cuántas horas.

El aeropuerto fue un tema cansado y agotador. Una completa mierda. La gente del avión fue amable y bueno, no podía quejarse del servicio, ya que la asociación donde trabajaba aquel diabético que le ofreció este trabajo le pagó la primera clase.

Estaba tranquilo, su trabajo era realmente sencillo comparado a las estupideces que hizo de niño, lo bueno tambíen es que no implicaba cambiar su personalidad o sus gustos por el travestismo y se dio cuenta de esto cuando llegó finalmente al increíblemente hotel VIP.

El hotel era un resort de lujo extremadamente privado y caro. Solo gente muy poderosa e importante de ciertos grupos del país iba ahí a quedarse y a pasar días, semanas e incluso meses.  Tenía tres sedes de habitaciones agrupadas por categoría. Un bar, un casino, dos restaurantes, un amplio campo donde jugabas variedad de deportes, una piscina, y, por último... un prostíbulo.

Estaba construido en una zona urbana muy oculta pero realmente concurrida por gente de la zona y de esa gran ciudad que rodeaba todo ese inmenso y caro hotel, más ningún negativo podía entrar por más dinero que pagaran. Necesitaban cierto permiso especial.

Y Eric tenía uno, pero no como huésped importante, sino más bien como empleada del prostíbulo que este hotel portaba dentro de sus puertas.

Recordó que Scott le dijo que ese lugar era completamente privado, y que quizás no le iba a gustar ver ciertas cosas, pero al diablo; si era necesaria la terapia, este se la pagaría sin duda.

GOVERNMENT HOOKERS - Kyman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora