X. "Deseos Molestos I"

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No era el tipo de hombre que se dejaba llevar por sus deseos. Crecer como hijo de Luca Mazzarella me había enseñado de la forma más dura que los deseos carnales y los sentimientos te vuelven propenso a que las personas te traicionen. Los sentimientos y cualquier tipo de relaciones personales eran meras distracciones que no me podía permitir, no si quería mantener a la organización estable y a mis hermanos a salvo.

Eran demasiadas responsabilidades que simplemente nunca me habían dejado el tiempo para que me preocupara por satisfacer mis necesidades más básicas. Y con esto no quería decir que nunca había follado, claro que lo había hecho. Tuve lo suficiente de eso hasta hastiarme, lo que hacía que ahora no fuera fundamental para mí.

Al mismo tiempo que las mujeres en mi mundo comenzaron a hartarme cuando decidieron que era buen material de esposo, no lo era y nunca lo sería. La sangre asquerosa de mi padre corría por mis venas y el simple hecho de escuchar el apellido Mazzarella junto a mi nombre debería de alertarlas, pero parecía que las alentaba más en mi dirección.

Y aun sabiendo que era peligroso, que estaba defectuoso y roto, el solo hecho de ver a la señorita Navarro, arrodillada en mi oficina, me hizo querer mandar a la mierda todo en lo que creía, porque el ver sus singulares ojos hermosos mirarme, hizo que algo en mi pecho se despertara, algo que pensé estaba muerto hace mucho tiempo.

El deseo había invadido mi sistema todo el tiempo que Catalina había permanecido en esta habitación conmigo, y eso solo me hizo sentirme cabreado tanto con ella como conmigo mismo, y me había odiado en el momento en que le hice creer que su trabajo me era indiferente, lo cual no era verdad. Sí, no lo conocía, pero eso no significaba que no tuviera curiosidad por conocerlo. Simplemente, necesitaba conservar una fachada.

Y el conocimiento de saber que el estado de ánimo o la opinión que aquella mujer tuviera de mí me afectaba, me hacía sentir confundido y molesto. ¿Cómo era posible que una simple mujer me hiciera sentir así? ¿Que su simple presencia tuviera tanto poder en mí? Era inaceptable.

Y, aun así, deje que se fuera de mi oficina dejándome con las palabras en la boca y con la polla dura. La señorita Navarro simplemente no sabía en donde se había metido, su negativa simplemente había sido un catalizador para despertar mi vena competitiva. Nadie rechazaba a un Mazzarella y me aseguraría de que ella no fuera la primera.

Sabía que entrar en esta persecución, era una muy mala idea, la voz de la razón me decía que siguiera adelante, que olvidara a Catalina y me concentrara en el trabajo que vine a hacer a este país, pero algo mucho más profundo me decía que sería un estúpido si simplemente decidiera ignorar la atracción que aquella mujer había despertado en mí.

La deseaba, la deseaba como nunca había deseado a nadie ni a nada en mi miserable vida. Y por primera vez, quería dejarme llevar y consumir, por lo que hacía tantos años me había negado a mí mismo.

Ilustrando tus Deseos I (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora