Inevitable Odio |BL|

06| Malas intenciones

|Malas intenciones|

Gabe

Si me dieran a escoger entre morir de la forma más atroz posible o vivir con el promiscuo y patético de Logan Kessler preferiría terminar con mi existencia de una vez por todas.

Y no, no era un maldito chiste.

Hablando en serio, si quisiera hacer una lista del millón de razones por las que no lo soportaba me haría falta tiempo y aliento. Era un tipo de lo más insufrible, pretencioso e inútil. Además, dudaba que pudiese limpiarse el culo por sí solo.

Logan era el típico idiota nacido en cuna de oro que cuanto mucho sabia deletrear su propio nombre. Probablemente la única aspiración de su día a día era dedicarle esmero a su apariencia, beber champagne y enrollarse con cualquier ser vivo que mostrase signos vitales.

Para algunos era la clara definición de un chico bien parecido, educado y amable. En cambio, yo veía a un narcisista con un severo problema patológico de amor a sí mismo.

Lo peor del caso es que poseía un índole frívolo y superficial que hacía imposible convivir con él como la gente normal. Tal vez Logan lo consideraba una virtud ya que con eso atraía a sus víctimas –todos ellos ciegos, obviamente–pero a mí me parecía mortificante dado que era intransigente ante su encanto de baboso número uno.

Para ser preciso, no había nada en él que me agradase.

Lo odiaba.

Lo odiaba tanto que a veces me costaba plantar los pies sobre la tierra cuando estaba presente. Cada maldita vez.

De alguna manera desde el instante que coincidimos había logrado enterrarse en mi piel como una puta espinita, lo que significaba que no era de mi humilde devoción. Desafortunadamente para el estirado esa tirria permanecía vigente hasta la fecha, cosa que, detestaba aún más porque odiar era un sentimiento y yo no quería sentir nada por él.

Absolutamente nada.

Así que vivir juntos no era la idea más brillante del mundo.

¿Quién garantizaba que no acabaríamos matándonos el uno al otro en el proceso?

No confiaba en él.

Tampoco en mí.

Y todavía menos en Dax que continuaba insistiendo con el tema a pesar de los incontables «no» que disparaba mi boca.

—Si tu plan es follartelo no me metas porque te cortaré los huevos y me haré un collar con ellos —le advertí en voz alta.

—¡Estás tergiversando las cosas!

—No mientas —empuñé la trazadora mientras afinaba los últimos retoques del tatuaje—. He visto lo suficiente para discernir qué quieres tener una aventura con él, ¿por qué? Bueno, estás demente. No cabe duda.

Lo escuché resoplar.

—Estoy haciendo lo que me gustaría que hicieran por mí si estuviera en su situación —justificó.

—¿Entonces no quieres enrollarte con él?

—Viejo, si fuese un tío de una noche no me negaría, pero respeto el código. Es el ex de mi hermano. Listo.

Fue mi turno de poner mala cara.

—No me agrada.

—A ti no te agrada nadie.

—Con mayor razón.

Por el rabillo del ojo divisé que estaba remendando mis gestos, haciéndose el gracioso. Desearía poder quitarle esas ideas absurdas, pero sé que no se daría por vencido y es que entre más lo pensaba, más me cabreaba.