17| Romper el hielo

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|Romper el hielo|

Gabe

—Fumar mata, viejo.

Dax golpeó su palma contra mi cráneo, la fuerza ejercida impulsó a mi cabeza ir hacia adelante. Le atizé un puño en el abdomen, los insultos muriendo en su lengua mientras se reía y estiraba el brazo.

—Dame —intentó tomar el pitillo que sostenía entre los dedos, lo alejé de su alcance haciéndolo fallar en la misión.

Logré arrancarle un gruñido.

—Egoísta.

No dije nada. Presioné la espalda contra la pared de ladrillos rojos, los ojos fijos permaneciendo en el cielo estrellado.

—¿Te ocurre algo malo? —preguntó entonces, arqueando una ceja castaña.

—No.

Expulsé el humo, el estrés disminuyendo una ración considerable tras inhalar.

—Habías dejado el vicio.

—¿Y?

—Pasa que solo fumas cuando estás preocupado o sufres de una crisis —me escaneó por el rabillo del ojo, la angustia colándose en su rostro—. Lo mismo pasa con el alcohol.

—Estoy bien —aseguré aunque no era del todo cierto.

—Gabe... —me tocó el brazo forzándome a corresponderle la mirada—. Mentir para convivir es una mierda, ¿escuchaste?

—Fuerte y claro.

—Puedes desahogarte conmigo —sonrió de lado con la esperanza de convencerme—. No precisamente dialogando. Podemos tener una noche de chicos en casa.

Fruncí los labios, procesando lo último.

—¿Cómo una pijamada? —lo pinché un poco.

—Si, y él que se duerma primero le pintaremos un pene en el cachete.

Me arrepentí de abrir la boca. Aún sin entenderlo choqué mi hombro con el suyo y le bajé la gorra a la mitad de la cara, tapándole el campo de visión. Me dio un manotazo, ofendido.

—Olvídalo, ya no somos niños —entró en razón.

Encogí los hombros.

—¡Ya se! Te presentaré una amiga —añadió.

—O puedo limitarme a conocer la soledad. Ella me agrada —decidí por el bienestar de mi salud mental y aplasté el cigarro con la suela de las botas.

Dax respiró fuerte a través de la nariz.

—Conocer gente nueva te subirá el animo, créeme.

—No —respondí seguro.

—Hazme caso, con la compañía correcta los problemas dejan de hacer ruido.

—Dax, no insistas —le paré el tren.

Ansioso y con los nervios a flor de piel saqué otro cigarro del empaque, Dax me lo arrebató antes de encenderlo y lo arrojó lejos. El fastidio se elevó, quemándome la garganta.

Inevitable Odio |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora