04| Cinco dólares y un impostor

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|Cinco dólares y un impostor|

Gabe

—Cinco dólares.

—Tocar mi culo vale más que eso.

La rubia frente a mí apretó los dientes ante el tono amenazante de mi voz. Sin importar cuanto necesitará el dinero no iba a ceder por cinco malditos dólares.

Era pobre pero no conformista.

—Pague por ti —me recordó como si estuviera interesado en escuchar sus absurdas explicaciones.

—Pagaste por un baile privado no por tocar mi trasero.

—Es casi lo mismo.

—¿No sabes leer? —señalé el letrero colgado en la pared, las letras en rojo vivo explayaban: "Prohibido el contacto físico" La molestia se reflejó en sus rasgos tan pronto descubrió que no trataba de tomarle el pelo. Cuando se giró hacia mí avergonzada, añadí—: Apuesto que no sabes ni contar.

En cámara lenta presencié que la arteria de su frente se inflamó, patentizando su furia. El drama me resultaba sumamente familiar que a penas me esforcé en trasmitir emociones erróneas. Seamos honestos, aquí el indignado era yo.

—A comparación de ti que es posible que no hayas terminado la primaria, yo estudie cinco semestres de derecho en Harvard—se defendió con fiereza.

—Cosa que no ayudó a que progresaras en la sociedad —gruñí sin un ápice de amabilidad—. Felicidades. Ahora, lárgate.

Ella abrió la boca, pasmada y después la cerró sin saber muy bien que decir. Puse los ojos en blanco. Este tipo de embrollos ocurría la mayor parte del tiempo que ya me había acostumbrado a tolerarlo. Sin embargo, era la primera vez que ofrecían cinco dólares por tocarme. ¿Cómo no iba a ofenderme? Mi ego se hacía trizas solo de recordarlo.

—Esfúmate de mí vista —continúe.

—¡Eres un patán irrespetuoso!

—Gracias.

—¡Debería darte vergüenza tratar a una dama de esta forma, animal!

En lo que respecta escuchaba esa débil y obstinada voz en mi cabeza cantando una y otra vez: No le sigas el rollo. Abstente de cometer errores. No vale la pena. El mismísimo infierno estaba al tanto de lo mucho que me esforzaba en no darle pie a mi lenguaje viperino.

De vez en cuando la gente se merecía una nariz rota.

—Le diré a Enzo que te despida —me amenazó, yendo hacia la puerta.

—Suerte con ello.

—¡No olvides que soy la que te da de comer!

—Tus malditos cinco dólares no cubren ni la mitad de un Got Dogs de la esquina —exploté, siendo consciente de que la paciencia no era mi mayor cualidad. La rubia contuvo un gruñido.

Honestamente, a estas alturas estaba cansado de lidiar con la mujer ebria y adúltera. La situación ya era bastante complicada porque ella era obstinada. Pero yo lo era el doble. Justo como un grano en el culo, imposible de reventar. Con el tiempo me había acostumbrado a intimidar a los demás, a cualquiera que no estuviera a la altura. Con un simple chasquido los tenía encogiéndose de miedo y eso, me mantenía al margen, fuera de problemas.

Pero esta vez estaba siento todo lo contrario.

Respiré hondo y enderecé los hombros, con la esperanza de salir de la realidad, pero no funcionó puesto que ella seguía aquí, gritándome en la cara.

Inevitable Odio |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora