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― Slime, abrázame ― exigió el menor con voz autoritaria, y el alfa en modo automático lo rodeo con sus brazos, dejando que ambos pechos estuvieran aún más pegados. 

La imagen era comprometedora, Mariana mantenía sus piernas a cada lada de las caderas de Slime en cuanto su torso entero estaba recostado sobre el pecho fuerte del mayor, al igual que su cabeza, que estaba muy cerca de hundirse en el hueco de su cuello, su respiración se sentía caliente justo allí, causándole cosquilleos a su esposo, que luchaba por mantener sus manos solo sobre su espalda, dando suaves caricias que el omega parecía amar, delicados toques lejos de una connotación sexual, porque eso no era lo que Mariana estaba buscando. 

A solo días de que el celo de su esposo se manifestara con todo su esplendor se encontraba en una fase que el alfa decidió nombrar como "pre celo", porque siempre sucedía, no tenía idea de si otros omegas pasaban por lo mismo, pero Mariana definitivamente sí. Eran días donde sólo quería ser mimado, que lo trataba forma suave y con delicadeza, entonces Slime no podía negarse a ello, porque aunque muchas veces se quejara, él adoraba ser partícipe de esta fase, llenarlo de pequeños besos y caricias, atender a sus tontos berrinches y satisfacer sus caprichos. 

― ¿Estás cómodo? ― preguntó el mayor, esperando que dijera que no, porque él definitivamente no lo estaba. 

Amaba mimarlo, sí, pero esa no era la posición correcta, las cosas podían salirse de control y no necesitaba a Mariana enojado, unos meses atrás cometió el error de pensar que el omega querría llevar las cosas más lejos, pero estaba tan equivocado... Terminó con su esposo llorando, diciéndole que era un insensible por solo pensar en él como un objeto de places y no como a un esposo al cual consentir; desde allí supo que él sólo quería sentirse amado en esos días previos, no deseado como cuando estaba en pleno celo. 

― Sip ― respondió bastante seguro, sin pensarlo dos veces ― ¿Quién dijo que pararas con las caricias?  

El mayor rodó los ojos pero no replicó, continuando con las caricias del inicio de su espalda a la espalda baja, todavía no tenía permitido ir más abajo, la respuesta de Mariana fue inmediata, suspirando complacido, tanto que sus fermonas comenzaron a llenar la habitación con su dulce aroma, relajando a su vez a Slime, su parte alfa se rendía totalmente ante el aroma de su omega, por lo tanto era una acción que les agradaba a los dos. 

Todo parecía ir bien, estaban acurrucados proporcionándose calor mutuamente y dándose cursis muestras de afecto, pero cuando de la nada el pecho de Mariana comenzó a subir y bajar con rapidez y también empezó a sorber su nariz con bastante continuidad, Slime entendió que las hormonas alteras de su esposo comenzarían a actuar. 

― ¿Ahora qué sucedió? ― farfulló con amabilidad, buscando el rostro de su esposo, pasando de acariciar su espalda a acariciar sus suaves cabellos. 

 Su omega hipó, dejándole ver su rostro con rosadas mejillas y nariz, dios era tan adorable, pero no era momento de pensar eso, el menor estaba pasando por una loca lucha hormonal. 

― Es que e-eres hermoso ― gimoteó como si de un gran problema se tratase.  

Slime no sabía si reírse o tomarlo en serio, pero al notar algunas lágrimas descender de sus cristalizados ojos supo que las hormonas no estaban de juego. 

Les gustaba mucho jugar con el psicólogo de su esposo ¿Verdad? 

― Lo sé, pero ¿qué sucede con eso? ― insistió el mayor.  

Mariana lo miró con seriedad, como si estuviera haciendo una pregunta totalmente estúpida que no merecía respuesta. 

― Que todos lo notan ― siguió comentando entre hipidos ― como la estúpida del supermercado, querrán arrancarte de mis brazos. 

¿Su esposo de verdad estaba llorando por eso? Rió bajito tratando de no ser escuchado por el menor, a partir de ahora los días antes del celo serían sus favoritos. 

Si tan solo él supiera que no tenía ojos para nadie más, ni los tendría nunca porque jamás vería a alguien como lo veía a él, como el hombre al que amaba, el papá de su bebé y su amante eterno, no había manera de que alguien lo arrancara de sus brazos. 

― Me recuerda a cuando estabas embarazado ― murmuró, guiando sus labios hasta la frente despejada del otro para dejar un dulce besito sobre esta, pero Mariana contestó con un sollozo, alarmándolo un poco ― cariño no pasa nada, nadie va a llevarme de tus brazos. 

El chico asintió enterrando su nariz en el cuello del alfa, llenándose con su aroma varonil y con efectos calmantes, sus brazos se movieron hasta el cuello contrario para abrazarlo, Slime no podía decir que la posición era cómoda, pero le gustaba tanto tenerlo así, no eran muy seguidos los momentos que tenían para estar encima del otro como ahora, de disfrutar plenamente del otro en plan amoroso. 

― ¿Y yo soy hermoso? ― inquirió con su voz siendo amortiguada por la piel del cuello del alfa. 

― Te llevas un perfecto segundo lugar ― bromeó el mayor. 

 Mariana levantó su cabeza para mirarlo con seriedad nuevamente, Slime no aguantó soltando una de sus risas contagiosas, y con uno de sus dedos dio un toque en su nariz roja por el llanto innecesario. 

― Eres el más precioso ― finalmente comentó, reemplazando el semblante serio de su omega por una radiante sonrisa, porque era lo que realmente quería oír.

El omega se acercó lentamente a su rostro, con toda la intención de unir sus labios con los contrarios, juntándose como siempre solían hacerlo, no tardaron en moverse en sintonía, las manos de Slime no tardaron en moverse hacía su cintura, apretando justo allí, sin dejar de buscar más y más en los labios de su amado, el jadeo complacido de Mariana le dio pase libre para tomarlo con más fuerza para recostarlo sobre el colchón de su cama y siendo esta vez él el que ocupara la posición arriba del menor. 

 Sus labios pasaron de su boca hacía su mentón, y subieron hacía sus mejillas, nariz y párpados, no haría nada que el otro no quisiera, pero las manos del omega paseándose por su espalda le daban otra señal. 

Pero nunca nada fue tan fácil para una pareja con un bebé, porque en ese precioso instante el sollozo de su cachorro llegó hasta sus oídos, siendo como una alarma que los obligaba a separase. 

― Mi bebé ― dijo de repente el omega, empujando a su esposo lejos de él, botándolo para que su espalda tocara también el suave colchón. 

 Slime se quejó en voz alta, inconforme con tener que despegarse del omega. 

― Déjalo llorar ― pidió entre falsos sollozos que no fueron escuchados, pues Mariana ya se había levantado yendo al rescate de su bebé. 

El alfa se preguntaba, ¿A caso su hijo odiaba que estuviera totalmente feliz encima de su esposo? Porque podía jurar que así era. 

Poco después Mariana entró con el cachorro en brazos, a penas podía abrir sus lindos ojitos, pero podía notar el regocijo que la situación le causaba en su adorable sonrisa de cuatro pequeñísimos dientes de leche. 

"Uhm, aquí huele como a diversión arruinada" 

Baby Thoughts [FLIPORIANA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora