El pelinegro tenía su cabeza echada hacia atrás, apoyándola en el tronco del árbol, con su vista fija, puesta en el cielo nocturno.
Estaba pensando en lo que su, ahora pareja, le había dicho. Era evidente que ese grupo de viejos fastidioso no le dejaría tranquilo.
No lo harían hasta que él cumpliera con la orden que le habían dado. Pero eso no le importaba. Le daba igual. Él no pensaba hacer tal cosa.
Al principio era diferente, había aceptado solo para evitarse problemas y, principalmente, porque el Hatake parecía rechazar sus sentimientos.
Pero ahora qué veía que era correspondido, se negaba a cumplir con aquella orden. No podía casarse con alguien más si ya tenía con él a la persona que quería.
Estaba feliz por eso, pero también preocupado. Y tenía miedo. Porque no quería que el menor tuviera que soportar las insistencia de su clan.
¿Y sí se cansaba de todo eso? ¿Y sí se aburría de vivir así con él y quería irse? ¿Qué haría entonces?
Bajó su mirada hasta el chico entre sus brazos, y apretó el agarre, temiendo que en cualquier momento pudieran quitárselo.
Le observó detenidamente. El Hatake estaba viendo hacia el frente, con su espalda contra su pecho. Su cabeza estaba tirada hacia atrás, recostada sobre su hombro izquierdo, y ligeramente inclinada hacia ese mismo lado.
Su respiración era tranquila y sus ojos se mantenían cerrados, pues hacía ya varios minutos que se había quedado dormido.
Se movió un poco hacia la derecha, dejándole un poco más acostado sobre su brazo, y miró el rostro del menor recubierto por esa molesta tela azul.
Levantó su mano derecha y la acercó hasta la mejilla del chico, acariciándola despacio.
Sonrió levemente de forma inconsciente, su peliplata era tan bello.
Le pasó su brazo derecho por debajo de las piernas, mientras afianzaba su agarre en su cintura con su brazo izquierdo y se levantó del suelo, cargando al Hatake.
Caminó con tranquilidad por las desoladas y poco iluminadas calles de la aldea. Se detuvo un momento, y miró hacia los lados, pensando que hacer.
El menor estaba profundamente dormido y él no sabía qué hacer con él. ¿Solo debía llevarlo hasta su casa y ya?
Sí. Posiblemente. Podría hacer eso. Pero, ¿y sí estaba cerrado con llave? No quería despertar al oji-gris, se veía tan tranquilo y lindo durmiendo que no quería interrumpirle.
Apretó los labios bajando su mirada hasta el joven en sus brazos. Le miró por un par de minutos y finalmente volvió a levantar su vista hacia el frente.
Retomó su camino nuevamente con paso tranquilo. Llegó hasta la casa y como pudo, abrió la puerta, cerrándola tras de sí haciendo uso de su pie.
Subió las escaleras hasta la habitación y entró en ella, para luego depositar con cuidado al peliplata sobre la cama.
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𝙻í𝚗𝚎𝚊𝚜 𝚌𝚛𝚞𝚣𝚊𝚍𝚊𝚜『𝙾𝚋𝚒𝙺𝚊𝚔𝚊 』
RandomCuando dos líneas temporales se unen, todo se vuelve confuso. Pero no será complicado vivir así, ¿no? Al menos por el momento.