𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟷𝟷.

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El azabache caminaba junto al oji-verde en completo silencio

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El azabache caminaba junto al oji-verde en completo silencio.

Le miró de reojo durante un momento. El pelirrojo mantenía su vista hacia el frente, con una expresión neutra en su rostro.

Suspiró, volviendo a ver hacia adelante, para luego bajar la mirada al suelo.

— ¿Te pasa algo?

Volteó deprisa hacia el mayor, con asombro.

— ¿Cómo dices?

— Pregunte si te pasaba algo.

— ¿Por qué me preguntas eso?

— Soltaste un suspiro muy pesado. Y tenías un gesto triste — mencionó — ¿Te sientes bien?

— Sí, yo... No es nada — musitó, volviendo a bajar su mirada con la misma expresión decaída.

Ahora fue turno del oji-verde de mirarle de reojo.

— Te dije antes que si te sucedía algo me lo podrías decir — le recordó.

— Lo sé. Pero no puedo decírtelo.

— ¿Por qué no?

— Porque sí lo hago... Ya no vas a querer hablar conmigo.

— ¿Por qué no querría?

— Sé que no.

— ¿Qué te hace creer eso? — preguntó.

— Yo solo... Sé que ya no querrás hablar conmigo.

— Bueno. Has el intento — dijo el oji-verde.

El pelinegro se detuvo, provocando que el mayor imitara su acción y detuviera su andada también.

El azabache le miró, mordiendo su labio inferior con nervios. ¿Debería decirle? ¿Realmente debería hacerlo?

La respuesta era no. Porque sabía que el pelirrojo le rechazaría. Sabía que él no le correspondería, porque a él le gustaba Naruto.

Aunque hacía ya un par de semanas que no se les veía juntos a ellos dos. Pero eso no importaba. Eso no cambiaba nada.

No cambiaba el hecho de que al mayor le gustaba el Uzumaki, y era más que evidente para cualquiera que le observara atentamente.

Entonces, ¿para qué decirle? ¿Por qué decirle lo que él sentía? Lo único que lograría sería que el oji-verde ya no quisiera ni tan siquiera mirarle.

Aunque, Matsuri también gustaba de él, y el pelirrojo lo sabía, y aún así continuaba hablando con la chica y tratándole bien.

Pero no era lo mismo. Él y Matsuri no eran lo mismo. La castaña era muy diferente a él. Y él seguro no tendría tanta suerte como ella.

— ¿Lee? — le llamó, con su característico tono de voz baja — ¿Qué pasa?

— Es que... Yo... Tú... Tú me gustas — confesó en un susurro, cerrando los ojos, encogiéndose de hombros.

𝙻í𝚗𝚎𝚊𝚜 𝚌𝚛𝚞𝚣𝚊𝚍𝚊𝚜『𝙾𝚋𝚒𝙺𝚊𝚔𝚊 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora