Capítulo 6

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"Al límite"

El sonido de una gota cayendo en el vacío se escuchó. Todo era negro como las sombras dueñas de la oscuridad. Ella solo podía caminar entre la ceguera de sus ojos. Todo tan negro como un mal sueño. Caminaba a quién sabe dónde, sin dirección, sin ningún lugar específico a dónde ir.

¿Hola?... — dijo a nadie en particular. Había sentido un susurro en el aire. — ¿Quién anda ahí?...

A lo lejos, una persona se venía acercando. Caminaba media encorvada, como lastimada. La castaña pensó que se trataba de un herido. Podría ayudarlo con sus heridas y curarlo si este lo pidiese. A lo lejos, el hombre de largos cabellos blancos y ojos como el más vivo atardecer antes del ocaso la miraban como un león hambriento.

— ¿Usted?... — Se aterró al instante. —. Por favor, ¡ya déjeme en paz! —

Corrió en la dirección contraria, quería perderlo y por un momento lo logró. Al voltear su vista se alejaba del hombre que quería poseerla, pero chocó de golpe con algo dejándola caer. Era el mismo hombre, con el rostro herido y la respiración agitada. Su armadura estaba magullada y fea. Y de su boca escurría la sangre por sus hemorragias internas.

— Por favor... — Se arrastraba. El pelo de ceniza la tomó con fuerza de su muñeca y la levantó del suelo.

— Mía... — dijo como un deseo. — ¡¡Mía!!

— ¡suelte mi mano! ¡Monstruo!

— Tú eres el monstruo... — dijo el peliblanco.

— ¡Yo no soy un monstruo! — exclamó la doncella. Una risa femenina se escuchó en el viento como un eco.

— ja, ja, ja, ja.... Claro que lo eres... Pero lo ocultas — del otro lado, como atravesando las sombras se dejó ver una mujer. Era de una belleza demoníaca, pelo corto largo de un lado y rapado en el otro. Vestía con prendas cortas y asquerosas. Su cuerpo indecoroso, dejaba a la vista tanta piel cubriendo solo sus partes y los pechos. Tenía tatuajes llenos de blasfemias e insultos escritas en su cuerpo. Era una castaña demasiado parecida a la decente doncella. —. Claro que lo eres... Eres un monstruo, pero reprimes ese deseo.

— ¿Quien eres tú?... — dijo asustada.

— Soy tú... Bueno, la ... Mejor. — Dijo en una sonrisa asquerosa.

La mala mujer se acercó al peliblanco y lo abrazó como una amante. La doncella estaba confundida.

— No... Yo no soy así. ¡Yo jamás sería como él!

— Solo eres una farsa...

Esa última palabra resonó en el oscuro lugar. La doncella se sentía ofendida de ser llamada así.

— Yo soy una doncella, respetada y honorable. No una vulgar Monstruo indecente.

— En el fondo sabes que soy tú. Mírame, somos igual a nuestra madre — la doncella abrió los ojos con horror. —. Nuestra madre... Nada más que una mujer vulgar y asquerosa. Una monstruo que le abría las piernas a los hombres por dinero...

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