Capitulo 13.

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"La mente es un lugar peligroso"

Realmente la casa era enorme por fuera. Tenía un bonito patio que estaba empapado y lleno de charcos por la lluvia. Había juguetes tirados, y algunos balones desinflados por ahí. El pórtico era de una hermosa madera blanca, y tenía bastantes colgantes que sonaban por la lluvia y el viento.

El albino tocó la puerta para llamar. No había salido nadie. Tocó otra vez, y está vez sí abrieron. Eran dos pequeñas cabezas rubias que lo recibieron en pijama. Una pequeña de 6 añitos de pijama de ponys rosado y dos coletas en su cabeza, pecas en su mejillas y unas cejas algo arregladas. La otra niña tenía la misma edad, pero de un pijama azul con dinosaurios verdes. Tenía el pelo desordenado y salvaje, domado solo por una gorra roja en su cabeza con el símbolo de un equipo de basquetbol. Ambas niñas eran casi igual de bellas, y muy parecidas, por lo cual Lyra pudo captar que eran gemelas.

¡¡Tío Lincoln!!... — Gritaron ambas para correr a abrazarlo. Cada uno tomó una pierna y la apretó con fuerza.

— Hola, enanas... A mí también me da gusto volver a verlas. — sonrió para acariciar sus cabezas. Luego frunció el ceño fingiendo estar molesto. — Pero, ¿Qué les he dicho de abrir la puerta a los extraños?, Si no hay un adulto en casa no deben abrir la puerta a nadie.

— Pero papá si está en casa. — dijo la pequeña del pijama azul. — Pero está en el taller, por eso no escucha a quien busca... A veces  ni siquiera escucha nuestros gritos de dolor en el sótano cuando jugamos a esconder cuerpos.— dijo con una cara perturbadora. Lyra levantó una ceja por eso, pero al ver la cara de Lincoln rodando los ojos no se preocupó mucho, la pequeña de la gorra tenía onda de ser algo rara. La rubia se perdió al ver a la castaña a su lado.

— ¡¿Y esta quién es?! — Dijo la pequeña del pijama rosa muy enojada. Lyra se sorprendió por su actitud.

— Leia... Se amable. Ella es Lyra, una... Conocida de donde trabajo. Viene conmigo. — Volteó a la castaña. — Lyra, ellas son Leia y Lizy, mis sobrinas.

— Es un gusto... — le sonrió. Las dos gemelas fruncieron el ceño y le sacaron la lengua. Eso la descolocó un poco.

— Como sea... ¿Nos van a dejar pasar o tenemos que morir de frío acá afuera?

— ¡Pasa tío! — dijeron ambas para tomar de su mano cada una y acompañarlo hasta dentro. Lyra pasó y casi le cierran la puerta en la cara. La castaña gruñó por lo bajo por la actitud de las mocosas.

— ¿Rufus? ¿Eres tú?... ¡Qué grande estás! — dijo el albino emocionado al ver a un tremendo San Bernardo detrás de la puerta.

— ¡¡Guau!! — Ladró emocionado de volver a ver al albino. Se paró en dos patas y lo derribo directo al suelo. Empezó a lamerle la cara provocando la risa del peliblanco.

— Ja, ja, ja... ¡Ya basta! ¡Rufus basta! — decía divertido. A Lyra le sorprendió verlo así, no pudo evitar sonreír por él. — Ya basta perro baboso... Je... Creces muy rápido.

— Rufus ya está grande... — dijo La rubia de la gorra. — ¡Ya cumple un año y es grandototote!... Lleva con nosotros un año... Por lo cual tiene... — empezó a contar con los dedos. — ¡Como quince meses! — dijo incorrecta

— Je... Es claro que lo cuidan bien. — dijo parándose y acariciando al animal. — lo siento, Rufus... No compré ningún regalo para ti. — el perrito se acostó en suelo para gemir triste. Lyra estaba asombrada por la inteligencia del animal para entender lo que le decían.

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