Capitulo 9

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"Noche extraña en verdad"

La noche la perseguía. Corría con todas sus fuerzas para dejarla atrás. Pero las sombras la querían. La perseguían como una presa. Querían su corazón. La doncella corrió como nunca antes había corrido. Miraba hacia atrás con miedo, y veía las inmensas olas de mar negro que la buscaba y deseaba. Ella no podía con la velocidad de ese tormentoso océano de maldad.

¡¡Mi caballero!!... — Gritó entre gritos. Deseando que el noble hombre de reluciente armadura la viniera a salvarla. Pero nadie llegó a su auxilio.

Tropezó en una roca, cayó dolorosamente al suelo. Levantó la mirada para ver cómo la inmensa ola de oscuridad se levanta y cubre el cielo como una manta.

Era su fin...

Cerró los ojos esperando su final. Sabía que ya no podría escapar de la maldad del mundo. Su muerte era caer en desesperación ante tal atrocidad.

Luego sintió que alguien la abrazó. Un extraño olor a polvo y azufre le dañó la nariz. Lyra abrió los ojos, y una espada de fuego se clavó en la tierra alejando a la sombras con fuerza. El oscuro mar retrocedió, siendo repelido por el fuego llameante de la espada. Encontró en sus ojos un hermoso cabello ceniza que caía salvaje por su frente. El que la tenía abrazada era el mismo ser que repudiaba... Ese monstruo.

La oscura ola se derrumbó, convirtiéndose en un pantano de sombras. De las oscuras lagunas que quedó después de tal Tsunami de horror, salieron monstruos de una materia oscura y mucosa. Eran de patas largas y de cuerpo pequeño, tenían los ojos rojos cuál fuego y su piel era como ámbar derretido por su cuerpo. Sus gritos eran alarido sacados del averno pidiendo acabar con su dolor.

— ¡¡¡Graaarh!!! — Rugió salvajemente el albino endemoniado mientas con su espada llameante cortaba a los seres que salían del fango. Uno tras otro caían y se desmoronan ante el filo de su quemado acero negro cubierto por el fuego de su alma. Rugía con rabia, con odio, el demonio se desquitaba con esos seres de aspecto extraño que querían dañarla. El peliceniza peleaba como un salvaje, cortando todo como si fuera mantequilla y su espada fuera una cuchilla ardiente. Su rostro de odio dejaba mostrar sus dientes filosos de sed de sangre.

Cuando tal carnicería terminó, el demonio clavó su espada en la tierra dejando una ola de llamas que logró incinerar todo a su paso. No dejó nada vivo frente a sus ojos.

Luego volteó a mirar a la doncella que estaba asustada de verlo. Confundida y con miedo a sufrir el mismo destino que esas criaturas. Él la miró con enfado y su mano de acero negro la cubrió por completo. Cerró los ojos esperando el golpe que le diera, pero no llegó. En cambio, se vio maniatada sobre un caballo de horripilante aspecto infernal. El demonio se subió y la tomó firme con su brazo derecho mientras con el otro la sostenía.

— Tú eres mía... Eso nunca lo vas a olvidar.

Ya con la vista gacha, sin ánimos de llevar la contraria. La hermosa doncella solo se preguntaba; ¿Dónde está su caballero de galante armadura?... O más bien se preguntaba...

¿Porqué el demonio la salvó?

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