Emma.
El linaje de mamá está compuesto por mujeres hermosas cargadas de inteligencia, las cuales siempre resaltan que nacimos para lo importante, para aportar cosas útiles al mundo. Las Mitchels nunca fracasan, ellas forjan carreras exitosas y suelen hallar hombres o personas que les bajan la luna si quieren.
Siempre he visto eso; a mi padre dando todo por mi madre, a mi cuñado dando todo por mi hermana mayor, hombres adinerados queriendo acicalar a Sam y de tanto ver creí que conmigo se repetiría, sin sopesar que en toda familia hay un señalado y yo soy esa señalada.
Soñé y me vi siendo un buen soldado el cual en sus tiempos libres gana certámenes de patinaje. No soñé con hombres millonarios, pero sí con un novio adolescente, de esos que conocemos a los catorce, se enamoran y crecen forjando sus logros.
Tal vez mi defecto sea que noto las cosas demasiado tarde. Debí darme cuenta de que no era como las mujeres de mi familia cuando los pocos chicos con los que salí se hartaban de mi inmadurez llena de chistes y de amor por las cosas llamativas. La seriedad es una característica que buscan los hombres y yo... Yo sigo abrazando al elefante gigante que promociona servilletas en el supermercado.
—Emma —me llaman— Emma, ¿Cómo te sientes?
Abro los ojos y las sombras se van aclarando, estoy en el glamping con Cédric y Vladimir que se ve más fantasmagórico que nunca. Mi cuello duele al igual que mi torax, tengo la boca seca y con el despertar llega la sensación de vacío.
—¿Emma, cuántos fueron? —pregunta Cédric— ¿Recuerdas lo que pasó?
Sacudo la cabeza. Si sé lo que pasó, pero no quiero empeorar mi tortura ni reconocer que he tenido sexo tres veces con el hombre que repudia mi existencia.
—Muévete —lo quita Vladimir—. Es mi asunto ahora.
El príncipe me echa una última mirada antes de marcharse preocupado.
—Tendría que quemarte para quitarte el olor a semen que cargas encima—me dice Vladimir—. Te ofreciste como una ramera y mira... ¡¿Para qué haces eso?!
Niego y él se acerca a encararme.
—Si se me muere la presa voy por la que sigue —empieza—. La ruleta quiere sangre James y el que te suicides solo me dará más comida; la próxima será Sam o Luciana, pero Rachel James sin su escarmiento no se queda —paso saliva—. No voy a quedar en ridículo al no completar las exigencias de la Bratva porque soy el sucesor de mi padre, así que vístete y lávate que tienes que cumplir con tu castigo y más te vale resistirlo.
Me saca de la cama. Hay un tazón con agua donde me obliga a bañar tres veces y lo hago sin refutar mientras varias voces en ruso murmuran afuera. Siento que tengo la fragancia del Boss en la nariz y ese sabor a cacao en mi boca.
—Rápido —pide Vladimir metiéndose varias líneas de coca mientras me visto.
—¿Qué me harán? —pregunto nerviosa y Maxi abre el glamping justo cuando me estoy terminando de colocar la playera.
La cara de satisfacción me aterra.
—¿Estabas caliente buscando sexo? —averigua— Pues adivina, tenemos un castigo muy satisfactorio para ti.
Vladimir me da la espalda mostrando inconformidad.
—No estaba buscando nada —retrocedo cuando vienen por mí—. Puedo explicártelo Vladimir —insisto— ¡Puedo explicar cómo fueron las cosas, cómo me estaba sintiendo!
Sigue de espaldas dejando que Maxi me lleve afuera con dos torturadores más mientras me resisto. No puedo vivir, pero tampoco puedo morir siendo la pieza de un juego medieval lleno de perversos y pagando una condena que parece eterna.