Emma.
Las sábanas suaves tocan mi piel y mis ojos intentan adaptarse a la luz matutina. Los recuerdos llegan y aprieto los párpados al recordar lo que hice en las últimas horas y es gemir, jadear, correrme y dejarme follar duro por el ruso.
Me ha tomado como una muñeca derramándose las veces que ha querido y yo me he vuelto un río gimoteando como ramera y ahora me pregunto cómo se actúa después de eso. Cómo se procede después de verlo de semejante manera, desnudo, caliente y deseoso susurrando en ruso mientras me penetra.
Me tapo la cara con la sábana...Dije cosas estando caliente y ahora que las evoco me dan ganas de arrancarme el rostro de la pena que tengo.
«¡Yes, daddy!» «Me gusta, si me gusta»
¡Por Dios Emma! No quiero recordar eso, ¡Que vergüenza! Solo quiero devolver el casette y actuar como una persona normal, la cual no hizo el ridículo de forma monumental.
Ya habíamos estado juntos, pero en circunstancias diferentes donde se hacía rápido y cada quien se largaba a odiarse sin repetir, pero me he quedado en su cama «En si, creo que desfallecí»
Se mueve a mi espalda y me hago la prueba del mal aliento, «Todo está bien», pero el que no me apeste la boca no quita la pena que tengo, ¡¿Cómo desaparezco?!
«Recuerda lo que es y así olvidas todo» sugiere mi cerebro y eso hago.
Es un mafioso super hiper mega peligroso, es el papá de Vlad, tiene 36 y...
—Buenos días, ved'ma —su voz me encoge con el tono rasgado el cual deja claro que se acaba de despertar.
Quiero que la sábana me absorba, no tenía porqué decir esas cosas sexosas, sin embargo, no puedo hacer el ridículo actuando como una descerebrada. «Tengo 18 », soy una mujer seria y madura.
Volteo despacio y... La piel se me eriza con el hombre que yace a centímetros con el torso descubierto. Mantiene las piernas desnudas y la sábana sólo cubre las partes íntimas. Sostiene el móvil en la mano revisando no sé qué, pero está concentrado.
—Buenos días —contesto clavando la vista en lo que esconde la tela. Ha de ser importante lo del teléfono porque mueve los dedos rápidamente en el teclado mientras a mí se me quitan las ganas de levantarme.
—Dame un minuto —dice y dejo caer la cabeza en la almohada sin dejar de observarlo.
«Es puro músculo». Músculos del tamaño perfecto en el lugar correcto. Algo me pica abajo mojándome en el acto. Soy un bebé a su lado y, por muy grande que sea la cama, la diferencia es bastante notoria.
La erección sobresale entre la muselina, el tronco duro y el capullo grueso que ha entrado no sé cuántas veces dentro de mí. La vergüenza me atropella de nuevo, pero mi mano inquieta se mueve a su muslo mientras las mejillas me arden.
Está demasiado distraído para notarlo y subo despacio dejándola en la erección. No tengo que moverla, tampoco tengo que verla en vivo y en directo para prenderme, ya que la mera dureza complementada con grandeza hace que me derrita.
Tengo que quitar la mano, pero no quiero. He de tener la cara como un tomate y por ello la escondo en la almohada.
—¿Quieres que te alimente? —pregunta dejando la mano sobre la mía—¿Chuparla y lamerla como lamias ese helado en Moscú?
Mi subconsciente vocifera la respuesta cuando se voltea de medio lado tocándome la mejilla.
—¿Quieres, Ved'ma?
—Si —me saboreo los labios y deja el móvil de lado mientras yo tapo mi desnudez antes de ponerme en posición. Me la muestra y envuelvo mis dedos en ella llevándola a mi boca.