CAPITULO 25 - PLACERES SILENCIOSOS.

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Ilenko.

La perversión, la maldad y el desenfreno tienen edades. No puedes comparar la cabeza de un hombre promedio de 20 años con la mentalidad de un dominante mafioso de 3 6 que, de por sí, desde la cuna ya está dañado. Emma James entra a la camioneta que arranca cuando se cierra la puerta «Tantas cosas que hacer con esa falda». Otros le mandaron la mano al culo queriendo tocar los glúteos torneados... Yo quiero...

Me concentro en las sumisas que me muestra Zulima con el currículum de presentación para el Boss, el cual conlleva exámenes médicos. Uso protección, pero no me gustan sarnosas, ni con antecedentes de ningún tipo de enfermedad relevante, deben ser de 3 2 años en adelante, estatura entre 1.70 y 1.85 , buenas tetas para una rusa entre sus pechos y buen culo para azotar.

La última mujer que adiestre fue hace dos años y desde que se la pasé a otro no me he visto en la necesidad al tener ya tantas mujeres amoldadas. Miro por el espejo retrovisor de la camioneta de seis puestos donde ella permanece atrás peinando al león con un cepillo.

El vehículo está impregnado de un olor dulzón que ha convertido mi cabeza en Sodoma y Gomorra. «Ella en cuatro y yo de pie con un látigo marcando esa piel marfileña».

—¿Le gusta alguna? —Zulima me aterriza.

Sigo pasando imágenes descartando y eligiendo, concentrándome en lo que merece mi atención, «Como las últimas noticias por ejemplo».

Los nombres de la Bratva y la mafia italiana están en los medios informáticos de la fuerza especial tachándome de que soy " Un completo peligro". Es que lo soy ¿Cuándo he hecho una maldita cosa buena? De hecho, no puedo ni pensarlas.

La camioneta Cadillac se detiene en la pista de despegue y soy el primero en bajar notando la discreta discusión que sostiene Vladimir a lo lejos con Salamaro.

No sé qué es lo que quieren tapar los voyevikis, pero me adelanto rápidamente abriéndome paso entre los hombres de negro hallando al Underboss en Júpiter por culpa de las drogas.

—Boss —aferro los dedos a su mandíbula, está sudando y mostrándose disperso—. Puedo cuidarte, tranquilo.

Tenso obligándolo a que se centre en mí. En ocasiones cargamos con el dolor y la decadencia de lo que procreamos y la única cosa que no le he podido quitar a Vladimir es ese dolor que carga por la culpa y la muerte de su madre.

—¿Los monstruos tienen redención, padre? —inquiere perdido y muevo la cabeza en señal de negación, pero...

—Si, si te obligaron a serlo —hablan atrás—. Puedes empezar con promesas que te hagan una mejor persona... Servicio social, adopción de gatos tuertos, no matarme, espantar aves en el aeropuerto.

Suelta a reír sujetándola del brazo mientras la lleva a la avioneta pidiéndole que se calle.

—Le ofrecieron un nuevo tipo éxtasis —explica Salamaro cuando lo encaro —. Lleva dos días sin dormir, cosa que le eleva la ansiedad...

Explicarlo está de más ya que se nota a leguas subiendo las escaleras de la avioneta con una prisa innecesaria. El reloj me avisa que ya es hora para estar en vuelo y al entrar lo primero que veo es como tiene a la esclava contra la pared besándola sin importarle mi presencia. Lo tomo de la camisa plantándolo en el asiento.

—Eres el Underboss y un Romanov —advierto.

—Requiero con urgencia una prostituta, pero como no la tengo haré uso de mi pequeña puta —se vuelve a levantar—. Necesito su boca, su luz y su olor.

Vuelve a irse contra ella y la molestia me mueve al otro lado. No sabe ni qué está haciendo, tambaleándose a cada nada demostrando lo drogado que está. El consejero se hace cargo. El que me acostumbre a lidiarlo no significa que me guste verlo así.

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