Recorrieron una especie de camino de arena, propio de la playa, bien marcado por troncos que se afilaban en el costado izquierdo de la calle. Eso era la entrada del boliche. Algunos se sentaron ahí, siendo espectadores del desfile que da la gente hasta llegar a la fila del lugar. Era un camino bastante extenso que solamente desencadenaba a ese mismo club; entonces una vez que entrabas en su recorrido, al rededor sólo habían jóvenes que comparten el mismo destino.
-¿Qué vamos a hacer?- pregunta Micaela- Pauli, Martín y Rama ya están adentro.
-Ni idea, a mi me da un poco de paja. Es rara toda esta gente- dice Fran entre un suspiro y una sonrisa pícara. Era obvio que esto iba a pasar. Los demás parecen estar de acuerdo con él, nadie lo objeta.
-Vamos a preguntar por allá si alguno está vendiendo entradas. Supongo que los rebotados están desesperados por recuperar la plata- dice Agustín.
-¿Y a cuánto nos la van a vender?- pregunta Luna.
-No aceptes nada arriba de mil quinientos- dice- No sabés si te están cagando porque las entradas no son físicas. Preferible perder mil quinientos y no tres mil.
Así es como Clara, entusiasmada por la idea de interactuar, se levanta del tronco y persigue a algunas de sus amigas que ya están interrogando a los extraños. Al instante se percata de que, si no hace esto individualmente, jamás va a conseguir entrar a ese boliche; ahí es cuando se separa. No sabe si sus altas motivaciones se reducen al hecho de que Martín ya esté allá adentro, o la decepción que sería volver a su casa, con todo el esfuerzo que tomó escaparse, sin haber aprovechado la noche.
Primero pasa por un grupo de chicos. Están en ronda, conversando. Deben tener su edad, parecen gente común y por lo tanto son un buen blanco.-Chicos, ¿están vendiendo entradas de Soul?- pregunta Clara, tratando de ser educada pero evitando quedar como una pelotuda.
-Sí, yo- responde un colorado alto. Lleva puesta una remera blanca mucho más grande de su talle y unos pantalones negros. Pero Clara está mucho más entusiasmada por su respuesta.
-¿A cuánto?
-A seis lucas- dice con una sonrisa. Clara entiende el chiste y lo insulta casi para sí misma, yéndose hacia otro grupo.
Cada dos pasos se encuentra con una nueva ronda de chicas. Por lo general son todas rubias lacias, no muy altas. Todas están bronceadas, rozando el color naranja. La gran mayoría tiene tops de colores y polleras negras. Pero ninguna tiene entradas para ofrecerle.
-¡Clara!- grita Luna desde enfrente. Están ella y Catalina hablando con un par de chicos. Luna le hace un gesto con la mano para que se acerque. Ella sigue la orden, casi arrastrándose.
-¿Consiguieron?
-Estamos en eso. Este chico nos hace un dos por uno- dice Luna, señalando a uno de ellos.
-Avísenme, yo sigo buscando- dice Clara. Y lo dice tan consciente que parece haber perdido toda la borrachera de la hora previa.
-El chico de allá está vendiendo- dice uno de los de la ronda, apuntando a un grupo de chicos y chicas, que también se encuentra conversando en un intento de círculo.
Son las dos y media de la madrugada, no tiene nada que perder, piensa. Entonces se acerca hacia uno de ellos que está de espaldas y le repite su discurso, casi automático: "¿Estás vendiendo entradas?"
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Nena Boba- Enzo Fernández
RomanceEnzo eligiría a cualquier chica menos a la hermana de su mejor amigo. Pero él sabe que no puede manejar al corazón en este tipo de cosas; no es un hombre de cabeza.