Como hermanos

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-Me lo invitás vos el helado, ¿no?- pregunta Enzo mientras abandonan la casa por la puerta principal.

El día está pintado pero el calor es insufrible. Clara ya decidió que cuando regresen, va a meterse a la pileta. Al fin y al cabo nunca se la aprovecha porque siempre se lo pasan encerrados; durmiendo, comiendo o peleando. Y aunque en ella es habitual hacerse ese tipo de promesas, por lo general termina desperdiciando casi todas sus funciones. Nunca ordena la biblioteca ni termina las series, atrasa la pretemporada y aún más los estudios. Hace un mes comenzó a leer Bonsái de Zambra y todavía no lo terminó. "Total ya sé que ellos dos se separan y Emilia muere" dice. Está acostumbrada a comenzar cosas que no será capaz de concretar; no porque no pueda, sino porque así es como le salen. Pero sobre esta noche está decidida, es un hecho que Clara va a salir.

-No tengo plata. La estoy guardando para hoy- dice Clara, guardando las llaves en el bolsillo de su short blanco y caminando hacia la calle.

-¿Así que hiciste todo ese show para hablar conmigo?- cuestiona Enzo, en un tono casi juzgador, mirándola de costado mientras camina.

-Sí, ¿no es obvio? La conchuda de Emilia casi me lo arruina. Me da unas ganas de matarla- dice arisca, dejando escapar un suspiro y refregándose la cara con las manos- ¿Viste que siempre tiene algo para decir? Siempre dice alguna pelotudés.

-Bueno, ya está- dice Enzo entre una risa- Ignorala y listo. Tampoco para que te pongas así.

-¿Encima la defendés?- replica Clara irritada.

-¿Cómo la voy a defender a esa tarada?- Clara continúa caminando ofendida, ahora un poco más alejada del chico- Dale, vení para acá. Si sabés que vos sos mi mujer preferida de la casa- Enzo dice, mitad en burla mitad en serio, y pasando uno de sus brazos por los hombros de Clara, abrazándola de costado.

-Cerra el orto, que asco- agrega, mirándolo tosca. Ahora ambos caminan así, pegados y molestos. Enzo sabe que la fastidia, pero es eso lo que lo hace tan entretenido.

Mientras tanto, Julián y Emilia siguen en la cocina. Álvarez aprovechó para lavar todos los utensilios que con los días se acumularon en la bacha. La mayoría son de Clara, que nunca colabora con nada de la casa; solo en su desorden.
Emilia, que está al lado suyo ayudándolo a secar, trata de hablar por encima del ruido del agua.

-Qué lindo que Enzo y Clari tengan tan buena relación.

-Se conocen de hace bastante, son como hermanos- aclara Julián, diciéndolo como si fuese algo evidente.

-¿Como hermanos?- pregunta Emilia. Julián no la mira pero por su tono de voz sabe que está sonriendo. Sin embargo, no entiende qué está tratando de decir

-Sí, ¿por qué preguntás?- interroga gutural, sin miedo a mostrarse gélido. En tanto Emilia piensa una respuesta, él le pasa otro plato y la mira ansioso.

-No, por nada. Pero yo no diría que son "como hermanos"- Julián cierra la canilla y se da vuelta, mirándola serio, ahora de frente.

-No entiendo- dice Julián, luego de un suspiro. La ama a Emilia y no quiere sonar impetuoso con ella, pero la conversación lo está sacando de quicio- ¿Qué querés decir?

-Nada, que la relación de ellos dos no es nada que ver a la tuya con Clara. Es distinta- explica Emilia, intentando sonar lo más sensata y reflexiva posible.

-Es lógico. Clara creció conmigo, vivimos juntos; la conozco como nadie- explica Julián, pero al no recibir respuestas inmediatas, reacciona de nuevo- ¿Distinto por qué?

-¿No viste como se miran?

Julián la atiende, sin poder creer lo que dice. ¿Por qué insinúa una barbaridad tan grande sobre su hermana y su mejor amigo?
Trata de disimularlo, pero tiene la cara pintada de rabia y su ceño fruncido es suficiente para que la chica se de cuenta de lo que pasa por la cabeza de su novio.

-Juli, ¿qué pasa?- Emilia se acerca, aturdida. Él la ignora y no la mira- Igual gordo, capaz que nada que ver. Yo digo, porque desde...

-Sí, nada que ver- escupe Julián, contemplando a Emilia de cerca, mirando solo hacia uno de sus ojos- No busques cosas donde no las hay.

Y eso alcanza para que Álvarez abandone la cocina, dejando la mitad de los platos sucios. Si tuviera el valor suficiente para echar a su novia, lo haría. Puede soportar escucharla hablar sobre cualquier cosa, pero no va a permitir que Emilia suponga semenjante incoherencia respecto a su familia.

A su vez ella se queda sola, inmóvil. Se arrepiente de haber dicho lo que dijo, pero lamenta mucho más la oposición de Julián. Se cuestiona si está demente y posee una mente perversa o si realmente existe un poco de verdad en su suposición. Emilia habla mucho, pero también observa la manera en la que Enzo se sostiene en Clara antes de sentarse y ella de inmediato dirige su mirada hacia el apoye. O cuando se miran cómplices en la mesa tras escuchar alguna pregunta o anécdota, como si entre ellos dos se entendieran de una manera distinta y fuesen ajenos al resto del clan. Emilia conoce a Enzo casi tanto como a su novio y se da cuenta de las cosas. Ella no busca exponerlos, pero es absurdo creer que Julián respondería satisfecho ante una situación como tal. Principalmente porque Álvarez también conoce muy bien a su mejor amigo, y no todas las capas de Enzo son el prototipo que aparentan.


Enzo y Clara caminan sin rumbo. Recién después de dar un par de vueltas Fernández entiende que no existe tal helado y la salida era exclusivamente parte de la excusa. Lo desilusiona un poco porque en la casa de los Álvarez nunca hay nada dulce.

-Entonces, desde la una hasta las seis necesito que todos estén durmiendo- Enzo imita a Clara y se sienta en la vereda de una calle deshabitada- ¿No te parece medio fantasioso?

-No. El problema es Julián- Clara se acomoda y ahora está sentada completamente frente a él- Últimamente se está durmiendo más tarde.

-Ayer volvió tardísimo, eran como las cuatro de la mañana. Fue apenas te fuiste vos a dormir.

-Ya sé, pero Julián no va a entrar a mi habitación. El tema es que Emilia no se ponga a romper las bolas conmigo.

-No podés salir por la puerta si todavía no están todos dormidos- dice Enzo, luego de tomarse un tiempo para evaluar la situación.

-Salgo por la ventana de mi cuarto- agrega Clara solemne, como si no fuese la primera vez que hace esto (aunque ya sea de público conocimiento que efectivamente no es una amateur en la actividad).

-Sos terrible Clara- Enzo sonríe, intentando confiar en la experiencia de la joven- Cuidate, por favor- dice, ahora mucho más sensato- La última vez te engancharon porque quebraste. Si hacés las cosas bien tu vieja no se entera.

-A vos solo te importa mi vieja- declara con una sonrisa abatida mientras muda el frente de su cuerpo hacia la calle, abandonando la vista directa sobre Enzo.

-¿Estás sensible hoy?- dice él, burlándola- Encima que te ayudo con esto me celás y reclamás de todo.

-No te estoy celando. Ya te gustaría- dice indiferente.

-En realidad me encantaría.

Clara detesta cuando Enzo se pone así con ella. Cuando actúa así de relajado y superado cantándole mentiras que le revuelven todo el estómago. Porque no son más que eso, mentiras. No es más que un juego de seducción en el que ella pierde hasta el cansancio. Y allí está él, sonriendo victorioso de costado y demostrando su orgullo. Mientras que ella huye de su mirada, tímida y avergonzada, considerando una respuesta digna de sus encantos. Y aunque no tenga en mente un remate para el chico, se gira a mirarlo directo a los ojos. Lo mira con tal profundidad que él teme que ella pueda estar leyéndole la mente.

Clara se estuvo excusando tanto tiempo con lo mismo que le cuesta creer que aquel chico de en frente ya no la mira con los mismos ojos, con los ojos de dulzura que tenía dos años atrás. ¿Acaso ellos no eran como hermanos? Su mirada es ahora más bien agresiva, insolente; tal como la de ella. A veces siente que puede llegar a comérsela viva cuando la apuntan sus dos ojos marrones, y cuando es tanta la dedicación con la que intenta atisbar sus labios, Clara piensa en su hermano. En el fondo comprende que Enzo jamás sería capaz de hacerle algo así a su mejor amigo. Pero solo él sabe que no puede manejar al corazón en este tipo de cosas; no es un hombre de cabeza.

Nena Boba- Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora