El mundo de Sarah Crossrose cambia de la noche a la mañana luego de que la tragedia se cruzará con ella, momento en el que extrañas y peligrosas criaturas llamadas Oscuros abrirán la puerta a un camino lleno de espinas que los humanos ignoran. Es en...
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Durante todo el camino va pensando en que había logrado ocultar su soledad y dolor, así que ahora podría sumirse en él libremente. Le paga al taxista, quien le iba a dar el cambio, pero ella no lo acepta por su nivel de urgencia de su refugio. Éste queda feliz y le desea la mejor de las suertes, lo que la deja cabizbaja. Antes de subir por la escalera respira profundamente y levanta la mirada al cielo, pero por más que quisiera no podía ver muchas estrellas. Saca la llave y abre la puerta, enciende la luz y cuando fue a desactivar la alarma nota que no la había puesto, pero algo más llama su atención. La casa estaba fría, por lo que va a dejar su bolso sobre la mesa del recibidor y va a la sala para ajustar la calefacción, estaba con la temperatura usual. Algo andaba mal. Entonces siente una helada brisa y al buscar su procedencia ve que las puertas de cristal del lado derecho de la escalera estaban abiertas de par en par, lo que dejo al descubierto que las luces del estudio estaban encendidas. Camina hasta el umbral para analizar el lugar.
En la biblioteca no había nada raro, solo la luz y la corriente que provenían de la oficina. Piensa en un ladrón, pero recuerda que era imposible por la zona donde estaba localizada la mansión. Después cavila que el día que sus amigos fueron pudieron entrar dejando la luz encendida y alguna ventana abierta. No obstante, no lograba convencerse. Se dirige cautelosamente hasta el lugar, donde se encuentra con la ventana abierta. La cierra y nota que la silla, que estaba detrás del escritorio, se estaba moviendo, pero estaba vacía. La detiene y revisa que no hubiera nada desordenado o que faltará.
Las acuarelas de su madre que estaban sobre el escritorio las había pintado unos días antes de partir a ese maldito viaje. Una lágrima se escapa de su ojo derecho, pero una voz femenina la asusta al pronunciar su nombre. Era una mujer hermosa, de cabello como el fuego y con unos ojos esmeraldas que la escudriñaban. La extraña le sonríe y le da la espalda para ir a sentarse a un sillón al lado de una mesita con una lámpara de porcelana. Cuando se sienta y la vuelve a observar se exalta. Busca algo para defenderse, el ambiente que se había creado era denso y peligro. Encuentra un abrecartas al lado del dibujo que había soltado bruscamente. Lo introduce dentro de su manga sin que la notara en tanto sostenían la mirada con la visitante. Mientras más la analizaba despertaba en ella la ferviente necesidad de defenderse.
—No deberías usar un abrecartas para defenderte. —Sarah se sorprende que lo notara en la poca luz que había y porque en ese momento ella no se fijaba más que en sus ojos. Suelta el abrecartas. —No debes temerme, si hubiese deseado matarte lo hubiera hecho en cualquier momento. Desde que saliste de casa, en la escuela o cuando fuiste al baño antes de la obra. —Sarah se queda helada y con la respiración a medio camino.
—¿Entonces qué es lo que quieres?
—Solo quiero hablar contigo.
—¿Hablar? — La aludida asiente.
—Es tiempo de presentarme, mi nombre es Eara Kontos y soy miembro de una organización secreta del Vaticano llamada Gladius. —Sarah recuerda cuando escuchó aquel nombre en la conversación de Jeffrey con el sacerdote y luego en la lectura del testamento. Algo no calzaba.