El templo perdido de Inthara.

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Lugar: Ciudad acanalada de Theirinicia, varios meses después de la muerte de Giovanni.


Después de la terrible y dolorosa muerte de Giovanni, Rhuanna luchó por recomponer los fragmentos de su vida. A pesar del dolor, perseveró en mantener viva la memoria de su amado a través de sus canciones, mientras hacía lo necesario para asegurar su propio bienestar económico.

Pero su relación con Inanna, la sacerdotisa, se tornó fría y distante. La pelirroja la acusaba de haber sido la causante de la muerte de Gio, y ahora sólo se veían cuando coincidían en alguna partida de aventureros. Sin embargo, Rhuanna se negó a dejarse abatir por esto y prefirió frecuentar más al grupo de Grunyar. Juntos, bajaron a las catacumbas de la ciudad en busca de aventuras, aunque en ocasiones sólo encontraban ratas gigantes.

Después de una de estas incursiones, la joven decidió usar parte de sus ganancias para ir a los baños de la ciudad. Pero como no quería mostrarse desnuda frente a extraños, prefirió pagar por una terma privada. También se concedió el lujo de un masaje, antes de dirigirse a la terma. Al entrar, dejó que sus músculos se relajaran en el agua caliente y fragante.

Cuando finalmente se sintió relajada, Rhuanna recostó su cabeza en el borde de la tina y dejó escapar un suspiro en medio del delgado vapor que llenaba la habitación. Fue entonces cuando permitió que su mente se deslizara hacia atrás en el tiempo, recordando una charla reciente con Inanna, la sacerdotisa, que tuvo lugar fuera del templo de los Iluminados.

—¡Si no fuera por tu culpa, él aún estaría vivo!, —le recriminó con una expresión de enojo palpable.

—¿De que hablas Inanna? —preguntó Rhuanna, su voz sonaba entrecortada por el recuerdo.

—Desde esa cena el solo tenía ojos para ti, ¡zorra!, el pretendió salvar tu miserable vida.

—¡No te atrevas a hablarme así pequeña pelirroja!. —Aquella exclamación fue seguida de una bofetada.

—¿Qué te pasa miserable golfa de los duelistas? —La pregunta fue seguida de un puñetazo, el cual Rhuanna apenas pudo evitar.

—¡Cálmate Inanna! —gritó en un intento fútil por tranquilizar las aguas del enojo de su amiga.

—¡No me pidas que me calme!, que él fue asesinado por salvar tu abultado trasero. —Dicho esto trató de agarrarla por los largos cabellos negros.

Rhuanna retrocedió con cautela, moviéndose con elegancia y precisión para evitar que Inanna la agarrara. Pero no pudo evitar acabar acorralada contra una de las columnas salomónicas que adornaban el lugar sagrado. Los relieves tallados en la piedra representaban la historia del culto, pero en ese momento la atención de Rhuanna estaba fija en su amiga, que intentaba darle varias cachetadas.

Rhuanna de TheirinicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora