Rhein, La prueba final.

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La Prueba Final.

Ubicación: En lo profundo de las catacumbas de la ciudad de Rhein.


Todos se despertaron cuando el enano los movió y les dio algunas raciones, junto con agua, Threxiia estaba de pie a unos metros de la descomunal puerta de acero, por alguna razón no se percibía herrumbre en esta, Grunyar junto con Athlesstaun la movieron a un lado, lo que les sorprendió fue que aquella hoja de metal de 4 pulgadas de grosor, se deslizará con tanta facilidad y casi sin hacer ruido.

Ante ellos se abría un pasillo similar al anterior, pero a unos 10m de haber entrado, no era posible ver más allá de un par de pasos, aún con las antorchas. Tampoco era posible escuchar los pasos de las botas de metal del sacerdote-guerrero, o del enano, y aunque podían sentir la manera en que las paredes parecía oprimir sus almas, no las podían ver.

Ni siquiera las habilidades de Luantrix, Grunyar ó Rhuanna para ver en semejantes condiciones parecían ser de mucha utilidad, y solo la luz del martillo sagrado de Athlesstaun resultaba ser un faro confiable. Quien avanzaba sin sentirse de alguna manera temerosa era Threxiia, ella misma les alentó a seguir.

Mientras el grupo avanzaba por aquel pasaje, una entidad proveniente de más allá de Teurissia desencadenó visiones inciertas en cada uno de ellos, mostrándoles fragmentos de su pasado o futuro. Athlesstaun se vio a sí mismo abatiendo con su martillo a su amada Rhuanna, lo cual lo llevó a arrodillarse, cubriéndose el rostro y dejando caer su arma, mientras imploraba perdón a Vherithus.

Por su parte, Grunyar revivió aquel fatídico momento en el que su grupo de exploradores fue superado en número por orcos provenientes de los Uryälyes, y él huyó. Aquella culpa lo había perseguido durante todos esos años, impidiéndole descansar tranquilo.

Luantrix se encontró en medio de una cruenta batalla contra los caballeros de Gaileux, donde sus amos hasta ese momento fueron asesinados y ella misma fue capturada para ser encerrada en un calabozo frío y oscuro.

Rhuanna se vio a sí misma con los hábitos de alguna orden religiosa de los iluminados, encerrada en una diminuta habitación rodeada de penumbras. Gritaba desesperadamente para ser liberada, pero solo recibía risas burlonas e insultos desde el exterior.

Estas visiones atormentadoras se apoderaron de sus mentes, llenaron de miedo sus almas y despertaron sus demonios internos que creían haber dejado atrás. El grupo se vio atrapado en un remolino de confusión y dolor, mientras luchaban contra los espectros de su propio pasado ó de sus propios miedos más profundos.

Sin embargo, Threxiia, la mujer de sombras, inexplicablemente no fue afectada por aquel extraño ataque mental. Al observar a sus compañeros arrodillados o postrados en el suelo, sus ojos, que eran un par de esferas de luz rojiza, demostraron una pizca de compasión. Con cautela, evaluó quién de ellos sería el más capaz de liberar al resto de aquel trance.

Rhuanna de TheirinicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora