Choque de imperios

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Choque de Imperios.

Ubicación: Valle de la media luna, Ducado de Gaerritraes.


Al despuntar el alba, ambos ejércitos se hicieron visibles en el horizonte. Desde su posición elevada, el despiadado Don Teodulo de Vaentharra escudriñó el campo de batalla, su rostro se contorsionó en una mueca de ira auténtica al presenciar la atrevida exhibición de colores del enemigo. Las formaciones de infantería de la implacable Doña Xendria se entrelazaban con las de los temibles Rheintheritas y los sanguinarios Gaileuxitas, conformando un enemigo formidable, aunque no invencible.

Con determinación, Don Teodulo dio la orden de avanzar a sus caballeros, acompañados de los jinetes de caballería ligera, mientras se esforzaba por mantener la cohesión de sus densos bosques de picas respaldados por los letales ballesteros y las mortíferas armas de asedio.

Por su parte, los aliados aguardaron pacientemente hasta que la infantería enemiga se aproximara, conscientes de que ese momento sería su mejor oportunidad. No le facilitarían las cosas al Emperador, y lanzaron una lluvia de flechas desde sus arcos largos, mientras las catapultas desataban proyectiles ígneos. Además, enviaron a los jinetes ligeros para hostigar a los lentos piqueros enemigos. Los generales Quintus y Louen, por su parte, ordenaron a la caballería de Jeanne flanquear al enemigo, pero desde el lado opuesto al que el enemigo esperaba.

Hechizos comenzaron a volar de un bando a otro, infligiendo graves daños a las unidades de infantería, aunque estas se mantenían firmes. Pero cuando llegó el momento de que las centurias y cohortes se encontraran con los piqueros, fueron apoyadas por sus aliados con sus propias picas.

Los gritos de los oficiales resonaban, tratando de mantener las posiciones, mientras maldiciones y juramentos se rompían y pronunciaban. Las espadas se clavaban y cercenaban a los piqueros, mientras estos atravesaban a los Rheintheritas. La caballería chocaba, las lanzas se quebraban y derribaban a los enemigos, perforándolos junto con sus monturas. La sangre manaba sin cesar, y los cadáveres cubrían el suelo como una grotesca alfombra.

Pasaron varios días de combates ininterrumpidos, las formaciones se habían desvanecido, y los hombres luchaban más por sus propias vidas que por algún juramento. Jeanne, Rhuanna, Crextux, Martin y Ursula se encontraban entre aquellos caballeros exhaustos que aún resistían. El cuerpo de Quintus yacía sin vida a los pies del General Louen, quien combatía con desesperación contra el Emperador Teodulo. Sin pensarlo dos veces, Rhuanna desenfundó su daga curva y se lanzó al ataque contra aquel enemigo. A su lado, sus leales escoltas, igualmente fatigados, pero decididos a no abandonarla, se unieron a la carga. Jeanne, incapaz de dejar a su amiga sola en ese momento crucial, también se abalanzó contra el enemigo.


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Rhuanna de TheirinicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora