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A la mañana siguiente me levanto con unas ojeras como las que nunca he tenido. Bajo a la cocina para descubrir a mi padre. O lo que queda de él. Esta noche no ha habido pesadillas, pero tampoco ruidos.

Muy pálida, saco mi móvil de mi bolsillo y marco el número de la policía. Contestan luego de tres o cuatro pitidos.

—¿Hola? —una voz masculina me atiende.

—H-hola.

—¿Qué sucede, señorita?

—Mi p-padre —murmuro. Al otro lado de la línea, el agente espera a que continúe—. Algo o alguien lo ha matado.

—¿Cómo? —pregunta, aparentemente atónito.

—Necesito ayuda —repito—. Algo o alguien ha matado a mi padre. Está en el suelo y le faltan los ojos. También tiene un corte o dos en el estómago. Necesito que vengan.

—Ahora mismo vamos —me promete—. Dígame la dirección.

—Espere un momento —me doy cuenta de que mi tono es de súplica—. Acabamos de mudarnos, y no sé bien la dirección.

Entro en la casa y leo la dirección escrita en el papel, justo donde la dejé. El policía me promete que llegarán en seguida, y dice la verdad. A los quince minutos o así, tengo a una patrulla de policías en la casa, y cada vez van llegando más. Inspeccionan la zona, abren una investigación y se llevan el cuerpo de mi padre a su laboratorio para hacerle una autopsia.

Yo simplemente no me puedo creer que apenas hayamos cumplido las dos semanas aquí y ya hayan matado a mi padre. Nunca hubo falta de seguridad en casa o en el barrio, ningún tiroteo o asesinato desde que nos mudamos a Estados Unidos. Y ahora, como por casualidad, mi padre aparece muerto. Sin ojos.

Igual que mamá. Igual que el abuelo de Jacob. No, tengo la sensación de que esto no es solo una coincidencia. No, esto debe de estar relacionado de alguna manera. Si solamente fuera coincidencia, si estuviera equivocada, sería un alivio. Pero no creo estarlo. Tengo la sensación de que Víctor sabe algo de esto que no me ha contado, que se quiere ocultar por alguna razón.

Yo también siento la necesidad de ocultarme, y más cuando la policía me dice, después de comprobar las grabaciones (solo hay cámaras en mi habitación, el resto de la casa no está vigilada), que debería desalojar la casa. Así que guardo mis cosas en las cajas todavía conservadas de la anterior mudanza. ¿A dónde voy a ir? Todavía no lo sé, pero por suerte, soy la única persona mencionada en el testamento de mi padre, así que su fortuna (bastante considerable, ya que nunca quería gastar nada), pasa directamente a mí.

Llamo a Jacob con las manos temblorosas. No sé porque, pero siento la necesidad de contarle a alguien lo sucedido. Y en Cairnholm solo hay una línea telefónica, esa que, al menos antes, conducía al "Hoyo del Sacerdote". No puedo llamar a mi hermano, me tocará recurrir a lo más parecido a un amigo que tengo aquí, en Florida.

—¿Hola? ¿Lena?

—Sí, soy yo. Jacob, tengo un problema.

—De verdad que puedes llamarme Jake —dice él—. Yo lo prefiero. Ahora, dime de qué se trata.

—¿No podríamos reunirnos en tu casa? Es un problema serio, y de verdad que no puedo ni quiero hablarlo en la calle.

—Está bien. Vente a mi casa.casa.

Me dirijo hacia allí a pie, todo lo rápido que puedo. Nunca he sido mucho de hacer deporte, así que correr queda descartado. Cerca de casa puedo ver a un hombre parecido al doctor Golan. Aterradoramente parecido, salvo por los ojos sin pupilas. Creo que hice mejor de lo que pensaba en fiarme de mi instinto y desconfiar de él.

Peculiaridades (Enoch x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora