Capitulo 9- Los rayos de un nuevo dia

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El joven elfo abrió la boca con asombro mientras miraba al humano delante suya, protegiéndolo.A... ¿Alex? - preguntó con un pequeño tartamudeo a lo que el joven se giró viéndolo mientras le dedicaba una sonrisa confiable.

- ¡Perdón por la tardanza Ruvys!, menos mal que he llegado a tiempo -Sonrió entre dientes, para enviarle confianza y tranquilidad, acto seguido volvió la mirada hasta el enemigo.

O-Oh... Alexander, sobrino mi...- Su voz se volvió suave y aguda, hasta con una expresión de sorpresa por verlo, dejo caer la espada del general, después de liberar su mano clavada de esta, dejando en ella una herida grande y suficientemente profunda que dejo la palma totalmente destrozada.

-No te atrevas a llamarme sobrino, vagabundo- lo interrumpió con firmeza, cargando de nuevo la munición de la escopeta sin dejar de apuntarle- Tu no te mereces ser de mi familia después de todo lo que has hecho, a mi padre, a mi... y a los elfos - comenzó a dar lentos pasos en dirección a Klatus- los guardias van a llegar enseguida.

- ¿Cómo?, ¿mis hombres? - preguntó Ruvys levantando las orejas, a lo que el príncipe asintió.

-Antes de llegar hasta vosotros los ayude a apagar el fuego y a evacuar a la gente de la aldea. Le informe a Indis que cuando terminaran, envíe a los guardias donde estamos, por esta zona.

Un gemido ahogado salió de la garganta del villano sintiendo que le faltaba el aire al escucharlo y como los nervios se apoderaban de él, puso la mente en blanco dejando su vida pasar ante sus ojos. Que amarga fue.

En ese momento el mundo se detuvo a su alrededor, sintiendo como todo se desmoronaba con lentitud. Lo había tenido todo tan organizado y estaba más que seguro que no habría ningún clavo suelto, pero, su plan finalmente se hizo añicos entre sus manos por un error que no vio venir; maldita sea, estaba tan cerca de su objetivo.

Gruño para sus adentros frustrado mientras unos pasos de varias personas se aproximaban a ellos, eran los guardias.

Sin que nada pudiera hacer en ese momento, acepto su derrota, apretando sus dientes levanto sus brazos mientras se arrodillaba en silencio, dejando que los guardias lo agarraran inmovilizándolo con algo de brusquedad, pero a Klatus le daba lo mismo, después de todo, ya no tiene nada más que hacer en este mundo; como si de repente se convirtiera en un cascara vacía sin alma.

La guerra de los humanos contra elfos llegó a su fin con la derrota y captura de Klatus. El general por primera vez en años puede volver a respirar con tranquilidad, sintiéndose en paz en lo más profundo de su ser, mientras unos guardias le revisaban la herida de la cara pensó en Falaven, en como vengo su nombre de forma correcta.

Un sentimiento de calidez lo envolvió por completo solo de pensarlo, no pudo evitar sonreír emocionado bajando sus orejas, y unas lágrimas empezaban a salir de sus ojos, que automáticamente sus dedos las secó con delicadeza.

Los guardias, al ver el gesto, enseguida se preocuparon por el elfo pensando que la causa fue que le habría escocido la herida al haberle echado demasiado alcohol sin querer, olvidando que Ruvys de por si aguanta dolores más fuertes que este.

- ¡S-Señor Ruvys!, ¿Está bien? ¿Fue por el alcohol?... ¡Si fue así lo lamen...! - trato de disculparse el guardia más joven en nombre de todos, pero fue callado por el pelinegro al levantar la mano.

Erasys: El mundo del mañana -Agalerd-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora