Capítulo 3

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Estar en el gimnasio a las ocho de la mañana de un domingo era ridículo. El hecho de que algunas personas estuvieran terminando ya una sesión de una hora era aún más loco. ¿Esta gente perfecta dormía? Y siendo realistas, eso significaba que debían haber llegado en algún momento después de las seis para estar aquí para empezar a las siete. A hacer ejercicio. En un domingo, el día en el que normalmente dormía y salía a tomar un perezoso desayuno tardío. ¿Pero hacer ejercicio? Me preocupaba su bienestar psicológico.

—¡Hola, YoonGi! —me saludó alegremente Jeongguk—. Me alegro de que estés aquí.

Observé a dos mujeres mientras se marchaban, sudorosas y riendo.

—¿Hacéis pruebas psicológicas o el test de manchas de tinta a esta gente? —le pregunté a Jeongguk en voz baja—. Porque creo que podrían tener algunos problemas de salud mental.

Jeongguk echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—Oh, me haces reír. —Parecía genuinamente feliz y dado que había estado aquí, probablemente haciendo ejercicio desde las seis, me hizo cuestionar su cordura.

—¿Hay que estar loco para hacer ejercicio para vivir?

Sonrió.

—Nop. Pero ayuda. —Dio una palmada—. He elaborado un plan de ejercicios y dieta para ti. —Recogió algunas hojas de papel y me mostró primero el plan de ejercicios—. El cardio, el acondicionamiento de la zona media y la fuerza corporal serán los enfoques principales de las primeras cuatro semanas. Empezaremos despacio e iremos subiendo la intensidad, ¿de acuerdo?

Asentí desoladamente.

—Y el plan de dieta es bastante amplio. Has dicho que la comida es lo tuyo, así que es importante acertar en esta faceta tanto como en la del ejercicio, porque si esto no te funciona, es más probable que lo dejes.

—¿Incluye la col rizada?

Sonrió.

—Sin col rizada.

—Bien.

—Ven y te mostraré lo que tengo planeado para ti. —Caminó firmemente hacia una fila de cintas de correr.

Hice mi mejor imitación del naturalista David Attenborough.

—Ah, dispositivos de tortura modernos, pero aún arcaicos en su hábitat natural. No es una especie particularmente amenazante, a menos que seas una persona de treinta y cinco años con sobrepeso que no ha corrido desde el instituto. —Entonces recordé que eso no era exactamente cierto—. Vale, bueno, correr para coger una KitchenAid a mitad de precio en las rebajas del día después de navidad no cuenta.

Jeongguk me miraba fijamente, todavía sonriendo.

—¿La conseguiste?

—¿Conseguir qué?

—La KitchenAid.

—Ah, por supuesto. Me encanta cocinar. Es lo mío. Y no había chef o abuela viva lo suficientemente valiente como para ponerse en el camino de un hombre en una misión. Aunque todavía me siento mal por haberle dado un codazo a esa señora. Ella era más rápida que yo; llevaba zapatillas de correr y yo mis mocasines Diesel. El estilo por encima de la comodidad, ya sabes cómo es eso. Pero déjame decirte que no he vuelto a cometer ese error en un día de rebajas. —Jeongguk me miró durante un largo momento, como si le desconcertara y le divirtiera a partes iguales—. Lo siento. Suelo hablar un motón. No mucho de ello tiene sentido.

Su sonrisa fue lenta pero genuina.

—Tiene mucho sentido para mí. Bien, empezaremos con algo de cardio. —Entonces pulsó algunos botones en la cinta de correr—. Programaré esto para ti. ¿Ves esto? —Apretó algunos botones más mientras yo miraba—. Empezarás con una caminata lenta pero constante, luego se acelerará e inclinará un poco como si estuvieras caminando cuesta arriba, y entonces volverá a bajar al ritmo inicial. —Me subí a la máquina y él pulsó el botón de inicio—. Volveré cuando hayas terminado, ¿de acuerdo?

Me dejó solo y se dirigió a otros miembros del gimnasio que parecían estar en forma, dedicándoles la misma cantidad de tiempo atento y profesional que me dedicó a mí. Era bueno en su trabajo.

Sin duda era una persona sociable y por la forma en que todo el mundo le llamaba por su nombre y él a ellos, supuse que era muy querido.

Le observé mientras hablaba con una señora que utilizaba un aparato de tortura para tirar con el brazo y luego ayudaba a un tipo que levantaba pesas. Me miraba de vez en cuando y sonreía mientras yo jadeaba y resoplaba en lo que él llamaba una caminata lenta. Jesús, si caminara tan suavemente a cualquier lugar, estoy seguro de que estaría muerto antes de llegar.

Entonces, la cinta de correr emitió un pitido y comenzó a inclinarse. La plataforma se levantó, y dulce madre de Dios, iba a morir.

JN SU [ggukgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora