Capítulo 1

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La mayoría de la gente no puede decir el momento en que su vida cambió. Un día tienen veinte años y el mundo a sus pies, y al siguiente se acercan a los cuarenta y se preguntan a dónde ha ido a parar su vida. No hay un calificador de edad tipo La Fuga de Logan que considere que has pasado tu fecha de caducidad. No hay una ceremonia con togas y sombreros divertidos para decir que has pasado de marcar una casilla de edad en una encuesta a marcar la siguiente. Simplemente te das la vuelta y, zas, zas, joder, eres viejo, muchas gracias.

Bueno, mayor.

Tengo treinta y cinco años. No me clasifico como viejo. Bueno, no lo hacía.

Hasta que Jooheon, el novio con el que vivía desde hacía ocho años, llegó a casa y me dijo que lo nuestro había terminado. No quería pasar su vida con un viejo con sobrepeso. Yo ya no era divertido. Ya no me cuidaba. No era lo que él quería.

Y ese fue el momento en que mi vida cambió.

Sólo para aclarar una cosa, mi ahora ex novio tiene la misma edad que yo. Y cuando me llamó viejo, no se refería a mi edad. Se refería a cómo vivía mi vida. No salía de fiesta, no salía a correr por el parque, no quería ir de excursión los fines de semana.

Paseos para tomar café, sí. Y fines de semana en una cabaña de madera leyendo libros, haciendo rutas de vino y cocinando demasiada comida, también. Yo era más de disfrutar de las cosas buenas de la vida, mientras que él evitaba los treinta años de la misma manera que un gato evita ir al veterinario. Y aparentemente eso me hacía viejo.

Así que el comentario de la edad lo podía ignorar porque me gustaba lo que me gustaba. Pero el comentario sobre el sobrepeso me afectó mucho.

Cuando superé el golpe de sus palabras y la conmoción por ver sus cosas empaquetadas en cajas y la llave de la puerta de casa en la barra de la cocina, me di cuenta de que sí, que me dejaba. Pero el mayor impacto llegó después. Después de dos botellas de vino y de sollozar con mi mejor amiga, Jade, en el suelo del salón, ahora casi vacío, me dirigí al baño. Borracho y hecho un lío emocional, me desnudé con la intención de ducharme. Pero me miré en el espejo y, por primera vez, realmente me vi.

Y vi cómo me veía Jooheon, y vi por qué se fue de mí lado.

Tenía sobrepeso. Me veía viejo. Era un maldito desastre.

Así que sí, ese, el punto más bajo de mi vida, fue el día en que mi vida cambió.

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Dos días más tarde, me detuve frente al gimnasio del barrio, qué estaba a diez minutos de mi casa y por el que había pasado mil veces, tomando la determinación de entrar. Respirando profundamente y con una nueva determinación, atravesé las puertas y me acerqué al mostrador de recepción. Una mujer joven y en forma me sonrió alegremente.

—¿Puedo ayudarte?

—Sí. Me llamo YoonGi Min. Y necesito ayuda para recuperar a mi novio.

Ella parpadeó.

—¿Perdón?

—Mi vida —enmendé rápidamente. Gran trabajo, YoonGi, idiota. Anunciar que no tienes vida y que eres gay para romper el hielo. En serio, por eso estás soltero—. Quise decir que necesito ayuda para recuperar mi vida.

Oí que alguien se reía a mi lado, y me giré para ver a un hombre guapísimo, construido como una nevera de más de un metro ochenta, qué me sonreía. Tenía el pelo corto y rubio, unos impresionantes ojos azules y llevaba un uniforme de gimnasia tan ajustado que parecía pintado sobre su cuerpo. Me tendió la mano y casi tuve miedo de estrecharla por temor a que me aplastara los dedos o algo así, pero era cálida y firme.

—Me llamo Jeongguk. Y has venido al lugar correcto.

JN SU [ggukgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora