Los días siguientes fueron estupendos. Avancé en el trabajo de mi bandeja de entrada, charlé con la gente durante la pausa del almuerzo y mantuve varias conversaciones de texto con Jeongguk. Era absurdo lo emocionado que estaba por mi sesión del viernes por la mañana en el gimnasio, y si alguien me hubiera dicho hace cuatro semanas que estaría deseando hacer ejercicio, me habría partido de risa.
O quizás no era tanto el ejercicio como el entrenador personal.No podía negar que me gustaba Jeongguk. Era todo lo que yo no era: seguro de sí mismo, guapo, en forma. Deseable.
Pero también era encantador, divertido, intuitivo y amable. Era el tipo de persona que ayudaba a la gente cuando los demás no miraban, no por ningún tipo de beneficio económico, sino por el tipo de persona que era.¿Estaba siendo amable conmigo por lástima? No lo creía. No era propio de él hacer eso. ¿Era amable conmigo porque era su trabajo? Bueno, de eso no podía estar seguro. Sonreía a todo el mundo como a mí, ¿no? No sabía a quién más llamaba o enviaba mensajes de texto, o con quién más compartía recetas o iba de compras.
Mientras entraba en el gimnasio, tuve que preguntarme si mi enamoramiento de él era real o puramente por mi propio ego. No dolía qué aumentara mi autoestima ni que anoche protagonizara mi sueño, desnudo y glorioso, y exigiendo...
—Hola. —Jeongguk sonrió mientras se acercaba a mí.
Obviamente acababa de terminar con otros clientes y se despidió mientras se iban. Entonces se centró en mí y se balanceó sobre sus dedos de los pies. Dios mío, ¿podría saber de algún modo que había tenido un sueño sexual que le incluía a él anoche? ¿Cómo era posible? ¿Por qué me miraba así y por qué me sonrojaba?
—Hola. —Asentí, recordando cada detalle de lo que me hizo en mi sueño—. Por cierto, estuviste genial.
Se rio a medias.
—¿Qué?
Joder.
—Lo siento, quiero decir que te ves genial, por cierto. —Sentí que mis mejillas se enrojecían aún más.
—Eh, ¿gracias? —Estaba claramente en una mezcla de confusión y diversión—. Tú también. Me encanta la nueva ropa de gimnasia.
—Oh, gracias. —Me aclaré la garganta y decidí empezar de nuevo toda la conversación—. Entonces, ¿qué rutina de tortura vamos a hacer hoy?
—Sí, claro —dijo Jeongguk, mirando alrededor del gimnasio. Dio una palmada—. Hoy vamos a hacer más carreras y un poco de fuerza central.
—Excelente.
Comenzó a caminar hacia las cintas de correr.
—¡Eso no ha sonado demasiado sarcástico!
—Lo sé. Creo que la conversión ha comenzado.
Puso la mano en la cinta de correr, pero se detuvo y me miró fijamente.
—¿La conversión?
—Sí, la conversión al lado oscuro por el lavado de cerebro. Ya sabes, de la gente del gimnasio. A los que realmente les gusta el ejercicio.La sonrisa de Jeongguk se extendió lentamente.
—Ah, esa conversión.
Asentí con conocimiento de causa.
—Da miedo, ¿eh? Primero fue cardio y luego a dieta. Quién sabe dónde acabará.
Se rio.
—Me alegra mucho oír eso, YoonGi. Lo has hecho muy bien llegando hasta aquí.
—Gracias a ti.
Me sostuvo la mirada durante un rato y luego apartó la vista con un poco de risa. Dejó escapar un suspiro y volvió a concentrarse en su trabajo.
—Bien, para que la sangre se ponga en marcha, haremos un trote lento, pero sin parar. Se trata de ritmo y consistencia. Querrás reducir la velocidad hasta llegar a caminar, pero quiero que te esfuerces y sigas trotando, ¿de acuerdo?
Me encogí.
—Retiro todo lo que dije acerca de que me gustaba.
Sonrió victoriosamente.
—No, no lo harás.
Pero tenía razón. Quería parar. Quería ir más despacio y caminar un rato para dar un respiro a mis pulmones. Me preocupaba que mis pies tropezaran con la cinta transportadora.
—Tú puedes, YoonGi —dijo Jeongguk a mi lado. Esta vez no corría conmigo, sino que estaba de pie junto a la cinta de correr, observando todos mis movimientos—. Sólo elige un lugar en la pared del fondo y míralo fijamente, despeja tu mente y deja que tu cuerpo haga su trabajo.
Y, curiosamente, eso me ayudó. Me despejó la mente y, sin pensarlo conscientemente, mis piernas siguieron moviéndose y mis pulmones siguieron bombeando. Podía sentir el sudor rodando por mi espalda, y era bueno saber que podía superar mis propios límites. No habría creído que fuera posible, pero ahí estaba, trotando con todo mi corazón. La prueba de que había tomado la decisión de recuperar el control de mi vida y que estaba funcionando.