Cap. 2: Un Cascarón Vacío

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El canto de los grillos fue lo primero que escuché. Abrí mis ojos lentamente. Todo estaba oscuro. Sentía como dolía mi hombro dislocado y mi cabeza. Toqué mi frente y sentí la sangre seca. Estaba cerca de la puerta. El silencio reinaba. Debía ser cerca de la media noche. Me puse de pie con dificultad y abrí la puerta de la entrada. Estaba abierto. "Es lógico- pensé- siempre soy yo quien la cierra". Salí y no cerré. Quería que pensaran que alguien entró y me secuestró. Comencé a caminar sin rumbo, sosteniendo mi brazo lastimado. Sólo quería desaparecer. No tenía a donde ir, pero... cualquier cosa era mejor que estar en casa. Pasé cerca de una tienda de ropa y ví mi reflejo en el cristal del aparador, donde se exibían unos kimonos muy elegantes. Mi frente y parte de mi rostro estaban cubiertos de sangre seca. Mi brazo estaba totalmente suelto y lucía aterrador de lo inflamado que estaba. Mi rostro se encontraba ligeramente desfigurado por el golpe en mi cabeza. Me asusté, pero pude guardar la compostura. Decidí seguir mi camino. El fresco viento de la noche hizo que me sintiera un poco mejor. Crucé la calle y ví un callejón. Decidí detenerme ahí. Me senté en el suelo, apoyándome en la pared. "No tardará un asaltante en venir- pensé- pero... ya no me importa". Sentía un extraño vacío dentro de mí. Como si algo dentro se hubiese roto sin reparación... como si fuera tan sólo un cascarón vacío. Escuché pasos cerca. Permanecí en mi lugar y cerré los ojos. Los pasos seguían. No eran rápidos, era como si alguien se tomara todo el tiempo para poder andar tranquilamente. "No soy la única loca- pensé- alguien más debe andar a estas horas por la calle". Los pasos se detuvieron muy cerca de mí. Abrí los ojos y ví frente a mí un par de piernas. Alcé la mirada y ví a un hombre de estatura alta, de pie. Vestía de manera elegante. Sin el más mínimo miramiento, me cogió por la ropa y me puso de pie. Puse observar su rostro pálido. Tenía el cabello negro y un par de rizos enmarcaban su rostro, del que resaltaban sus ojos rojos. Sus pupilas tenían forma felina y su mirada era penetrante. Su sombrero blanco cubría parte de su frente.

-¿No tienes miedo?- me preguntó en voz baja. Negué con la cabeza.

-Si va a matarme... adelante. No me importa- le contesté- hágame desaparecer- el desconocido pegó mi cuerpo a la pared en un golpe, haciéndome sentir un dolor intenso en mi espalda, y me dijo al oído:

-Que presa tan extraña eres- su voz hizo que mi piel se erizara. El peor pensamiento cruzó por mi mente. "Va a violarme y a matarme. Creo... creo que está bien. Así terminará mi sufrimiento". Cerré los ojos fuertemente y giré la cabeza a un lado. No quería ver qué me haría. Pero... nada ocurrió. Seguía sujetándome por mi ropa. Lo miré. Su expresión se suavizó un poco.

-Debo reconocer que eres valiente- me dijo- y no puedo matar a alguien así- me soltó y caí al suelo. El hombre se inclinó frente a mí y acercó su rostro al mío.

-Puedo ver dolor en ti... y sed de venganza. Dime... ¿qué estarías dispuesta a hacer por vengarte de los demás?- un pensamiento cruzó por mi mente. ¿Vengarme? Si... así era. Me quería vengar. Durante años suprimí ese pensamiento, pero no podía hacerlo desaparecer. Tanto dolor y sufrimiento... debían ser facturados.

-Lo que sea- contesté. El hombre me tendió su mano y yo la tomé. Sentí como si estuviera firmando un contrato sin revocar ante tal acción. Me ayudó a ponerme de pie y me dijo:

-Mi nombre es Muzan Kibutsuji... y yo te daré todo lo que desees. Sólo obedéceme y dame tu absoluta lealtad- yo asentí. Soltó mi mano y dirigió sus ojos a mi brazo derecho. Lo cogió por encima del codo y, como si de papel se tratase, lo unió a mi hombro con fuerza, haciendo que yo gritara de dolor. Caí al suelo de nuevo derramando lágrimas. Muzan se agachó y me miró. Me puso una mano en una mejilla y me dijo con tono burlón:

-¿Te dolió?- yo asentí, sin poder dejar de llorar.

-Lo que sigue te dolerá más... pero este no es el lugar- me cogió por el otro brazo y me levantó. Me pegó a su cuerpo tomándome de la cintura y escuché un extraño sonido... el sonido de una biwa.

Llegamos a un extraño lugar. Tenía muros por todas partes en diferentes ángulos. El silencio reinaba. Mi brazo ya no dolía y podía moverlo con total libertad... aunque tenía muchas preguntas. ¿Quién era ese desconocido? ¿Cómo es que cambiamos de lugar? ¿En dónde rayos nos encontrábamos?

-No me dijiste tu nombre- me dijo Muzan soltándome y sacándome de mis pensamientos. Su voz era tan elegante, pero hermosa y siniestra a la vez que me hacía desear escucharla todo el tiempo. Por alguna extraña razón, me sentía segura a su lado. Lo miré.

-Reiko Sato- le contesté. Él sólo asintió. Suspiré. Lo poco de bueno que quedaba en mí, me obligó a hablar:

-Debo agradecerle... por lo de mi brazo.

-No tienes por qué- me contestó.

-¿Qué me hará?- le pregunté.

-Pensaba convertirte en demonio ya... pero quiero esperar un poco más. Voy a ponerte a prueba. ¿Qué edad tienes, niña?- no entendí lo que me dijo. ¿Convertirme en demonio?

-Acabo de cumplir dieciocho años- respondí- disculpe... ¿qué fue lo que dijo que pensaba hacerme?

-Nada mal- yo desvié la mirada- no vale la pena que tengas miedo... igual y no te dejaré libre ni te trataré bien.

-Descuide... estoy acostumbrada- respondí. Quería respuestas, pero parecía no querer dármelas. Sentí que me miró y yo le regresé la mirada.

-No pretendo causarle lástima- continué- sólo le comento que estoy acostumbrada a eso. Puedo soportarlo... igual... y dudo poder volver a sentir algo- Muzan no dejaba de mirarme y terminó por hacerme sentir incómoda.

-Tampoco quiero que llores- me dijo al fin. Suspiré. Decidí insistir:

-No contestó a mi pregunta. ¿Cómo que convertirme en demonio? ¿Quién o qué es usted?- el sonido del biwa sonó de nuevo y el entorno cambió a una habitación. No podía más.

-Necesito respuestas- insistí una vez más. Muzan me sujetó del brazo con fuerza, me acercó a él y me dijo en voz baja, pero con voz amenazante:

-No me des órdenes- lo miré desafiante. Decidí dejar atrás las formalidades.

-No me das miedo- le contesté- toda mi vida he estado rodeada de personas sumamente malvadas, así que tú no me asustas. Dame respuestas- él no me soltó. Seguía mirándome fijamente a los ojos.

-Soy un demonio- me respondió- pero no cualquier demonio... soy el rey demonio. Yo puedo transformarte y que tengas lo que desees a cambio de tu lealtad, pero... -me sujetó del rostro con una mano- también puedo destruírte si me traicionas... ¿sigues sin tenerme miedo?- su mirada fue amenazante.

-Soy un cascarón vacío- respondí- así que no me das miedo- me soltó.

-Ya me lo tendrás- me dijo al oído. Sentí de nuevo un escalofrío recorrer mi espalda. Sentí una pequeña punzada en mi cabeza y comencé a sentirme mareada. No había comido nada desde en la tarde y había perdido mucha sangre. Tal vez no sentía emocionalmente, pero si sentía físicamente.

-¿Estás bien?- me preguntó Muzan. Negué con la cabeza. Mi visión se puso borrosa y sentí como mis piernas se doblaron. Muzan me sostuvo entre sus brazos cuando mi cuerpo amenazó con caer. Era la primera vez que sentía que alguien se preocupaba por mí, aunque creo que él lo hacía sólo por compromiso. Un demonio no tiene emociones, ¿verdad? Y menos el rey demonio. Sentía como si emanara de su cuerpo una densa oscuridad, que envolvía el mío.

-Conmigo estarás mejor- fue lo último que escuché. Ya no pude hablar, pero supe que si estaría mejor con él. Frío y distante, pero... nada mal. No pude más y cerré mis ojos.

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Dos capítulos seguidos por cuestión de estreno 😁

Oscuridad (Muzan x tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora