Los días fueron pasando. La herida en mi cabeza sanó por completo. Así gané una cicatriz más. Por lo menos, esa no era visible. Como he mencionado antes, mi cuerpo tenía muchas cicatrices. Mi espalda y mis piernas tenían las más grandes. Mi vientre tenía pocas, pero estaba ya curado de tantos golpes que había recibido. Mis brazos tenían marcas pequeñas. Mi cabeza tenía un total de tres cicatrices, una de ellas estaba en la frente, que era la más reciente. Mi cuello había tenido varias veces marcas de dedos. Sólo mi rostro, a excepción de mi frente, era el menos dañado. No tenía cicatrices, pero si había sido golpeado en varias ocasiones. Mi autoestima y mi corazón eran los más lastimados. Dicen que las heridas que más duelen son las que no se ven, pero a mí ya no me dolían... o, al menos, eso parecía o quería creer. Desde que estaba con Muzan, no había recibido ninguna clase de agresión. Era poco lo que llegábamos a hablar, porque casi siempre estaba sola, pero no estaba tan mal. Al menos sabía que él así era y no porque estuviese molesto conmigo. Era increíble no ser maltratada, comer bien y dormir tranquilamente. Si, era muy mandón, pero eso no era molestia. Sólo debía tener la casa en orden y no molestarlo, aunque de vez en cuando lo hacía. Era algo que no podía evitar. Me había acostumbrado ya a que llegaba y se iba sin previo aviso. A veces me hacía acompañarlo a cazar, pero ya no era como aquella primera noche, que casi me llevó arrastrando. Pero... por mucho que yo decía no sentir nada, había algo que si sucedía: en mi corazón tan lleno de cicatrices, aquel demonio tan malvado se estaba ganando su lugar. Era como si se estuviera metiendo en él sin hacer ruido, como se colaba el Sol por las mañanas al entrar por las ventanas... así se estaba ganando su sitio: de manera tranquila e inevitable. Y no había hecho nada especial por mí desde que tomó mi mano, pero era algo que no podía controlar, ya que yo vivía con él y convivíamos a diario, por lo menos unos momentos. No negaba que era muy atractivo también. Esa clase de sentimientos que estaba desarrollando por ese hombre, me hacían tener ciertos destellos de emociones de vez en cuando.
Estaba terminando de ordenar la estancia. Ese día me sentía con energía y quise aprovecharla. Me encontraba de espaldas, cuando dije:
-¿Y ese milagro que vienes de día?- me volví y vi a Muzan de pie, frente a la puerta.
-Está nublado- me respondió.
-No corres peligro... está perfecto.
-Me quedaré aquí por hoy- comentó caminando hacia su habitación y sin mirarme.
-Es tu casa después de todo- se detuvo y me miró.
-¿Tienes comida?- me preguntó. Me sorprendí ante esa pregunta. Era extraño que preguntara. Lo tomé a broma:
-La comida soy yo, ¿no?- y reí. Muzan me miró muy serio y dejé de reír. Así eran mis momentos de emociones: cortos, pero intensos.
-Hablo en serio- respondió.
-Yo también... ahora que, si preguntas por comida para mí, si, tengo para dos días.
-Otro chiste de esos, y será el último.
-Lo mismo me dijiste la vez pasada.
-No sé por qué pierdo el tiempo contigo.
-Porque quieres- Muzan frunció el ceño. Ya no me respondió y se fue a su habitación. En cierto modo, me gustaba hacer que se molestara en ocasiones. Y creo que a él también le gustaba, puesto que nunca me hacía nada. Llegué a pensar que, tal vez, se sentía muy solo y que por eso no me castigaba. Luego, llegué a la conclusión que era porque, realmente, yo no le importaba en lo más mínimo, así que mis acciones tampoco. Me preguntaba qué era lo que realmente podría molestarlo, aunque también temía su reacción.
Más tarde, me encontraba en la cocina, preparándome algo para comer. Mientras cortaba las verduras, pensé en el colegio. A veces, extraña leer. No había pensado en lo que extrañaba en esos momentos, que realmente era poco. No tenía amigos, mi novio me había terminado y mis padres no me querían, así que... sólo extrañaba estudiar. Me dio un poco de tristeza saber que, tal vez, no podría ser docente. Suspiré. "Tal vez Muzan me pueda conseguir libros", pensé. Dejé un vaso de cristal en la mesa y me di la vuelta para servir mi comida. Tomé un plato, me serví arroz y verduras y, al regresar para disponerme a comer, tiré el vaso por accidente al suelo, haciendo que se estrellara en el suelo, rompiéndose en mil pedazos. Miré el desastre. "¡No puede ser!- pensé- Muzan me va a..." un fuerte golpe en mi rostro interrumpió mi pensamiento, haciendo que cayera al suelo. No pude evitar quejarme y sobarme la mejilla, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas y no pude retenerlas.
-Recuerda que nada de aquí te pertenece, ni siquiera tu vida- escuché. Miré hacia arriba y ahí estaba Muzan, con el puño cerrado. Sentí el sabor de la sangre en mi boca y me llevé la mano a mis labios, para luego mirarla. Tenía sangre, tal y como lo pensé. Las lágrimas seguían escapando de mis ojos y mi mejilla me dolía mucho.
-Limpia este desastre... y rápido- asentí y me puse de pie, para tomar el cesto de basura y poner los trozos del vaso ahí. Me sentía muy mal. Muzan miraba cada uno de mis movimientos.
-Esta noche me acompañarás a cazar- dijo- y no aceptaré un "no" por respuesta- asentí en silencio. Limpié mi rostro con mi brazo y me puse de pie. Muzan ya no dijo más. Sólo se retiró y yo puse el cesto en su lugar. Por primera vez en semanas, algo me había dolido y no sólo físicamente, sino también emocionalmente. Con un poco de agua, enjuagué mi boca, para quitarme el sabor a sangre. Mi estómago me reclamó alimento. Tomé otro vaso, me serví té y comencé a comer mi plato de arroz, muy desanimada. Muzan estaba muy molesto por haber roto un vaso y me había golpeado, sin el más mínimo remordimiento. Sentía como si mi corazón se hubiese roto. Era algo que había olvidado ya, pero reconocía ese sentimiento. Aquello me hizo darme cuenta de algo: yo era propiedad de Muzan. Me veía como un objeto más de su casa. Me dolía el saber que, en el fondo, yo creía que podríamos tener algo, pero esa acción me hizo poner los pies sobre la tierra. Sentía como si me hubiese estrellado contra una pared. A pesar de que intentaba mantener la compostura, algunas lágrimas lograban escapar. Terminé mi plato de arroz y mi té. Me dispuse a lavar todo y me fui a mi habitación. Al verme en el espejo, ví que en mi mejilla tenía una enorme marca roja. "Esto se pondrá morado", pensé. Me tiré en la cama y comencé a llorar, abrazando una almohada, sin reprimirme. Muchas ideas cruzaron mi cabeza, todas ellas terminando en mi muerte. Deseaba que algo realmente malo me sucediera... Maldije el día en que conocí a Kibutsuji. Maldije el no haberme escapado cuando lo vi aquella noche... maldije el día y la hora en que mis padres decidieron traerme a este mundo. En ese momento, no sabía lo que sentía. Pero ahora, al recordarlo, lo sé: era una mezcla de tristeza, rabia y decepción. Un trío de sentimientos altamente peligrosos. Quería hacer pagar a Kibutsuji, pero... ¿cómo lo haría una humana? Era como si quisiera ponerme a pelear a patadas con Sansón. Un sólo movimiento y yo estaría acabada. Apreté la almohada y continué llorando. Sabía que mis lágrimas drenarían lo que sentía, aunque pensaba también que cada una de ellas, sería resarcida. Lo deseaba con toda mi alma. No era sólo un berrinche de adolescente, no. Era un deseo real. Quería vengarme... y, ese momento, estaba más cerca de lo que creía.
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Yo ni de broma lo haría enojar 😅 o quien sabe... si no me lastima, igual y si 😆
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Oscuridad (Muzan x tú)
أدب الهواةUna chica cuenta sus memorias de un pasado lejano, donde tenía una vida infeliz. En el peor momento de su vida, aparece un ser lleno de oscuridad y crueldad, pero, con el cual, ella se sentirá segura y que cambiaría su vida de manera permanente... ...