En el Clero, las cosas no mejoraban, y si bien, no había ningún caos visible, los pasillos, jardines y habitaciones del Ministerio estaban plagadas de un aire denso, y se oía a sus habitantes murmurar y cuchichear sobre las últimas noticias que se habían esparcido como una plaga creciente. Y Viktoria sentía que estaba sufriendio las consecuencias de la plaga. Bueno, tampoco tan así, pero la ansiedad se le notaba en la cara. Cuando Terzo estaba en el ministerio, por lo menos era más fácil descubrir dónde estaba, pero ahora se había escapado a la ciudad con el cardenal. Cosas de la vida. Ahora ella caminaba sin rumbo como si esperase un milagro, porque no tenía mucho más que pudiera hacer. Se detuvo en uno de los jardines, dónde pudo ver un importante amontonamiento de gente, y vio que se trataba de una pelea entre dos ghouls, y toda esa gente trataba de separarlos. Sí, así como cuando se pelean dos perros.
La monja no se asustó, pues era bastante normal, sobre todo en épocas de estrés y cambios. Los demonios eran un poco más sensibles a esas cosas que los humanos. Además, que ese tipo de peleas no solían pasar a mayores. Lo que sí la asustó fueron las dos manos que le cazaron los hombros por detrás, solo por el afán de jugarle una broma.
—¡¿Qué diablos?!—Viktoria giró en redondo con los ojos enormes y luego su expresión cambió a una de leve fastidio—¡Swiss! ¿Te parece divertido?
—Puede ser—El más alto mostró sus colmillos en una forma que más que una sonrisa, era una amplia mueca—¿Te asustaste?
—¿Qué crees?—Resopló.
—Mira lo que tengo—Dijo cambiando de tema, y le mostró la lengua, donde tenía una llave. Enseguida la volvió a esconder en la boca.
—¿Y eso?—Ahora estaba confundida.
—Es la llave de la oficina de Imperator, no volverá en un par de horas, ese tal Saltarian la convocó recién—Tal vez contarle lo que había pasado a Multighoul fue un error—¿Quieres ir a ver? A lo mejor encontramos algo que te sirva.
—¿Eh?—Todo lo que el ghoul decía, sonaba progresivamente peor—No lo sé...—La hermana del pecado temía que los descubrieran, no sabía sí confiar, pero era por un bien mayor—Bueno. Vamos, pero dame la llave a mí.
—Hmmm...—Swiss se puso la mano en la barbilla—Con una condición.
—Ahora ponemos condiciones.
—¿Quieres mi ayuda o no?
—Ugh, bien, bien ¿Qué condición?
—Quiero que vayamos a la ciudad—Volvió a hacer esa mueca de siempre —Y que me compres un helado.
—¿De verdad?—Viktoria arqueó una ceja.
—Nunca miento.
—Ajá. Bueno, ujúm. Acepto, ahora dame la llave—Extendió la mano para que le entregara la pequeña pieza de metal.
—Eh... Creo que no puedo. Me la acabo de tragar.
—¡¿Qué?! ¡¡Swiss!!
—Mentira, mentira—Swiss soltó una carcajada y acto seguido, escupió la llave en la mano de Viktoria.
—Por favor. No vuelvas a hacer eso.
Sin que Swiss contestara nada más que con un gesto divertido, se dirigieron a la oficina. Sin embargo, cuando ya faltaba poco para llegar, pudieron ver una silueta al lado de la puerta. Una persona. Por lo que Viktoria se hizo la disimulada para acercarse, luego vio que se trataba de Emeritus II. Creyó que sería mejor pasar en otro momento, pero lo menos esperado sucedió, y es que Swiss fue directo a Giorgio.
—Vicky, tengo algo qué decirte—Se apuró a hablar el segundo mayor de los hermanos, y la menor lo dejó continuar—Pero te voy a pedir que seas discreta.