Terzo se echó hacia atrás, soltando el humo del cigarrillo que estaba fumando, recién lo había encendido. Estaba con la vista fija en el techo. Había notado que desde hace rato Copia lo miraba de costado, pero no pensaba devolverle la mirada. Era extraño, sin necesidad de voltear, podía sentir que el cardenal lo observaba con curiosidad, y otra cosa que no podía identificar. Esperó a que dejara de mirarlo, pero no se detenía. Frunció el entrecejo y suspiró. Aún mirando el techo, dijo:
—Lo lamento, necesitaba desestresarme, ¿Sabes?—Iba a continuar pero el castaño lo interrumpio de forma apresurada.
—No necesito que te disculpes conmigo—Y agregó por lo bajo:—Me gustaste, quiero decir... Me gustó.
—¿Eh?—Se llevó el cigarrillo a la boca—¿Te gusta mi cuerpo? ¿Te gusta mi amigo? ¿Es eso?—Dijo mirándose ahí abajo.
—N-no, err—Raphael se sonrojó un poco por lo que estaba a punto de decir—Creo que me gustas eh, tú... Aunque creo que no es la palabra, tsk suena bastante infantil, je... Creo que entiendes lo que quiero decir, ehmrrm... M-me gusta pasar tiempo contigo, a-aunque estés de mal humor y, y aunque seas irritante, perdón, no debí decir eso... Eh, c-creo que podría abrazarte, no de forma sexual, no, no, no... Uhhg, solo abrazarte porque sí. Y creo que eres adorable. Je.
—Ah...—Terzo tiró el cigarrillo—Como sea, me voy a dormir—Y acto seguido, cruzó torpemente a los asientos de atrás. Raphael no alcanzó a ver, pero Jonnathan estaba igual de sonrojado.
Copia se quejó silenciosamente y se apoyó en la ventanilla, con una expresión que denotaba un cansancio total, y dijo:
—Jonnathan—Gruñó—Deja de evadir las emociones y respondeme algo coherente. Mierda, estás un poco grandecito para esas tonterías.
—Estoy durmiendo, no te escucho.
—Oh... E-está bien, lo siento—Copia pareció volver a su habitual estado inofensivo, hasta que se quedó pensando y se dio cuenta de que Terzo lo estaba tratando de estúpido.
Y podría haber vuelto a confrontarlo, pero honestamente no tenía ganas, respiró profundo y decidió que era momento de descansar cinco minutos antes de volver a emprender el viaje. Aunque se quería morir cuando vio que el sol subía y no había dormido ni un poco. De igual forma, no podía quedarse demasiado tiempo y arriesgarse a que lo encontraran, razón por la cual, partió de todas formas.
Luego de un rato, Terzo volvió al asiento de copiloto, diciendo "Uff, dormí muy bien", y el cardenal, que moría por contestarle "A nadie le importa, bobo estúpido", solo dijo "Ah, qué bien". Copia se dijo que no le iba a dar charla a Jonnathan, pues estaba supuestamente enojado, y debía hacerse respetar, pero simplemente no podía con su naturaleza y eventualmente lo olvidó.—No voy a mentir, realmente extraño a mis ratas—Murmuró—Espero que estén bien.
—Eh, sí, seguro.
—Jon, tú... Sé que detestas al Clero, pero ¿Si quiera hay alguien que te importe allá?—Dijo Copia—No lo pregunto con malas intenciones, solo digo, es que te veo muy desapegado y frío con todos y...
—¿Cómo te atreves a decir tal cosa?—Se quejó Terzo, mirándolo como sorprendido.—Yo no soy desapegado y mucho menos frío, ¿Quién crees que soy? ¿Giorgio?
—¿Eh? Sé que se ve algo serio siempre, pero ¿Realmente es así?
—Claro, está tan obsesionado con su imagen y con cómo las cosas deben ser que al final nada le importa, nadie le importa—Abrazó las rodillas—Por supuesto yo no le importo. Es igual que el viejo estúpido de Nihil. Y Elziet y Viktoria no se quedan atrás, no, para nada.
Raphael se quedó en silencio, sin saber qué contestar, ¿Qué se hace en estas situaciones? Ni idea. «No debí preguntar", pensó para sus adentros.
—Ehm... Pero a mí me importas—Contestó, dejando de por medio un silencio incómodo.
—¿Y de qué me sirve?
—Ah...—Frenó el auto en seco, se asomó por la ventanilla, y le gritó a un conductor que pasaba—¡¿Y las luces de giro qué?!—Luego regresó y le dijo a Jonnathan con toda calma—¿Te parece si vamos por un café? De otra froma moriré de sueño.
—Como sea.
—Es un sí entonces.
Mientras tanto, en el Ministerio, un Mercury derrotado y sin su máscara, se sirigía a una habitación oscura. Cabizbajo se dirigió a las penumbras, donde un enorme ghoul que era apenas visible lo esperaba. Tan solo se veían sus dos pupilas brillando como llamaradas de fuego en la oscuridad. El ghoul, que era viejo pero para nada débil, habló con una voz áspera y profunda que haría temblar a cualquiera:
—¿Lo has pensado, Mercury?—Inquirió—Puedo asegurarte que si aceptas, haré todo por la especie sin la necesidad de seguir las órdenes de esa terrible mujer. Porque yo acabaré con ella con mis propias garras.
—¿Podré recuperar a Salt y Sulphur de ser así?—Lo miró suplicante.
—No puedo asegurarte nada, eso solo depende de ellos, pero yo creo que tarde o temprano se darán cuenta de su error—Contestó—Deja tu responsabilidad en mis manos y vivirás tranquilo.—Extendió su mano, esperando que el de ojos azules le de la suya.
—Y-yo... No lo sé...
—¿No amas a Terzo? ¿No lo harías por él?—Insistió—Será mejor para todos, todos saldremos ganando si confías en mí.
—... Bien, acepto, dejaré el asunto en tus manos—Le dio la mano—Gracias, señor Asbes.
—Has hecho lo correcto, chico—Asbes sonrió ampliamente, mostrando una hilera de dientes filosos y listos para matar.
Pero, ¿qué había ocurrido ese mismo día, más temprano?
Mercury había llegado al lugar con la idea de asesinar a los otros dos hermanos de Jonnathan primero, pues no se sentía listo para inflingirle algún daño a este. Se paseó con calma por los pasillos para no levantar sospechas y se dirigió a aquella sección dónde Elziet cuidaba de sus plantas, sin darse cuenta de que estaba siendo seguido. Qué tonto, lo había sospechado varias veces pero no se atrevió a voltear. Tal vez solo estaba siendo paranoico.
Entró para ver toda variedad de plantas, eran hermosas y estaban bien cuidadas, pero no recibirían ese mismo cuidado de ahora en más, ya no. Escuchó a Elziet caminar cerca y desenvainó el puñal que sería el artefacto de su crimen y se preparó mentalmente.Cerró los ojos y notó que algo andaba mal, sintió pasos pesados que se acercaban corriendo y al voltear, vio las garras de Omega que saltaban hostiles hacia él. Y como acto reflejo, puso el puñal en su camino.
El ruido de un cuerpo golpeando el suelo hizo eco por todo el lugar.
Mercury estaba perplejo, atrapado bajo las garras de Omega, que le había arrancado la máscara de un zarpazo. Escuchando los gruñidos tan cerca de su cara, le hizo pensar que iba a morir.
—¡Omega!—Se escuchó la voz de Primo—¿Qué haces? Por Satán, déjalo.
El demonio de quinta escencia se separó de Mercury de inmediato, mientras se agarraba el brazo.
—¿Estás herido?—Dijo Elziet acercándose al ghoul de su hermano menor—Déjame ver eso, muchacho tonto.
—No te preocupes por mí, estoy bien—Ronroneó Omega, y luego miró a Mercury, que se estaba poniendo en pie—En cuanto a tí...—Lo acorraló agresivamente— ¡¿Qué tratabas de hacer?! ¡¿Eh?!
—P-por favor... No quiero hacer esto ¡Lo juro!—Suplicó Mercury, con la cara llena de lágrimas—¡Imperator me envió!
—Dime algo que no sepa, imbécil —Gruñó, estrujándolo con sus grandes manos.
—P-por favor, déjame ir... Quiero renunciar, en serio...
—¡Cállate! ¡Voy a matarte! ¡No te creo nada!
—Omega, déjalo—Ordenó Elziet—No resolveremos nada matando por matar.
—Uhm... ¡Mierda!—En un esfuerzo descomunal, dejó ir a Mercury para luego verlo con desprecio—Espero no arrepentirme...