Capítulo 7

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Fressia correspondió el abrazo de Redeye colocando sus manos en la espalda de este. 

- No te preocupes, no es egoísmo, eso se llama amor... Es un sentimiento complejo, pero lo sé porque yo siento lo mismo – dijo, mientras recargaba su cabeza en el hombro de él - Si quieres tomarme de la mano o abrazarme está bien, puedes hacerlo, yo también te corresponderé porque el sentimiento es mutuo, Redeye.... 

El joven la tomó suavemente de los hombros para separarse un instante y mirarla a los ojos. 

 - ¿De verdad? ...- preguntó él. 

- Sí... 

Redeye dio un suspiro y se sentó nuevamente en la roca mientras sostenía ambas manos de Fressia que permanecía de pie frente a él. 

- No sé cómo describirlo... siento un enorme alivio, todo este tiempo eras como una luz que no podía dejar de mirar, pero que no podía tocar... Me desesperaba, pero peor sería no volver a verte... - dijo, sin dejar de mirarla. 

- Ya no tienes que sentir eso, estoy aquí sólo para ti... - sonrió ella, conmovida por sus palabras. 

- ¿Puedo pedirte que nos quedemos solos aquí por un momento?... - preguntó él. 

- Claro que sí. 

Redeye tomó por la cintura a Fressia, abrazándola así nuevamente, pero esta vez apoyando su cabeza sobre el pecho de ella. 

- R -Redeye... - dijo, sorprendida. 

- Por favor, déjame quedarme así por un momento... me gusta sentir tu aroma...  

La muchacha acarició dulcemente el cabello de él, no podía evitar sonreír mientras por dentro pensaba que la actitud de Redeye se parecía a la de los cachorros de lobo, ya que ellos también decían que les agradaba su olor y buscaban ser acariciados por ella. 
Aquella escena fue observada de lejos por Zarza, quien se retiró en silencio con un gesto de satisfacción en su rostro. 

Desde ese día, ambos fortalecieron aún más su relación. Los habitantes del bosque celebraron la pareja que formaban, sin ignorar que la misma rompía la prohibición de convivencia entre humanos y hadas, pero a pesar de ello sentían un gran respeto por Fressia y la honestidad de sus sentimientos hacia su amo, resignar años de vida por estar al lado de un ser amado requería de mucho valor. Todos coincidían en que el joven estaba cambiando, aunque Redeye no era muy expresivo, lentamente comenzaba a liberar sus emociones.  

El invierno pasó y la primavera comenzaba a asomar sus primeros brotes, era la estación más importante para las hadas ya que en ella se celebraba el ritual de veneración a sus dioses y el posible nacimiento de nuevas hadas.  
Durante el día, Fressia permanecía en los alrededores de la Villa, aunque habían pasado tres meses desde su llegada Redeye seguía siendo muy cuidadoso de su seguridad. Así que sus encuentros se daban durante las noches, y en una de ellas la invitó a un sitio especial... 

- Ven conmigo, hay un lugar que quiero que conozcas... - dijo Redeye, quien había ido a buscar a la joven a la Villa. 

- Claro, pero ¿A dónde vamos?  

- ¿Sabes cómo nacen las hadas?... 

- No...  

- Ahora lo sabrás...- respondió él, mientras tomaba su mano. 

Caminaron bajo la tranquila noche en dirección al lago, cerca de este se encontraba una cueva cuya entrada estaba tapada por arbustos y vegetación. 

- Aquí es... - dijo el joven - Conocerás la Cuna de las Hadas... 

Bajo la Luna Roja  (edición 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora