Capítulo 16: carta de presentación

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—Hacía mucho que no venías a verme —me dijo Indra con una tenue sonrisa.

Llevaba puesto el pijama azul del hospital, aquel que visten los médicos que están cubriendo la guardia de su respectiva especialidad. Mi madre me había prestado un pijama exactamente igual para confundirme con el terreno. Indra y yo nos encontrábamos en la sala de ordenadores que había en urgencias, revisando la historia clínica del último paciente que había llegado.

                   —Es que últimamente he tenido exámenes —le dije a la doctora Raj—.Pero ya hasta dentro de un mes y medio no vuelvo a tener más.

Miré a mi alrededor. Había echado mucho de menos el hospital. Como mi madre ya había desistido de la idea de disuadirme para que estudiara medicina, ya no me obligaba a ir una tarde a la semana, todas las semanas. Ahora todo dependía de lo que a mí me apeteciera, del tiempo que tuviera y de si alguno de los colegas de mi madre estaba dispuesto a aguantar de vez en cuando a una adolescente curiosa de diecisiete años como pez rémora durante sus guardias.

Mientras mi neuróloga favorita tecleaba algunas notas en el ordenador, no pude evitar admirar su melena negra y muy brillante, además de larguísima, caer sobre su espalda. Indra Raj seguía pareciéndome una mujer bastante misteriosa. Sus movimientos eran lentos y gráciles, emanaba tranquilidad por sus delicados poros. Todo aquello que la doctora Raj me explicaba siempre parecía mucho más fácil de entender de lo que en realidad era.

Se giró y me dedicó una amplia sonrisa, como si supiera lo que yo estaba pensando sobre ella.

                   —¿Cómo está la madre de tu novio? —me preguntó de repente.

Curiosamente, yo no recordaba habérselo contado. ¿O sí?

                   —La última vez que viniste me hablaste de ella... Hará unos tres meses —respondió Indra haciendo gala de una admirable memoria.

Hice una mueca de tristeza.

                   —Ahora parece que tiene algo de insomnio... Duerme mal y se pasea por la casa durante la noche. Están preocupados —comenté—. Ha empezado a dejar de reconocer a su marido... Paul me contó que su padre está destrozado.

El día anterior, Paul y yo habíamos charlado por Skype. Mi novio había aparecido en mi pantalla con un rostro demacrado, ojeroso y serio. Las cosas habían empeorado mucho el último mes y yo casi agradecía —pese a mis celos— que pudiesen contar con la ayuda de Daisy.

Indra asintió.

                   —No te mentiré... Lo pasarán mal... Aunque cada familia lo afronta a su manera... Es un trance que les ha tocado atravesar —dijo ella en voz baja—. Dile a Paul que si necesita resolver dudas... O lo que sea, siempre puede llamarme. ¿De acuerdo?

Sus palabras me dejaron un nudo en el estómago. A veces pienso que uno no se da cuenta de lo grave de la situación hasta que ésta cae a plomo por su propio peso y aplasta a todos los afectados.

                   —Gracias Indra, se lo diré —respondí agradecida.

Entonces la doctora Raj se puso en pie y salió escopetada por el pasillo. Yo la seguí dando zancadas, quedándome casi sin aliento.

                   —¿Dónde vamos? —pregunté al entrar en el ascensor.

Ella pulsó el número cuatro para ir a la cuarta planta, donde por norma general se encontraban ingresados los pacientes de neurología.

                   —Verás, esta mañana hemos ingresado a una mujer que tiene miastenia gravis generalizada. Quiero revisarla porque son pacientes un poco traicioneros.

Becca Breaker (II): Junto a ti © Cristina González 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora