Capítulo 1: temporal.

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Estaba relajada. En paz. Sabía lo que tenía que hacer y cómo debía hacerlo.

–      Mi nombre es Marcus Frankl – dijo un chico joven sobre la tarima –. Y seré vuestro tutor este año.

Le observé.

Entonces me acordé de Estela. De su sonrisa, tan parecida a la Paul. Ya la estaba echando de menos. Se trataba de una mujer comprensiva, curiosa y tolerante. De carácter tranquilo y altruista. Una persona que jamás había dudado en ayudar a sus alumnos siempre que aquellos lo necesitaran.

Sin embargo, tuve que admitir que el hecho de que Estela se tratase de una extraordinaria profesora no significaba que Marcus Frankl tuviese que ser necesariamente un mal tutor.

Mientras nos contaba su corta trayectoria profesional, pues Marcus no llegaba aún a los treinta años, lo analicé con esmero.

Se trataba de un hombre menudo y no muy alto. Sus ojos eran como dos esferas relucientes de color verde esmeralda y sus pupilas lucían aquel brillo característico que suele estar presente en casi todas las personas inteligentes y estudiosas. El brillo de la inagotable curiosidad por todo cuanto nos rodea.

Entonces, y, pese a que echaba de menos a Estela, tuve que reconocer que nuestro nuevo tutor no me disgustaba del todo.

Miré a mi alrededor. Mis compañeros eran exactamente los mismos del año anterior.

Kasie y Blazer susurraban entre ellas, supuse que intercambiando sus impresiones acerca del nuevo profesor.

No quise mirar a Bryan. Supe que estaba sentado a tres pupitres de distancia en diagonal al mío. Él sí me miraba de cuando en cuando.

Respiré profundamente. Devil ya no me alteraba. Yo era consciente del peligro que representaba para mí y sobre todo, para mi ego. Pero Paul me había rescatado. Había vuelto y yo estaba enamorada de él, así que ya no existía ningún Bryan en este mundo que pudiese volver a sumergirme en un nuevo mar de dudas.

No obstante, a pesar de mi renovada confianza en mí misma, decidí que aquel curso mantendría una cautelosa distancia de seguridad respecto a él.

Mary tenía su grabadora conectada encima de la mesa. Sus iris anacarados estaban dirigidos hacia el lugar de donde procedía la voz de Marcus.

Adiviné, por su expresión relajada y casi sonriente, que a ella también le agradaba.

Ella había pasado el verano con su hermano en una pequeña casita en la costa. Me había enviado varios emails a lo largo del mes de agosto.

Supe que había disfrutado de las vacaciones. Porque no había que le agradase más a Mary Watson que alejarse de todo y de todos para poder pensar y reflexionar en soledad.

Yo suponía que aquel comportamiento se debía en parte a que la mayoría de las experiencias que había tenido en sus relaciones personales habían sido nefastas. Experiencias que ella no se había molestado en contarme con detalle.

Yo conocía ya vagamente la historia de su familia. Mary había sido adoptada cuando no era más que un bebé de cuatro meses.

Por tanto, sus padres adoptivos no supieron a tiempo de su ceguera.

Ella, tiempo después descubrió que éstos habían intentado devolver la custodia al Estado, pero no lo lograron. La ceguera de Mary pronto se convirtió en un obstáculo para su madre legal, quien pertenecía a la alta sociedad del país y que estaba particularmente obsesionada por guardar las apariencias. Nunca le prestó demasiada atención a su hija. Con su dinero, le procuró los mejores tratamientos y contrató profesores particulares que pudiesen subsanar su “tara”, pero ella jamás se ocupó personalmente de Mary.

Becca Breaker (II): Junto a ti © Cristina González 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora