04: Descubrimientos

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Capítulo cuatro:

«Descubrimientos»







Luego de varios días encerrados en la cabaña, Louis comienza a notar dos hechos: se están quedando sin mercadería y además es muy común encontrarse con un Harry con los ojos hinchados y rojos por las mañanas. No se quiere preocupar por ninguno de los dos, pero tarde o temprano tendrá que hacerlo, así que decide darle prioridad a las alacenas que cada vez están más vacías. 

El llanto de Harry puede esperar. Si bien se supone que debe acercarse a él en un intento de crear afinidad, piensa que podría llegar a ser un poco invasivo si simplemente llega con él y le pregunta por qué ha estado llorando. Apenas hablan como para atreverse a hacerlo sin el temor de recibir un rechazo rotundo. Así que cuando lo nota todas las mañanas, decide fingir que nunca ha visto nada. 

—Estoy aburrido. 

Algo más que ha estado ocurriendo y por lo que Louis no ha dejado de llenarse de paciencia es el constante recordatorio del omega de que está aburrido, que se quiere ir, que quiere hablar con su familia y que le urge saber qué tanto tiempo estarán en ese lugar. 

Se ha sorprendido bastante a sí mismo al no explotar ante lo insoportable que Harry puede ser. Cada vez ha logrado mantener la compostura, no gritarle cuando se pone demasiado molesto con el claro propósito de encontrar una reacción más agresiva de su parte, y ni hablar de lo insistente que es para que lo deje usar un celular que ni siquiera sabe que tiene escondido en un armario de su habitación. 

Ahora Louis lo mira con las cejas alzadas mientras deja de leer el libro que encontró hace algunos días. Trata de no parecer tan exasperado como se siente, pero cada vez se vuelve más complicado, pues Harry parece estar constantemente buscando una reacción de su parte, la cual por el momento no piensa brindarle. Así que suspira cerrando el libro y se encoge de hombros. 

—¿Qué quieres hacer? —pregunta con suavidad, aunque lo que le gustaría hacer es acercarse a Harry y gritarle que deje de ser tan molesto por al menos durante algunas horas. Él solo estaba leyendo un libro en la pequeña sala de la cabaña, tranquilo y sin interrupciones, hasta que llegó Harry—. ¿Por qué no tomas uno de esos libros que están en tu habitación y haces lo mismo que yo y te pones a leer? 

—Porque no tengo ganas de leer. Quiero hacer algo con una persona, aunque esa persona seas tú —Harry dice sonando quejumbroso, a lo que Louis rueda los ojos con un suspiro—. ¡Pero hablo en serio! Encontré un juego de mesa que parece divertido. ¿Quieres jugar conmigo? 

No. Esa debe ser la respuesta de Louis porque no quiere jugar a nada con Harry. En realidad le gustaría tenerlo lejos para poder relajarse durante varios minutos luego de tantos días con su constante voz quejándose. Pero lamentablemente no puede decirlo ni hacerlo. Además las consecuencias serán mucho peor si hace eso. Incluso tendría un peor resultado que diciéndole que no quiere hacer nada con él. O no. Ya no sabe qué pensar. 

—Bien, juguemos, pero a la primera que te pongas muy intenso regreso a mi lectura, ¿oíste? 

—¿Ya me estás diciendo que eres un mal perdedor? —Harry se burla mientras se dirige hacia su habitación, luciendo divertido—. Típico de alfas. 

Louis rueda los ojos sin decir nada al respecto. Se limita a cerrar el libro luego de haberlo marcado y lo deja a un lado en el sofá, esperando que Harry regrese con el juego de mesa que comenzará con su tortura. Está seguro que luego va a necesitar varias tazas de té para relajarse. 

Efectivamente jugar con Harry termina siendo un gran dolor de cabeza. No solo porque se la pasa todo el tiempo quejándose porque le gana, sino que también porque hace comentarios que Louis enseguida capta como pobres intentos de que reaccione mal. Se pregunta con qué finalidad, pues aunque haga o diga lo que sea, lamentablemente están condenados a quedarse en ese sitio hasta que Richard diga que se pueden marchar. 

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