02: Veneno

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Su primera impresión ante la familia real no podía haber salido peor. Su instinto bromista y venenoso había salido a flote al ver a los cinco hombres que acompañaban a la princesa pero lo que realmente lo había hecho soltar ese comentario había sido la graciosa vista que le dedicaba el emperador al inclinarse como saludo.

—Es un gusto volver a verlo. Sobre todo sin esos aires de grandeza—dijo mirándolo como si el hombre más viejo fuera la nada misma comparado a él. Aún que podía decir que le pareció suficiente al escuchar una melodiosa y bonita risa del primer príncipe, tal vez era demasiado baja, pero le pareció adorable—Así que...ella es la chica con la que desean que una nupcias—la chica se veía sonrojada. Tal vez era por su apariencia física ya que lo único sabido de él además de su dotes en la guerra era lo que siempre decían: un tirano.

—Me presentó, soy la primera princesa de Arbezela, Ariana de Sacramise, estrella de Arbezela—hizo una reverencia. Aunque no le presto mucha atención ya que estaba mirando curioso la interacción entre el rubio y el peli azul que parecían estar en su propia burbuja.

—Stefano D'Angelo, emperador de Atheia—miro al doncel que se escondía detrás de su madre que vestía únicamente de rojo mientras miraba todo analíticamente. Esa mujer daba escalofríos, mientras que su hijo parecía la cosa más tierna que podría haber visto—¿Por qué no me presentan a los miembros de esta...encantadora familia y a sus acompañantes?—preguntó levemente curioso de no solo aquellos hombres sino también de aquella concubina y del primer príncipe.

—Bueno, los hombres que me acompañan se llaman, Nell Phantom primero al mando en las tropas de la casa Phantom, Efrit Karsia, segundo príncipe del reino de Xek, Haun Baek, comandante de las tropas del rey Darhan, Raymond Amber, el zorro dorado de Galeón y Jade Meldea, descendiente de la casa Meldea—enumeró la chica. Y claramente sabía un poco de todos. No podía arriesgarse a perder la vida con la reputación que había formado. Era por los cuidados de Atheia más que por amar la vida en sí.

—Encantado de conocerlos. Veo que usted tiene un Harem—hablo con asco al recordar a su padre y a tantas mujeres que iban y venían a ojos de su madre.

—Es más que eso. Es un joyero, con hombres guapos y poseedores de habilidades divinas—habló la menor encantada mientras su hermano suspiraba cansado del discurso de su hermana.

—Veo que el primer príncipe no piensa lo mismo—Bavilo se asustó tanto como si su padre le hubiera recriminado alguna "ofensa" hacia Ariana—¿Cuál es su nombre?—preguntó interesado.

—Bavilo de Sacramise—contesto al mismo tiempo que se inclinaba con algo de miedo.

—Parece alguien moldeable. Tal vez demasiado. Me da algo de curiosidad—pensó el emperador más joven mientras lo analizaba de arriba a abajo—es extraño cómo esta familia para amar mucho más a su hija que jamás subirá al trono porque ningún noble la acepta en vez de a los príncipes que subieran al trono con muchas más probabilidades. Aunque según tengo entendido no son tan buenos como lo es la princesa—pensó mientras Bavilo casi que sudaba al pensar que dijo algo malo ante los ojos del emperador más joven—es un gusto conocer al próximo sol de Arbezela—y por primera vez hizo una reverencia frente a un miembro de la familia real.

—Aún no tenemos un heredero fijo, así que aún no puede llamarlo así—habló el emperador a pesar de la mala cara de la concubina de rojo.

—Entiendo—mintió. No entendía cómo funcionaba aquella línea de sucesión. Pero no dijo nada porque la suya fue incluso más confusa.

El miedo que sentían los nobles frente a él no le provocaba nada más que diversión

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El miedo que sentían los nobles frente a él no le provocaba nada más que diversión. Había pedido un mes para pensarlo porque aquella muchacha no le generaba tanta confianza como para reinar no sólo Arbezela sino también el imperio de Atheia que era mucho más grande que el imperio de Arbezela.

Miro las clases de defensa del primer príncipe y notó como sin importar cuánto lo intentara el maestro no parecía feliz con lo que hiciera, no importaba si solamente debía mejorar su postura o sostener mejor la espada. Se adentro a la zona de combate mientras observaba al doncel intentando seguir el ritmo de la "batalla" que estaban teniendo.

—Estás en una mala posición—el entrenador se puso rígido al igual que su estudiante mientras la suave voz del tirano.

—¿Disculpe?—preguntó el maestro levemente molesto ante tal insulto.

—Ponte en posición de pelea—ignoro al maestro. Bavilo, confundido y con algo de miedo hizo caso mientras el otro se acercaba a él y corregía la postura de los brazos y la de las piernas—no bajes la mirada—hablo notando la mirada baja del otro.

El maestro se había alejado un poco ya que no le importaba realmente lo que le pasara al príncipe. Se pasó lo que le quedaba de tarde ayudando al chico. Ni siquiera se dio cuenta cuando los empezaron a rodear algunos guardias al notar como parecía sonreír mientras ayudaba al chico quien parecía aprender poco a poco.

—Muy bien, creo que va a ser todo por hoy—ayudó a que se levantara del frío suelo y desordeno aún más sus cabellos plateados. Le abrazó los hombros y puso una cara seria mientras pasaba entre los demás que parecían desear el mal del príncipe.

—Muchas gracias por su ayuda. Nadie se había tomado el tiempo de ayudarme—hablo con una leve sonrisa. El otro asintió mientras se marchaba una vez dentro del castillo mientras sentía un vuelco en su corazón ante la bella sonrisa del príncipe.

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