04: Juegos

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—¿A qué juegas Bavilo?—pregunta la mujer al doncel mayor que parecía estar demasiado metido en sus pensamientos. El otro sonrió levemente.

—Lo mismo podría preguntarte ¿Qué papel estás jugando con el emperador Stefano?—preguntó mientras se cruzaba de brazos viéndose impotente gracias a su armadura y espada en su mano—¿El de víctima, el de empoderada, el de princesa, o cual usarás esta vez?—pregunto levemente molestó mientras su hermana se llenaba de vergüenza ante tal pregunta.

—Ninguno, Bavilo. Él es mi prometido y ni siquiera una zorra rastrera como tú lo va a hacer cambiar de opinión. Así que no importa cuánto lo intentes, él será mío al final del día—Bavilo quería reír y llorar al mismo tiempo. Reír porque su hermana parecía muy patética al pensar que una persona como Stefano...el emperador Stefano podría caer en sus redes y llorar porque no le gustaba que su propia familia le diera esos apodos tan denigrantes solo por su condición de doncel.

—Aunque lo intentes con todas tus fuerzas, el emperador Stefano es una persona que no se deja manipular fácilmente y menos por alguien como usted con su reputación de puta que tiene un Harem solamente porque desea acostarse con más de un hombre—la fémina río sin gracia. Su hermano la conocía tan bien y al mismo tiempo era tan estúpido como para no notar que ella siempre conseguía lo que quería.

—No me importa el costo. Con él, no solo seré la emperatriz de Arbezela sino también de Atheia, un imperio lleno de riquezas, recursos, magia y joyas preciosas desde las piedras preciosas hasta hombres bellísimos—enumeró como si Bavilo nunca hubiera tocado en su vida un libro de historia o como si este fuera tan estúpido como para no notarlo. Pero Bavilo si lo sabía.

—En ese caso deberías de saber que son cristianos, una religión que va en contra de los pensamientos de Astotelia. No todos son pro's si fueras su emperatriz, no solo deberías renunciar a tu Harem sino también deberías de convertirte en cristiana. Empezarías a usar vestidos mas cerrados y deberías de despedirte de un montón de cosas como mujer. Entiéndelo. No porque tengas mas poder significa que tendrás tu vida deseada llena de hombres guapos y que tendrán sexo contigo cuando tú quieras—la princesa río mientras miraba la cara enojada de su hermano.

—Lo haré cambiar de opinión. Será tan fácil. Podre matar dos pájaros de un tiro. Podre ser emperatriz y al mismo tiempo podré tener a más de un hombre guapo a mi lado—su hermano quiso reír pero no lo hizo y se fue.

Una vez dentro del palacio cierto hombre de cabellos castaños se acercó a él y lo tomó del brazo llevándolo a un lugar más apartado.

—¿A que juegan tu y tu hermana Bavilo?—pregunto el emperador mientras lo estampan contra la pared, lo tomaba de la cintura y con su mano restante alzaba su mentón para que lo viera a los ojos—o mejor dicho ¿A que juegas?—pregunto mientras se acercaba más haciendo sonrojar al príncipe.

—N-no estoy jugando a nada, emperador—hablo mientras se sonrojara al sentir el aliento caliente del otro en su cara. Su manos no sabían a dónde parar así que intentaron tomarse de la casi lisa pared en un intentó desesperado de no caerse de los nervios.

—Entonces ¿Por qué me ha estado defendiendo frente a su hermana?—preguntó mientras una pequeña sonrisa se asomaba por sus labios al ver el sonrojo del menor. Dios, sin dudas iba a tener que llamar a la santa Catalina y al obispo Rafael para confesarse antes de caer por completo en el pecado que era Bavilo de Sacramise.

—Y-yo, solo me pareció necesario. Mi hermana puede llegar a ser algo egoísta por su propia felicidad y su lujuria—hablo mirándolo con los ojos temblorosos ante el pánico de haber hecho algo que haya molestado a su nuevo amigo.

—Lo he notado. Creo que tus acotaciones y tus argumentos son válidos pero no tan reales, no tengo problema con sus vestidos, solamente tendría problemas en las ceremonias, lo del harem realmente es un tema, ya que al tener sexo antes del matrimonio sería vista como pecaminosa por lo que no es una idea de que ella sea emperatriz en mi imperio—sus labios se acercaron pero aún así cambió su dirección y beso su frente. Haciendo que el otro se estremecía ante su toque—deja de preocuparte, yo sabré que hacerse separados suavemente causando un leve suspiro en ambos labios por el calor perdido. Ambos se miraron una última vez antes de despedirse, uno hacía el cuarto del baño para asearse y el otro a escribir una carta importante a la capilla de Atheia.

Efrit miró al suave chico de nombre Haun, que parecía estar sumamente metido en sus pensamientos mientras tocaba uno de sus tantos instrumentos en la Paz del jardín del jardín norte que no era tan usado como parecía

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Efrit miró al suave chico de nombre Haun, que parecía estar sumamente metido en sus pensamientos mientras tocaba uno de sus tantos instrumentos en la Paz del jardín del jardín norte que no era tan usado como parecía. Y lo odio, odio saber que ante la princesa el solo era una de sus cinco joyas mientras que Haun era su joya favorita, odio que sin importar que, siempre Haun estaría por encima de él, odio que aquel lindo chico sea el favorito de la princesa, odio que Haun ame a la princesa y a la vez se odio por odiar esto último.

Con un plato de comida que le habían mandado a traerle a Haun se acercó por la espalda y se lo tiró encima de él, dándole una sorpresa no tan amigable y un sentimiento de culpa innegable. El cabello antes limpio y blanco de Haun ahora estaba sucio y levemente marrón por la carne.

—Mejor vete de aquí, solamente estorbas—y simplemente se fue sin voltear a ver la cara confusa y llorosa del asiático.

—Por los dioses—se lamentó—¿Cuándo será el día que te des cuenta, Efrit?—se levantó con cuidado y fue a sus aposentos a limpiarse.

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