𝐑| I never knew somebody like you, somebody ✩
➤ Después de terminar con una relación de más de un año, lo último en lo que Pam piensa es en empezar otra. Tener que dar explicaciones frente a millones de personas hace que tener el corazón roto sea t...
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Los Ángeles era muy diferente a Andorra.
Pamela abrió la ventanilla del coche de Luzu y echó un vistazo a las calles por las que pasaban.
La primera vez que había pisado Andorra, se había sentido un lugar cómodo y familiar. La castaña tenía la inquietante sensación de que nunca se sentiría del mismo modo allí.
Quiso echarle la culpa de su incomodidad a la falta de sueño, pero en el fondo sabía que no era eso. Estaba acostumbrada a vivir en un lugar muy distinto. Mucho más hogareño y acogedor. Los Ángeles era todo lo contrario. Como si todo el mundo supiera que era una extranjera. Que no pertenecía allí.
Starman de David Bowie sonaba por los altavoces del coche. Una de las canciones favoritas de Luzu.
El hombre conducía con tranquilidad, con uno de sus brazos apoyado en la ventanilla bajada. Llevaba una gorra negra y unas gafas de sol del mismo color, al igual que la castaña. Habían pasado ya una hora en la carretera, y estaban a punto de llegar.
El barrio era muy bueno, y parecía seguro. Había mucha gente dando un paseo en aquella tarde de verano, y Pamela sonrió ligeramente al ver un parque a uno de los lados de la calle. Estaba lleno de niños que jugaban entre ellos.
Luzu también sonrió al ver su mueca. Sabía que la chica estaba pasando por un cambio enorme.
—Después podemos venir aquí con Oli—sugirió, mirándola durante un instante.
Ella asintió con la cabeza. —Suena bien.
No tardaron más de dos minutos en llegar. El hombre aparcó el coche en el garaje de su edificio, y ambos salieron del vehículo. Pamela cogió su maleta y Luzu dos de sus bolsas.
Subieron a su piso, y la castaña llamó al timbre.
Lana abrió un par de segundos después, con una enorme sonrisa y los brazos abiertos.
—Here you are!—dijo, abrazándola con fuerza—¡Qué bien que ya estés aquí!
Pam cerró los ojos por un instante. Se sentía bien.
—Pasa, pasa—le indicó la mujer, haciéndose a un lado para dejarla entrar—Oli está en el salón, ven.
Tamayo dejó la maleta en el recibidor cuando Lanita tomó su mano, guiándola por el pasillo hasta el salón.
El niño, que estaba jugando con un par de peluches que tenía en el sillón, levantó la vista al escucharlas entrar. Sus ojos brillaron en cuanto vio a Pamela, y dejó caer sus juguetes para bajar del sofá y correr a abrazarla.
—¡Pami!—pronunció, yendo hacia ella con los brazos abiertos.
La chica lo sujetó, levantándolo en el aire y dándole un fuerte abrazo.