Capítulo XIV - Lo hecho, hecho está.

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Diez y media de la mañana. Mi teléfono sonó, e hizo que me levantara inmediatamente de mi cama, además de darme un gran susto.
Era el doctor, avisándome que Dee Ann seguía internada y que estaba algo grave. La cantidad de alcohol que había consumido sumado a las drogas había afectado su cuerpo lentamente, y estaba en estado complicado. Yo insistí en ver a mi amiga, pero él lo negó, diciendo que en el sector del hospital donde Dee Ann se encontraba no admitían visitas.
Nuevamente, me preocupé, y más allá de que el doctor prometió una segunda vez que me llamaría si algo pasara, me vi obligada a ir hasta el hospital.

Entré rápidamente a la sala de emergencias, donde fui detenida por un par de enfermeras.

-Necesito ver a mi amiga, ustedes no entienden. -dije, aunque fue inútil.

Las dos intentaron calmarme e hicieron que me quedara sentada para esperar. En eso, vi al doctor que había atendido a Dee Ann salir de un consultorio. Me vio, pero ignoró completamente mi intento de hablar con él. Yo ansiaba saber qué era lo que estaba sucediendo.

Luego de unos diez minutos, volví a verlo pasar. Esta vez, sus pasos se hicieron más lentos, y paró para sentarse a mi lado.

-Lo siento mucho, niña. -dijo.
-¿Qué? ¿De qué habla? ¿Qué sucede? -pregunté, levantando mi voz.
-Dee... Dee Ann entró en coma. -respondió.
-¿Qué? Pero... Se va a despertar, se va a mejorar. ¿No es cierto? -volví a preguntar, alarmada.

El doctor se quedó en silencio.

-Estoy cansada de esta mierda. -dije, levantándome del asiento. -Ni usted, que es un doctor, puede responder a mis dudas. Nadie puede. Me voy a casa, y ojalá me llame pronto. Parece hablar mejor por teléfono.
Dicho esto, di media vuelta y me alejé caminando, con lágrimas en mis ojos, ya que el hombre no mostraba interés en responderme, y yo estaba demasiado alterada como para quedarme en ese hospital durante un minuto más.

Al llegar a casa, salté a mi cama y rompí en llanto. Lloré durante horas, ya no lo recuerdo. En ese momento, me encontraba sola. Sola como en el principio, sola como creí que estaría todo este tiempo. Y sola me las tenía que arreglar.

¿Cómo dejaste que pasara?

Mis lágrimas eran fuego en mis mejillas.

¿Cómo dejaste que pasara?

Cada palabra me golpeaba en el estómago.

¿Cómo dejaste que pasara?

Me ahogaba en mis pensamientos.

Sonó el celular. Era el doctor, diciéndome que Dee Ann había despertado, pero que su situación era la misma que la de antes del coma. Aunque seguía igual, me alegró el hecho de que estaba despierta. Y como no podía visitarla, decidí llamarla por teléfono, a ver si atendía.

-¿Win? -una débil voz preguntó.
-¡Deedee! -respondí, emocionada.
-Win...
-¿Que sucede? -pregunté.
-Estoy asustada. -dijo, sollozando.
-Te vas a poner mejor, estoy aquí apoyándote. -respondí, mis ojos estaban llorosos.
-Creo que esta vez sí la cagué. -dijo.
-No digas eso. -exclamé.
-Sí, Win. Pero, la cosa es que, esperé tanto la muerte... Que ahora no sé si es lo que realmente quiero. -su voz se escuchaba quebradiza.
Yo tapé mi boca con una de mis manos, y fue inevitable llorar.
-No llores, nena. -dijo, ella también estaba llorando. -Sólo siento muchísimo el hecho de haber sido una estúpida. Me tenías solamente a mí, y lo heché a perder. -agregó.
-No... No quiero que te vayas. -respondí.

Pero supongo que fue demasiado tarde, ya que el ruido de una puerta abriéndose se escuchó, y Dee Ann cortó el teléfono.

Horas después, cerca de la madrugada, recibí la última llamada telefónica del doctor.
Dee Ann había muerto de un paro cardiorrespiratorio a causa de una toxicomanía alcohólica, una enfermedad que se prolonga lentamente y es más psicológica que física, pero que de todas maneras puede causar la muerte por la ingesta de grandes cantidades de alcohol.

Eso explicaba el colapso nervioso que Dee Ann había tenido una noche, y todas las demás noches en las que se emborrachaba y se drogaba a causa de todos los problemas que tenía.

¿Había sido mi culpa?
¿Yo fui quien no la cuidó, y por eso ahora está muerta?
Si yo no la hubiera conocido nunca, ¿Dee Ann moriría de todas formas ya que eso era lo que ella quería?
Pero lo más importante: ¿Yo la hice cambiar de parecer?
Pude salvarla, pude acompañarla aunque sea una noche más, ¿pero eso haría la diferencia?

Supongo que nunca lo sabré.

Más allá de todas las dudas que tenía, había sido demasiado tarde. Ya no podía cambiar nada, ni volver en el tiempo.
La marca que había dejado no se quitaría nunca, al igual que mis recuerdos, a los cuales no olvidaré.

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